Enamorad@ de ti

Capítulo 8

Ashley 

Faltan como diez minutos cuando regresamos al salón, la profesora aún está dentro, por lo visto no fue a la sala de profesores, está revisando los pequeños informes que entregamos, ni siquiera levanta la vista de ello, está muy concentrada, tanto que ni siquiera presta atención a los chicos que están en el salón sentados en grupo, algunos en sus sillas y otros sobre la mesa, todos están reunidos hablando de sus propios temas, solo hay uno que otro sentado solo aun en sus asientos, entre ellos, mi compañero y el de Antonella.  
Voy hasta mi puesto dejando mi amiga en el suyo con su compañero, me siento en silencio a su lado, al principio esperaba que apenas me sentara me hablara, pero no lo hace, solo mira por la ventana serio, lo odio por ello, porque cuando quiero que me hable para poder entablar una conversación sin problemas no lo hace, solo me evita mirando hacia otro lado, siendo que durante toda la clase me estuvo hablando sin que yo le hablara demasiado, pero cuando tiene que hablar se caya, odio a Antonella igual, por haberme sugerido que hablara con él, que fuera más sociable. 
—E…—es todo lo que sale de mi boca por lo bajo cuando me animo a hablar, porque justo en ese momento su teléfono sobre la mesa suena y él atiende de inmediato. 
—¿Dime? — responde en seco, serio, molesto, para nada se ve amable como hace rato, ahora se ve como el día anterior cuando estaba a punto de golpear a ese chico— …ya te explique lo que paso… bueno el director solo exagera, no fue como te dijo— toma su mochila para meter dentro un paquete de galletas que tenía encima de esta—…bueno y que esperabas que se lo dejara pasar como si nada—esta apunto de meterlas dentro, pero se detiene en el acto y extiende el paquete hacia mí ofreciéndome una, dudo en si aceptársela o no, pero al final lo hago—no se lo iba a dejar pasar—responde a lo que le dicen desde el otro lado—Vale, da igual—alza la voz— si no se lo deje pasar al chico del internado que molestaba a Aylén, menos se lo iba a dejar pasar al idiota este que se creía el hijo del presidente cuando no es más que un becado—todas las miradas van hacia él, agradezco el que la profesora acabara de salir hace un instante, porque de lo contrario quizás le hubiera llamado la atención—Me importa una mierda, ese imbécil se pasó de listo y no se lo iba a permitir…me da igual que me expulsen, este lugar es un asco y le dan el acceso a cualquiera, no pienso estudiar en un lugar así 
—No empieces—le advierte una voz masculina más alto al otro lado de la línea, imagino que es su padre—Que… 
No lo deja terminar de hablar, le cuelga la llamada antes de que termine de regañarlo, lo miro de reojo, se ve molesto y parece contenerse a decirle a los demás que lo dejen de mirar, pero aun así los fulmina con la mirada haciendo que vuelvan a lo suyo, se ve tan enojado que hasta a mí me aterra el verlo, pues no sé qué decir en este instante y creo que es pésima idea seguir el consejo de Antonella, pues dudo que me diga alguna palabra amable. 
—¿Qué miras? —le pregunta a un chico colorín que se vuelve a girar para mirarlo. 
—Nada—le responde este algo tímido. 
—Entonces date la vuelta—le ordena—porque aquí nadie tiene la cara pintada o está vendiendo algo, así que deja de mirar—dice con molestia—de lo contrario te dejare en la enfermería—su amenaza me da miedo, tanto que me siento incomoda en mi lugar, no me animo a mirarlo así que saco el libro que me presto Cristian de la biblioteca y me oculto en él. 
No leo, no soy capaz de centrarme en la lectura, no cuando me aterra el comportamiento de mi compañero, no cuando quiero mirarlo, pero me aterra que me diga algo o que me trate mal por estar atenta a lo que hablaba por teléfono, hasta se me pasa por la cabeza el que me envié a la enfermería o a la clínica en ambulancia, porque uno nunca sabe, 
—¿Quieres? —pregunta extendiéndome las galletas otra vez. 
—¿Ah? —pregunto un poco desconcentrada—no gracias—niego al ver las galletas, estoy segura de sentir correr una gota de sudor fría por mi espalda cuando me hablo. 
—Claro, se me olvidaba que soy raro para ti—menciona, lo miro extrañada por su comentario—que no te sorprenda, deberías de ser más cuidadosa cuando hablas de alguien con tu amiga, te recomiendo mirar que esa persona no esté cerca antes de hablar. 
—Creo que lo mal interpretaste—trato de explicarme. 
—Dejalo quieres—me interrumpe—lo pille, me quedo claro, no necesito explicaciones cuando fuiste bastante clara, ni siquiera me interesa— dice cortante— solo la próxima vez asegurate de que no vaya detrás de ti cuando hables de mí. 
