El secuestrador me explicó que forma parte de una organización de protección, fue contratado para cuidarme, para evitar que los "malos" me secuestraran, pero no me explicó por qué los malos habrían de llevarme, eso fue suficiente, por el momento. Pero ¿qué querían de mí? Seguía siendo mi pregunta.
Las heridas en mi cuerpo estaban cicatrizando, el golpe en mi frente ahora era solamente una pequeña marca, el corte en mi cadera había sanado dejando una delgada cicatriz.
Desde el incidente provocado por el tipo de la playa no había salido de la casa y pasaba gran parte del día frente a la pantalla observando las cámaras, imaginando lo que habría pasado si le hubiera hablado al hombre, quizá me hubiera matado o me hubiera secuestrado nuevamente.
No podía confiar en nadie, en eso concordaba con mi secuestrador lo peor es que con cada día que pasaba en la misma casa que él, comenzaba a confiar en él. Irónico. Pero así es la mente, se acostumbra a lo que tiene, te hace crear vínculos con las personas menos adecuadas, te envenena a pequeñas dósis, no lo sientes, no te das cuenta, hasta que mueres. Comenzaba a sentirme segura a su lado, pero ¿segura de qué? Ni siquiera sabía la verdad, sólo una verdad a medias que bien podría haber sido inventada por él, quizá era su forma de volverme débil, de hacerme bajar la guardia y así en el momento menos esperado, acabar conmigo. Pero ¿qué podía hacer? Me estaba adaptando bastante bien a las circunstancias, ya ni siquiera me tomaba la molestia de idear un nuevo plan de autorrescate porque verdaderamente creía que estaba siendo protegida.
...
-Levántate preciosa, hoy va a ser un día muy cansado- Como todos los días irrumpió en mi habitación, ¿acaso tenía algo de malo despertarme tarde un día?.
-¿Quieres callarte? Estoy descansando, que tú seas una persona activa y atlética no significa que yo también deba serlo- Cubrí mi rostro con la almohada para no verlo.
-Me temo que no será posible- Se acercó a mi cama y jaló de mis piernas para hacerme caer al suelo.
-¿Qué pasa contigo?- Grité despertando por completo.
-Fue gracioso, admítelo- Se colocó en cuclillas delante de mí.
-Tal vez para ti, pero para mí no lo fue, ahora me duele el trasero, no podré salir de la cama en todo el día- Me levanté y me acosté nuevamente en mi cama.
-Ni lo pienses, ¿quieres que te tire de nuevo?- Le lancé una de las almohadas -Tienes cinco minutos-
-En un momento bajo- Dije indicándole con la cabeza que saliera.
Salió sin responderme, yo, que claramente no tenía intenciones de obedecerlo, me quedé dormida nuevamente.
-¿No piensas bajar?- Dijo entrando a mi habitación.
-Tendrás que obligarme- No es que fuera una persona floja, simplemente mi cuerpo me pedía quedarme acostada el día completo.
No necesité decir más, se acercó hasta mí y me colocó en su espalda, ni siquiera me molesté en protestar pues no quería ni caminar.
-Hoy te toca preparar el desayuno- Lo que me faltaba. Llegamos a la cocina y me depositó en el suelo.
-Tendrás que conformarte con cereal con leche- Dije estirándome para desperezarme un poco.
-Quiero un desayuno digno de un hombre tan apuesto como yo- Dijo apoyándose sobre la barra.
-Puedes preparártelo tú mismo- Dije levantando ambas cejas ¿qué se creía?.
-Sólo bromeaba preciosa, podemos desayunar lo que quieras- No era un día normal, pues no pensaba pelear con él. Me sentía sin energías.
-¿Se te antoja un pan tostado con mermelada?- Era otra opción rápida y fácil, pero sobre todo no implicaba esfuerzo.
-Me parece bien- Se sentó en uno de los bancos, tomé de la alacena la mermelada, saqué dos platos y los coloqué sobre la barra.
-Tomaremos leche- Anuncié abriendo el refrigerador, aunque amaba el café, la pereza en mi cuerpo no me permitiría prepararlo.
Preparé dos rebanadas de pan tostado para cada uno y serví la leche.
-¿Puedo preguntarte algo?- Le di una mordida a mi pan, las migajas se pegaron en mis labios, él asintió con la cabeza -¿Qué saben mis padres?-
-¿Sobre qué?- Preguntó con un trozo de pan en la boca, ya estaba acostumbrada a su falta de modales, ya no me incomodaba.
-Sobre mí, obviamente- Continué comiendo, me miró serio.
-Hace unos días, mis superiores contactaron con ellos, les han dicho lo mismo que sabes tú, que estamos protegiéndote- El alivio que sentí al escuchar esas palabras provocó que unas lágrimas salieran de mis ojos, aunque estuvieran igual que yo, sólo sabiendo una parte de la historia, era preferible a que no supieran nada y sufrieran por esa razón. Estaban enterados de que yo me encontraba bien, al menos con vida. No podía con la felicidad, más lágrimas salieron.
-¿De verdad?- No lo podía creer, era genial que las personas más importantes para mí supieran que yo estaba bien y que probablemente regresaría con vida, la esperanza en mí aumentó, ahora tenía otro motivo para seguir adelante.
-Así es, no les han dicho donde te encuentras por obvias razones pero ellos saben que te encuentras bien- ¡Dios mío! Era lo mejor que me habían dicho en semanas.
-¿Y por qué no me lo has dicho antes?- Le recriminé aún con lágrimas en mi rostro.
-No me habías preguntado- Idiota.
-Te odio, pero no sabes lo feliz que me has hecho el día de hoy- Eso sonó muy contradictorio.
-Termina de desayunar, vamos a ir al súper, la alacena se está vaciando- Dijo cambiando de tema.
-Ve tú, yo me quedaré aquí- No me apetecía en lo más mínimo salir, dentro de la casa me sentía segura, afuera cualquier cosa podría pasarme y yo no estaba preparada ni física ni psicológicamente para enfrentarme a psicóticos como el de la playa que quién sabe Dios qué querría hacernos.
-Anda, preciosa, ven conmigo, te compraré lo que quieras- ¿Estaba tratando de convencerme para que fuera con él? ¿En serio? Él que siempre me daba órdenes me estaba suplicando, vaya que estaba realmente sorprendida.