-Llevas un mes aquí, has perdido muchas de tus clases, seguramente cuando regreses ya habrás perdido todo el ciclo escolar- En todo este tiempo, nunca me había puesto a pensar en el colegio, había pasado como a un décimo plano en mi lista de preocupaciones, pero era realista, ¿quién en mi situación podría pensar en que estaba atrasándose en sus clases?, al menos yo no lo hacía –Te compraré unos libros para que puedas estudiar por tu cuenta-
-No lo hagas – No es que no me importara el estudio, sino que considerando mi capacidad de aprendizaje estaba segura que sola, sin un profesor que me explicara a detalle cada una de las lecciones, me sería imposible al menos aprenderme una cuarta parte de ellas –No tiene caso, mi forma de aprender no es así, necesariamente debo tener un profesor-
-Igual los voy a comprar, no puedo permitir que te atrases otro año, a ese paso cuando te gradúes serás una anciana- Tenía razón, sería el tercer año de retraso, no lo permitiría, quería entrar a la universidad lo antes posible, me esforzaría por aprender aunque sea un poco.
-¿Qué te pasa? No soy tan grande, sólo tengo veinte- Hice un puchero.
-Eres una anciana- Bromeó, sonreí.
-¿Tú qué edad tienes?- Pregunté interesada, nunca se lo había preguntado y él tampoco me lo había dicho.
-Eso no es tu incumbencia- Dijo sentándose en el sillón pequeño.
-Apuesto a que eres demasiado viejo, por eso no quieres decírmelo- Me sorprendía la relación que ahora teníamos, hace un mes sólo escuchar su voz podía hacerme sentir aterrada, por no hablar de los golpes que me había dado y ahora nos encontrábamos en el salón de la casa viendo una serie y bromeando como si fuéramos buenos amigos, irónico.
-¿De cuántos años me veo?- Elevó una de sus cejas mirándome fijamente.
-Cincuenta- Dije totalmente seria –Creo que eres de la edad de mi padre-
-¿De verdad parezco de cincuenta?- Se levantó del sillón y se paró frente a mí, con las piernas ligeramente separadas y los brazos cruzados al frente –Un hombre de esa edad no podría verse tan apuesto como yo-
-Pensándolo bien, no, un hombre de cincuenta no actuaría como un adolescente de secundaria que se cree el más atractivo de la escuela- Lo miré dedicándole una sonrisa victoriosa.
Al parecer lo dejé sin palabras, pues no dijo nada y se fue a sentar nuevamente en el sillón. Genial, con eso dejaría de ser tan altanero. Continuamos viendo la televisión en completo silencio, pero sólo por unos minutos pues él decidió romper el silencio.
-Tengo 36- Dijo sin mirarme.
-Se supone que por tu condición y estado físico deberías verte más joven ¿no?, no comprendo porque pareces mayor- Al parecer se molestó realmente por mi comentario pues inmediatamente se abalanzó sobre mí tomándome con sus fuertes brazos y depositándome sobre su espalda como un costal de papas. Me llevó hasta el jardín y sin decir una palabra me lanzó a la piscina, el agua estaba helada, por lo que no pude evitar gritar al entrar en contacto con ella.
-¿Por qué hiciste eso?- Grité alterada mientras intentaba salir del agua.
-Me estabas haciendo enojar, preciosa- Se cruzó de brazos y me miraba fijamente.
-No recordaba que eras un salvaje- Dije comenzando a titiritar de frío.
-No lo vuelvas a olvidar- Eso sonó como una amenaza.
-¿Y qué tanto me ves? Estoy así de empapada por tu culpa- No comprendía por qué me miraba, al principio supuse que le causaba gracia el verme así y que por eso no apartaba la vista de mí.
-Estás parada frente a mí con la camiseta mojada y dejando ver tu top negro, me es imposible quitarte la mirada de encima- ¿Qué? Inmediatamente bajé la mirada hasta mi torso y lo comprendí todo, mi playera blanca se transparentaba por el efecto del agua dejando ver mi sexy top negro, qué vergüenza ¡Dios mío! Escuché una risa de su parte y sin dudarlo corrí hasta mi habitación a cambiarme la ropa.
Estuve aproximadamente dos horas encerrada en mi cuarto hasta que comencé a sentir que mi estómago pedía a gritos algo de comida. Decidí bajar para buscar algo para comer. Al pasar por la habitación del secuestrador, lo llamé pero no respondió, supuse que estaría abajo. Tampoco lo encontré en la planta baja. Me asusté. Fui hacia el jardín y lo vi, nadando en la alberca, sin playera y con un bañador muy colorido, tenía un excelente físico, podría jurar que cualquier chica que lo viera así quedaría anonadada por su perfecto cuerpo.
-¿Quieres venir a nadar un rato preciosa?- ¿Cómo puede ser que siempre que estoy observando su cuerpo me descubra y me haga quedar como una adolescente hormonal?
-No gracias, sólo estaba buscándote-
-¿Qué necesitas?- Preguntó al tiempo que salía del agua y tomaba una toalla para envolver su cuerpo.
-Nada, simplemente entré en pánico al no encontrarte, bajé para comer algo ¿ya comiste?- Y ahí estaba de nuevo, preocupándome por si ya había comido.
-No he comido, de hecho estaba pensando en llamarte para comer juntos-
-Vamos pues- Caminamos rumbo a la cocina, creí que iría ponerse algo de ropa pero no. Calentamos la comida que había sobrado del almuerzo pues a ninguno de los dos nos gustaba cocinar y siempre hacíamos de más para no trabajar doble.
-¿Por qué siempre estás mirándome de esa forma tan atrevida como lo hiciste cuando estaba en la piscina?- Soltó con tanta tranquilidad que me preguntaba si realmente lo decía en serio o simplemente lo hacía por molestarme, como siempre.
-Ni siquiera te presto atención, ¿cómo puedes decir que te veo de una forma atrevida?- Hice un intento por sonar convincente, pero creo que no funcionó, la sonrisa torcida que se formó en sus labios me indicaba que no creyó ninguna de mis palabras.
-Vamos, preciosa, sabes que te he cachado varias veces admirando mi cuerpo, aunque según tú parezco de cincuenta- Se atrevió a guiñarme un ojo. Asqueroso.
No encontré palabras para responder a su comentario, simplemente seguí comiendo con la mirada fija en mi plato.