En una escuela de princesas “accidentalmente”

XLVII - Ultimo tiempo

—¿Qué decías sobre el anillo? 

 

—Que se te ve muy bonito y tu estómago ¿Que decía? 

 

—Pff— llevo mis brazos hacia mi pancita con la esperanza de amortiguar otro sonido vergonzoso— Como si fueras telépata de tripas ¿Nos escaparemos ahora o tenemos que esperar más tiempo?

 

El mantiene su vista en mi por lo que sentí, un muy largo tiempo. Solo espero que no se haya dado cuenta de como mi ánimo se desplomó, no como yo, que estuve a punto de hacerlo. 

 

—Se cancelan nuestros planes de escape. 

 

—¿Qué? ¿Por qué? Oh vamos, como si fuéramos a irnos a Francia de nuevo— quizás recordar lindos momentos cause un buen efecto en mi—Agradece que nadie te está obligando a comer arañas o algo por el estilo, ni prácticamente te están llevando a otro continente con los ojos vendados.

 

—Recuerdas muy bien lo que pasó ¿no? — sonríe acomodándose aún más en esta suave cama lavanda— Yo en especial guardo algunos momentos muy preciados. 

 

—Ah, ¿sí? ¿Porque presiento que es uno donde seguramente hice algo muy vergonzoso?

 

—¿Quieres que te ayude a recordar? — sus labios se tensan en una sonrisa encantadora mientras sus dedos viajan a acariciar mi barbilla. 

 

¿Por qué siento de nuevo ese huequito en mi pecho? Como algo atorado en tu tráquea que no deja de pulsar para hacerse notar. Ah. 

 

—Quiero llevarte conmigo, pero algo dentro de mi me dice que al estar colgando de esa ventana te hizo recapacitar incluso de tu vida misma ¿Estás bien? —asiento guardando silencio. Lo piensa por un momento hasta volver a hablar de nuevo— Dime entonces, qué te apetece hacer con mi persona. 

 

Puedo leer esa tentadora intención en sus ojos, o no estoy segura si yo soy la de las indecentes ideas o el algo del ambiente que me hace pensar...

 

—Bueno, ya que te rehúsas de continuar con nuestros planes de escape, es posible que tenga algunas ideas para evitar regresar a clases— le digo como un impulso, subiendo mis piernas en la cama con el fin de quedar sentada de rodillas a su lado. 

 

No quiero regresar por el pasadizo y separarme de él, lo volvería a ver hasta la hora de la cena con suerte, y si esto es como una bomba de tiempo que explotara pues entonces a gozarlo. 

 

Quiero divertirme, disfrutar este minúsculo momento en el tiempo. Quizá no de un gran paso hoy, pero eso no quiere decir que puede ser especial. 

 

Al menos para mí.

 

—¿Y soy digno de conocer lo que tu cabecita está maquinando, princesita? 

 

Seré sincera, el sentir que la muerte estaba mirándome todos los calzones desde abajo cuando colgaba de esa ventana me hizo replantearme varias cosas. Una de ellas es, que, aunque sea una plebeya, eso no significa que no pueda besuquearse a su hijo, con todo respeto señora reina. 

 

Una sonrisa se me forma en la cara cuando alcanzó los labios suaves de Fresita. No voy a mentir para decir que un impulso de esos idiotas que me dan, se está avecinando en todo mi cuerpo. 

 

A ver, este es mi plan. Darle dos que tres besitos a este papucho y luego resolver todos los dilemas existenciales habidos por haber después.  

 

—Tengo que aprovechar mi puesto en la lista— susurro contra su boca, atrayéndolo más a mi con mis brazos enrollándose alrededor de su cuello. 

 

—¿Lista? — murmura controlando su respiración y escondiendo su rostro en mi clavícula— ¿A qué lista te refieres? 

 

No puedo evitar retener las pequeñas risas dentro de mi ser causadas por las cosquillas de su aliento en mi cuello. Y por el hecho de que se me acaba de escapar eso. 

 

—La lista mental de las cosas que quiero hacerte— muerdo mi labio al ver como se separa para juzgarme el rostro—Te ofrecieron como un bocadillo, ahora eres todo mío hasta que regreses al cuarto de Pejelagarto. 

 

Vuelvo a plantar mis labios sobre los suyos para distraerlo, dejando mi cuerpo caer completamente en las sabanas lavandas. Es un delicioso dulce que saborearé hasta que ya no sea mío, o simplemente olvidar el hecho de que quizá nunca fue mío. 

 

Me dejo abrazar por él, al mismo tiempo que trato de quitarle su jodido saco del uniforme. De repente me dio calor ¿a el no?

 

—Hm ¿Qué pretendes, Blake?

 

Con sus brazos apoyados en el colchón, a cada lado de mi cabeza para sostener el peso de su cuerpo sobre el mío, me observa con esa sonrisa cómplice. Es una hermosa vista desde acá, más que la que tuve aquella mañana en París. 

Con mis dedos acaricio la línea imaginaria desde su nariz hasta su mandíbula. ¿Y si en serio estos momentos son contados en el tiempo? 

 

Si es así, te extrañaré Dareh. 

 

—Prefiero guardar ese minúsculo secreto, pero puedes adivinar— tiró de nuevo de su saco. 

 

Sin borrar su arrebatadora sonrisa de su rostro, a regañadientes se deshace de su prenda en un santiamén. 

 

—¿Algo más, princesa?— pregunta con la voz ronca aun sobre mi. 

 

¡QUÉ DIABLOS ESTOY HACIENDO!

 

No lo sé, pero lo estoy disfrutando mucho. Lo atraigo hacia mí juntando de nuevo nuestros labios. Ay, señora si supiera. ¿Y si logro que se quite también la camisa?

 

Creo que su perfume me está perforando el cerebro y por eso no se ni que estoy haciendo. 

 

Cruzo mis piernas en su cintura lista para hacer girar e invertir esta situación. Y como un buen caballero, obedece haciendo todo el trabajo porque ni loca pude voltear tremendo costal real. 

 

—¿Puedo pedir cualquier cosa? — hablo tratando de recuperar el aliento por el esfuerzo. ¿Por qué soy tan debilucha? 

 

Poco a poco dirijo mis curiosos dedos hacia los botones de su camisa.




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