[Narrador: Ann Brown]
Ya han pasado más de diez años viviendo en la casa de los Hansen, en ese tiempo, que ha pasado, he cumplido ya veinte años. Tenía pensado ir a la universidad y otras cosas que tenia que hacer.
Pero, todo esto es gracias a una persona, que en ese día lluvioso, vino a salvarme. Es cierto que no de la mejor manera pero la situación hubiera sido peor si me dejaba allí. Él es una gran persona.
— ¡Ann! — Me di cuenta en ese momento que estaba volando en mis pensamientos, me encontraba en la cocina de la casa. Junto a mí, una de mis mejores amigas, Donna Parker, la cual, se encontraba pasando su mano por delante de mí.
— ¿Qué pasa, Donna? — Le pregunté mostrando un sonrisa.
— Estas muy en los cielos últimamente, ¿cuál es la razón? ¡Deja que adivine! Tal vez, un joven, exacto. — Comenzó a reír y eso me hizo sonreír un poco.
— No es así, estaba pensando que ya a pasado tiempo desde que estoy en esta casa. Mucho, mucho tiempo. — Miré con nostalgia el lugar, era una simple cocina pero yo consideraba ese lugar como un refugio del resto de la casa.
— Claro, claro. Entre esos recuerdos entra el señor Aaron, ¡muy bien! — La observé unos segundos.
— Esta claro, el me ayudo mucho.
— Si, eso es cierto. — Se detuvo y apoyó su brazo sobre la mesa que estaba delante de ella. — Pero también, te gusta.
— ¿Eh? ¡No! Él es mi hermano. — Terminé por decir y ella se movió de donde estaba para irse a mi lado, agarró mi brazo y me miró a los ojos.
— No me engañas, siempre te ha gustado, pero... Nunca lo haz admitido, sólo es eso. — Me susurró.
— Él, me ve como su hermanita, eso no cambiará nunca. — Susurré.
— Ya pasó mucho tiempo desde que él te llamó "hermana", sólo fue cuando eran niños. Ahora sólo te llama "pequeña " o por tu nombre. — Se separó de mí y se dirigió a la puerta.
— Bueno, es cierto pero..
— ¡Nada de pero! Él también te quiere mucho, deberías de saberlo ya.
¿A mí?
— No, como dije, me ve como su hermana. En estos catorce años que viví en esta casa, siempre me trató de la misma manera. Nunca cambiará, nunca. — Me levanté de la silla en la que estaba, caminé hasta la puerta donde ella estaba.
— ¡Que aguafiestas! De lo que te pierdes. — Justo cuando la miré, la puerta se abrió y entró una de las mujeres más jóvenes que servían a la familia Hansen, Mía.
— ¡A que no saben que oí! — Yo y Donna nos miramos al instante.
— ¿Otra vez escuchando atrás de las puertas? Ya te expliqué, Mía... No debes de hacer eso. — Suspire y toqué su hombro.
— Ann tiene razón, lo mejor será no hacerlo más.
— ¡Pero! — Levantó la voz muy alto.
— ¿Pero? — Repliqué.
— Se trata sobre el señor. — Nos volvimos a mirar con Donna.
¿El señor? ¿Habla de Aaron?