En una escuela de princesas “accidentalmente”

XLIV - ¿Sacapuntas o Lapiz?

De tin marín de dos pingüé...

No, no, no.

Vuelvo a borrar sus nombres antes que suceda algo y alguien lo vea.

Ah. ¿Cómo llegué a esto?

Debería de crear un manual de cómo no cometer las mismas equivocaciones de Raquel Blake.

Dejo mis manos reposar sobre mi pupitre mientras hago como si veo algo super interesante en la pizarra. Toma aire, respira, haz algo.

No quiero voltear, ni a la derecha ni mucho menos a la izquierda. Suficiente fue caminar hasta el salón con Fresita a mi lado y el tal Edward en el otro extremo.

Hombro a hombro con la sensación de querer gritar y mil otras cosas que aún no las puedo nombrar. Fue un recorrido breve, pero se sintió como si estuviera emigrando a Alemania a pie.

Si me movía un centímetro a cualquiera de los dos lados, tocaba a Edward o a Dareh y ni modo que tocar a los dos y causar una conversación donde tendría que participar.

Ay ¿Por qué eso se escuchó mal?

Estoy temblando, clavando mis uñas en las palmas por estar sosteniendo el bendito lápiz de esta manera.

¡No! Voy a explotar.

Vuelvo a mirar mi hoja. Han pasado solo veintisiete minutos y aún no sé qué pendejada hacer para salir de esto. Solo he logrado escribir dos pasos.

El primero: No digas donde carajos vas porque capaz y te dicen "Yo igual". ¡Y, SI! Lo estoy diciendo por Dareh.

¿Y cómo le digo a Edward que no, gracias?  Mi corazón de gelatina se siente una mala persona al hacerlo y mi parte diva empoderada no quiere.

De alguna manera, se quedó en el entendido que ya no asistiré con Fresita ¿no?

Y todavía tengo que planear algo que al parecer es de suma importancia...y la evidencia y la bendita llave que me dio también. Quizás va a salir con una frase de esas, refiriéndose a que es la llave de su corazón o algo así.

¡AH! Ni modo.

Tacho el segundo paso, el cual dice "Turnarse y rezar para que nadie se dé cuenta".

Aunque si lo pienso bien, no sería del todo una mala idea, no sé porque la estoy eliminando.

Resignada y tentada. Con toda la lentitud del mundo, tratando de no mover mi cabeza demasiado, espió por mi lado izquierdo el asiento en donde debería estar Dareh. Acerco mi punta del lápiz al papel, haciendo unos garabatos simulando que estoy copiando lo que dice el profesor.

Esa será mi coartada. Retuerzo mis ojos hasta poder verlo, sentado apoyando su mandíbula en su puño. Tan pacifico. 

¿Por qué se ve tan calmado así? Con la mirada baja, seguramente está leyendo. ¿Cómo se ve tan jodidamente bien cuando está leyendo? Totalmente serio.

Lo más posible es que esté pensando en algo muy inteligente, no como yo. Con sus labios rosados tan lindos en una línea recta, pero redondos en el centro ¿Qué estará pasando por su mente realmente? Creo que incluso, si desciendo mi vista por su cuello hasta llegar donde empieza su camisa, puedo lograr distinguir una especie de lunar por la posición inclinada en la que está.  

Píntale un cuadro mejor, Raquel.

Dice la inocente voz en mi cerebro. Admirando igual. Tengo suerte de que está a unas cinco personas de distancia detrás de mí, en la siguiente fila. Puedo jurar que hasta los rayos de sol le van perfectamente. Que sonría. Con eso me sentiré satisfecha para ya no seguir espiando.

Que sonría por un minúsculo segundo. Vamos, hazlo, tú puedes.

¡AH!

¡NO!

¡TE ESTÁ VIENDO!

¡VOLTEA, VOLTEA A EDWARD!

No dudo en girarme en el momento que Dareh levanta su mirada y me ve a mí, no al profesor, ni a una pelusa flotando en el aire o a la ventana, no. ¡PUM! Directamente a mi como si tuviera recepción telepática ese muchacho. Hasta miedo me dio. Y yo de estúpida comiéndolo con los ojos.

Ay, no. Mi corazón. La alarma de pánico está resonando en mi cerebro.

Y tú. ¿Edward, qué estás haciendo? Espero y no voltees porque tu espalda es lo que estoy cuestionando ahora mismo. Sí tendré que ir contigo al baile, es fundamental que nos llevemos bien ¿no?

Enserio que no sea tan salada mi suerte, como para que él también giré, cuando estoy haciéndole un montón de muecas para tratar de no reír como desquiciada.

—Señorita Blake ¿Tiene alguna duda de la clase?

—¿Ah?

¿Me llamo? ¿Qué dijo? ¿Qué estamos haciendo? Parpadeo regresando mi atención a la hoja de papel llena de todo menos con oraciones coherentes.

—Eh, no. Yo...

¿Cómo le explico?

—¿Está usted siguiendo la clase o tiene algún problema?

El profesor Nollan baja su plumón y libro, dando la vuelta para mirarme por debajo de sus gafas.

—¿Señorita Blake?

—No, perdone es que yo...—¿Yo que? Estaba mirando a mi compañero de allá porque Fresita me cacho.  

—¿Tiene alguna duda sobre el tema? 

Por la forma en como su tono sube y se cruza de brazos, deduzco que se está dando cuenta que no le estaba escuchando ni "z" de lo que estaba explicando.

—Por supuesto que no, entiendo perfectamente, solo que...— Veo por unos minutos la página y mi lápiz sobre ella. ¡Tuche! — Se me quebró la punta del lápiz.

Inmediatamente hago presión contra la madera para quebrar el grafito lo más calmado, inaudible y disimulado posible. El lápiz resbala antes de que logre controlarlo y se lleva la hoja consigo, rompiéndola en dos pedazos.

Eso sí que no me lo esperaba.

—Y mis apuntes se rompieron también.

Sonrió, pero dejó de hacerlo de inmediato y sacó la preocupación de mi interior.

—Entiendo ¿Tiene sacapuntas?

No lo sé, jefe.

—Yo tengo uno— habla Edward antes que pueda pronunciar alguna palabra, voltea su cuerpo mostrando un minúsculo objeto plateado entre sus dedos—No es molestia, puedes usarla.

—Me parece que es mejor un lápiz—inhalo todo el aire del aula en un segundo, con la esperanza de que mis pulmones exploten con ello, cuando escucho la voz de Fresita desde atrás— Te ofrezco el mío.




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