—Lo sien… 
—No me importa si lo sientes o no—me interrumpe por segunda vez con frialdad ¿Y a este que le pasa? Por lo visto si tiene cambios bruscos de personalidad, hace rato era amable y divertido, ahora parece un ogro— me da igual, me quedo claro ¿pero dame una razón para que me veas de ese modo? 
El timbre suena y respiro aliviada, pues he sido literalmente salvada por la campana y por la profesora que acaba de regresar al salón, lo cual me da la ventaja, ya que a ella no le gusta mucho que hablemos de temas que no son de la clase, así que no tengo que darle mi razón ahora. 
—Soy yodo iodos—sonríe esperando mi respuesta. 
¿Por qué no pudo solo dejarlo pasar? ya era demasiado irreal que el universo estuviera de mi parte cuando sonó el timbre. 
—¿Si sabes que es de mala educación el que escuches conversaciones ajenas? —le respondo con la esperanza de que me deje tranquila. 
—Así como también lo es el que hables a espaldas de una persona—tuche—en especial cuando una persona es amable contigo y te seguía para pedirte ayuda, porque como ya sabes soy nuevo y no conozco del todo este lugar. No iba detrás de ti para oír lo que le decías a tu amiga, lo hacía porque eres casi prácticamente la única persona con la que he interactuado fuera de mi círculo de amigos y creí que podrías decirme en donde estaba en quiosco en donde todos compran. 
Tenía buenos argumentos para defenderse por el motivo que me escucho hablando de él con Antonella, pero una de las cosas que en ocasiones me destaca es que no siempre me gusta perder. 
—¿Qué el que te evitara durante toda la clase no te basto para captar que no tengo interés en hablar contigo? —soy directa—imaginate si apenas te hable en la clase anterior ¿Qué te hizo creer que sería tu guia turística del instituto? —en mi defensa aún estoy trabajando en el no comportarme como el año anterior, si soy amable, siempre lo he sido, pero solo con quien quiero serlo, se me da mejor el comprender a las personas diferentes de mí, pero solo lo hago sin socializar con ellos, solo no los discrimino como el resto, me gusta vivir mi metro cuadrado—Por ello eres raro o más bien tonto, porque cualquiera se daría cuenta cuando alguien no está interesado en socializar y compartir con él—me mira dolido por mi respuesta, por lo visto no se lo esperaba—Además ni siquiera te conozco, no sé cómo te llamas, ni nada, con suerte sé que eres hermano de Aylén, la chica nueva, pero más allá no tengo ni idea. 
—Veo que las apariencias engañan—dice mirando hacia el frente. 
—No puedes decirlo de otra manera—coincido con él. 
La profesora da las instrucciones y ambos trabajamos en un silencio sepulcral, él guarda distancias conmigo y apenas me habla para dividirnos el trabajo, en esta ocasión si me deja trabajar, no solo me utiliza para que pase todo en limpio, aun así, tomas sus propios apuntes y notas en su cuaderno, las cuales no comparte conmigo, lo que hace que no tenga ni idea de que método de trabajo utilizaremos, pues no sé si usaremos el mío o el de él, ni siquiera sé si mi método esta bueno o que opina al respecto, pues no me mira ni me pregunta nada al respecto, durante toda la primera media hora solo se la pasa con la cabeza agachada, fija en lo que está escribiendo, es irritante. 
Una vez que suena el timbre del cambio de hora, la señorita Cassandra nos pide que pongamos en práctica lo que hemos escrito, así que nos ponemos todos de pie y vamos hasta los estantes del final de la sala por los tubos de ensayo, una pesa y dos matraz de Erlenmeyer, además de los compuestos que utilizaremos para hacer lo que se nos ha pedido. 
—¿Solo porque te hablo me consideras raro? —me pregunta sacando de uno de los estantes más alto la gradilla con los tubos de ensayo, agradezco que él los sacar porque de lo contrario habría tenido que subirme a una silla. 
—Gracias—digo recibiéndolos para que saque las matraz—No pareces pillar el que no quieran hablar contigo—respondo a su pregunta. 
—Si lo pillo—lo miro incrédula. 
—¿Entonces? —inquiero. 
—Me caes bien— sonríe—soy más de ignorar a la gente de pasar el tiempo solo, pero tú me agradas de alguna forma y es por ello por lo que te hablo. 
—¿Cómo te puedo agradar, si no nos conocemos? —digo incomoda— apenas nos hemos visto una vez y fue por accidente cuando salías de mi salón. 
—¿Qué hay de la cafetería y ayer en la mañana, cuando te cargabas esas tremendas ojeras? —pregunta con una sonrisa—¿No cuentan? 
—Lo hacen, pero he sido siempre distante contigo, además ni siquiera sé cómo te llamas—señalo. 
—¿y qué me dices a mí? Con suerte sé que tu apellido es Vargas y que tu nombre empieza con A solo porque esta estampado en tu delantal—toca el bordado de mi delantal sin descaro—Tu apellido me lo sé, solo por el hecho de que la profesora te ha llamado por el cada vez que te llama la atención—tiene un buen punto. 
