En Vivo Y Cautiva

TRANSMISIÓN NOCTURNA

Sabrina, una hermosa joven que comparte con sus millones de seguidores la vida de una enfermera, regresa a casa después de una larga jornada, no sin antes conversar con sus fans en una transmisión nocturna.

La fresca brisa de otoño hace bailar su cabello rubio rizado, y el sonido de sus pasos sobre el pavimento añade un eco suave a la noche tranquila.

Sus ojos azules brillan mientras conversa dulcemente con su audiencia en la transmisión. —Me gustaría contarles todo lo que vi hoy… pero sería poco profesional. Mañana temprano haré otra transmisión. Gracias, Santi, por esa donación. Como decía, mañana haré otra transmisión para mostrarles una nueva receta saludable que encontré—.

Para su suerte, casi no hay ruido, pues la mayoría de la gente está viendo un partido importante, ya sea en sus casas o en los comercios. Las luces cálidas de las tiendas proyectan sombras sobre la calle vacía, aportando una serenidad temporal.

—¿Saben? Hoy atendí a un tipo que fue mi novio en la secundaria. Se había agarrado a golpes con otro tipo por lo del partido de hoy. Me gustaría tener esa misma pasión por el ejercicio— comenta, dejando escapar una leve risa que desarma cualquier tensión en la noche.

Las alertas de donaciones comienzan a sonar, cada una rompiendo el silencio nocturno con un pequeño timbre. Son gente que le manda saludos y hace preguntas.

Una van reduce su velocidad a pocos metros de ella. Su motor ronronea de manera constante, rompiendo la tranquilidad del ambiente.

De repente, la brisa deja de soplar. Una alerta de donación suena.

—Hay una extraña van atrás tuyo— escribe la audiencia, añadiendo un aire de inquietud que Sabrina no puede ignorar.

Sabrina voltea a ver. Su respiración se agita mientras observa la van negra que avanza lentamente en la misma dirección que ella. La tenue luz de un poste cercano ilumina apenas la silueta del vehículo, haciéndolo aún más ominoso.

La puerta de la van se abre, rechinando como si estuviera desgastada por el uso.

El viento comienza a soplar fuerte y frío, sacudiendo las hojas caídas del otoño y azotando su rostro.

Sabrina retrocede un par de pasos mientras observa cómo dos hombres bajan del vehículo. Sus figuras parecen imponentes bajo la luz de la calle.

El corazón de Sabrina se acelera; todo es grabado por la transmisión. La pantalla muestra su respiración agitada y el miedo creciente en sus ojos.

Los hombres se acercan a ella. Sus manos tiemblan y está casi por dejar caer el teléfono. Un ligero sonido de la transmisión comienza a mezclarse con el ruido de la calle.

Los hombres pasan de largo, entran a un bar y comienzan a gritar que su equipo va ganando el partido. El ruido de sus voces es desenfrenado y festivo, disipando brevemente la tensión.

Sabrina suspira de alivio mientras comienza a reírse. —Casi me da un infarto. Mañana pediré un taxi mejor— comenta mientras trata de recuperar su compostura.

De repente, una van plateada frena en seco. El chillido resuena por la calle vacía, y en un instante, la puerta se abre de golpe, reverberando como una alarma en la noche.

El momento de calma se desvanece. Sabrina se llena de miedo; su sangre se hiela y sus piernas quedan paralizadas. El teléfono tiembla en su mano, pero la transmisión sigue grabando cada segundo.

Sabrina intenta huir mientras pide ayuda, pero en tan solo tres segundos la atrapan y le tapan la boca. El ruido de su lucha se mezcla con el sonido del motor.

La meten al auto sin darse cuenta de que aún está transmitiendo. Su teléfono cae un poco, mostrando ahora el interior de la van y su sombra en movimiento.

Todo esto sucede mientras la gente hace ruido en los bares y casas cercanas por el partido, totalmente ajenos a lo que está pasando.

Las lágrimas de miedo comienzan a brotar del rostro de Sabrina mientras es arrastrada a la van con la boca tapada. Su llanto apenas es audible, ahogado por el sonido del motor y las voces de sus captores.

La van acelera sin dejar rastro de nada. El vehículo se pierde entre las calles oscuras, llevando consigo el miedo y la desesperación de su víctima.

Todo esto fue visto y escuchado por su audiencia, la mayoría atónitos, asustados y sintiendo impotencia. Los comentarios llenan la transmisión, algunos clamando por ayuda, otros cuestionando si lo que ven es real.

Uno de ellos hace una donación diciendo que enviará un enlace a un grupo privado para intentar ayudarla.

—Hola, soy Matthew. Si esto es real, entonces debemos rescatarla. Los veré en el lugar del secuestro en media hora— escribe el administrador en el grupo privado.

Mientras tanto, Sabrina es sentada en un escritorio y le quitan la bolsa. El cuarto está oscuro; lo único que Sabrina alcanza a ver es otro escritorio a pocos metros de ella.

Sabrina, entre llantos, les pide que la dejen ir: —Por favor, les daré lo que sea, pero por favor, no me hagan nada—.

Un hombre con una máscara de plástico de teatro, la máscara que representa la tragedia, llega y pone un soporte para teléfonos frente a ella en el escritorio. Mete su mano en el bolsillo de Sabrina, saca el teléfono que sigue transmitiendo y lo coloca cuidadosamente en el soporte, mientras no aparta su mirada inquietante de Sabrina.

Entonces, otro hombre con la misma máscara, pero la de la comedia, se le acerca por atrás y les dice a los espectadores, con un tono inquietantemente feliz: —Tienen hasta el amanecer para donar un millón de dólares, y si cuando salga el sol falta al menos un centavo, encontrarán a su influencer favorita transmitiendo bajo el agua—.

Sabrina, llorando, les ruega por piedad, pero ellos se van sin decir nada, dejándola sola con la transmisión enfocándola.

Matthew llega a la escena y allí se encuentran otros dos: una chica pelirroja de ojos verdes que está buscando pistas en el suelo, y un chico moreno y atlético que está en el teléfono hablando con la policía.




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