No le respondo y regresamos a nuestras asientos con todo lo que necesitamos para trabajar, aunque aún no tengo ni la menor idea que método utilizaremos, yo voto por el que creo él, porque creo que el mío tiene varios errores de cálculo, en cambio el suyo parece perfecto, desordenado, pero perfecto, al igual que su cabello, que también lo lleva en un desorden perfecto, por lo visto lleva el desorden en el cuerpo. 
—Soy Esteban Errazuriz—se presenta extendiendo su mano hacia mí para que se la estreche, lo miro desconcertada. —has dicho que no me hablabas porque no conocías ni siquiera mi nombre—me acusa. Lo miro directamente y vuelvo a ver esa sonrisa divertida que tenía esta mañana cuando me hablaba, ya no hay rastros de la molestia que tenía luego de que su padre lo llamo—¿Me dejaras con la mano extendida? 
—Lo siento—me disculpo estrechándole la mano—Ashley Vargas—me presento igual. 
Un gusto—agita mi mano— supongo que ya no soy un extraño por completo—comenta al soltarme—por lo que imagino que ya no me miraras raro cuando te salude algún día. 
—No lo sé—me encojo de hombros y empiezo a pesar los componentes siguiendo el método que ha creado en su cuaderno, el cual deslizo sin su permiso—no puedo asegurarte nada, porque puede que hasta te pase por alto fuera de aquí. Además, suenas como exigente. 
—Lo siento—se disculpa—pero si quieres puedo ser sutil—sonríe. 
—No pareces ser amable—le suelto directo— al menos hace rato no te veías así. 
—No lo soy—dice como si nada—la amabilidad y la simpatía no son lo mío. 
—¿Debería de sentirme afortunada entonces? —le paso un tubo de ensayo con sulfato de sodio. 
—Mmm—dice debatiéndose— no en realidad. Soy amable contigo porque quiero serlo, ya te lo dije me agradas, no tengo nada en tu contra. 
—¿Y con el resto sí? —inquiero. 
—Hace más de cinco minutos no me hablabas porque no me conocías y me encontrabas raro—me recuerda— y resulta que ahora me haces preguntas sin parar por como soy. 
—No te preguntare más si no quieres—digo defendiéndome, tampoco lo voy a dejar que me pase a llevar—solo acostumbro a ser preguntona cuando tengo algo más de confianza. 
—Ahora me tienes confianza—se ríe negando con la cabeza sin poder creérselo. 
—No, no te tengo confianza—ni crea que lo voy a dejar que haga sentir mal—solo pensé que estábamos en confianza, que podríamos hablar sin problemas. Pero olvidalo, si no quieres hablar da igual—me molesto un poco y se lo dejo ver. 
Pasamos la mayor parte del resto de la hora de clases trabajando en silencio, yo peso los componentes para crear la sustancia que se supone que debe colocarse grumosa y luego sea moldeable, para hacerla rebotar y el mezcla todo con demasiado cuidado, moviéndola con una pequeña cuchara de plástico, ninguno de los dos habla, ni siquiera cuando fallamos y en vez de que se coloque moldeable, solo queda grumosa, mientras empieza a subir y a desparramarse por toda la mesa. Nuestras reacciones son muy distintas, mientras él tira los cuadernos y las mochilas al suelo, para luego tratar de detener con sus manos el que se siga desparramando, yo corro hacia el mesón de atrás por una bandeja, la cual al regresar coloco debajo de la matraz, impidiendo que dicha sustancia se siga desparramando por la mesa. 
Somos regañados y obligados a empezar desde cero con dos puntos menos, por romper un tubo de ensayo, el cual se rompió cuando lo dejé en la mesa para ir por la bandeja, resulta que este no se quedó en su lugar y rodo apenas lo solté, haciéndose mil añicos en el suelo, vaya suerte la mía. 
—No me agrada el resto—me dice Esteban mientras volvemos a trabajar, lo miro confundida, sin entender de que habla— por eso no soy amble con ellos—agrega, lo que me hace darme cuenta de que ha retomado la conversación de hace rato. 
—¿Por qué? 
—Simple, no me gusta hacer amigos y me molesta su presencia—nunca había oído a alguien dar aquello como respuesta. 
—¿Por eso querías golpear al chico de la cafetería? —indago—¿lo ibas a golpear porque te molesto su presencia? 
—No—responde en seco—solo me fastidio. 
—¿Cómo? 
—Deberías de postularte a detective—se ríe, no le veo la gracia y espero su respuesta— me molesta que me pasen a llevar, que se crean lo que no son, ese chico no paraba de alardear y de llamarme hermano, solo por el hecho de que conocía a Beatriz—pongo los ojos en blanco ante su mención, él no lo nota dado que estoy con la vista fija en la pesa, asegurándome de ser precisa al pesar—Odio que crean que porque se llevan bien con mis amigos, se van a llevar bien conmigo, se lo advertí y él no me dejo en paz. 
 




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