Mi estado físico había mejorado bastante así que me dieron el alta médica y pude ir a casa. Al llegar a casa lo primero que hice fue darme una ducha pues sentía que transpiraba vitaminas. Nicolás se encontraba en la universidad, papá en el trabajo y mi mamá tuvo que salir al supermercado, estaba sola en casa. Esa situación me ponía un poco nerviosa pero estaba dispuesta a luchar contra mi ansiedad.
Al terminar de bañarme, sequé mi cuerpo y me apliqué crema humectante. Me puse ropa suficientemente cómoda, una playera bastante holgada y un short.
A pesar de que era otoño, me parecía que hacía un calor insoportable, o tal vez ya estaba acostumbrada a las bajas temperaturas de Rusia. Mi estómago comenzó a pedirme alimento, así que decidí bajar a prepararme el almuerzo. Justo cuando salía de mi habitación escuché ruidos en la sala. ¿Quién podría ser? Mi madre aún no llegaba. Bajé lentamente las escaleras. Tomé el jarrón que adornaba el descanso de las escaleras y seguí bajando cautelosamente. Caminé directo a la sala y no podía podía creer lo que veía.
-¡Ruslan!- Grité al encontrarme con Ruslan viendo tranquilamente la televisión mientras comía un pan. Mi grito lo sorprendió y casi se atraganta con el pan.
-¿Qué te pasa?- Dijo con la voz entrecortada y tosiendo. Su cara comenzaba a ponerse roja y yo a asustarme, conocía la teoría de la maniobra de Heimlich pero nunca en mi vida la había practicado. Si Ruslan moría o vivía dependía de mí. Así que dejé el jarrón y me puse en acción.
-Voy a salvarte, por favor sigue tosiendo- Me coloqué detrás de él y rodeé su cintura con mis manos temblorosas. Busqué el punto entre su ombligo y su pecho y comencé a presionar.
-Jajajaja ¿Crees que presionando con esa fuerza vas a salvarme?- Me detuve al escuchar su risa burlona, me había engañado.
-¡Eres un idiota!- Sin soltarlo comencé a golpear su fuerte y duro abdomen. Estaba realmente enojada.
-Basta, me haces cosquillas- Su comentario me hizo enfadar aún más, no paré de golpearlo.
-Te odio, cuando de verdad te encuentres en peligro no voy a ayudarte- Iba a alejarme de él pero en un movimiento rápido y ágil me colocó sobre su espalda -¡Bájame! No es divertido-
-Lo será cuando te tire a la piscina- Caminó rumbo al jardín y yo no podía hacer nada más que gritar y suplicar que no lo hiciera.
-¿Qué está pasando?- La voz de mi madre hizo que Ruslan se detuviera, sin embargo no me soltó -Sus gritos se escuchan hasta afuera, me asustaron-
-Lo siento señora, sólo trataba de hacer reír a su hija, lamento haberla asustado- ¿Desde cuándo Ruslan era tan educado?
-Yo no me estaba divirtiendo en absoluto- Dije en tono serio, aunque sinceramente había logrado olvidarme de todo lo malo por un rato -¿Quieres bajarme?-
Ruslan me dejó en el suelo y se apresuró a ayudar a mi madre con las compras.
-Voy a preparar el almuerzo, mamá ¿Quieres algo en especial?- No es como si fuera la mejor cocinera, pero intentaría complacerla un poco.
-Comeré lo que me prepares, muero de hambre- Perfecto, no tenía que preocuparme demasiado. Caminé rumbo a la cocina, prepararía sándwiches de queso y una ensalada de verduras.
-¿Necesitas mi ayuda?- Me giré al escuchar la voz de Ruslan, se encontraba recargado contra la pared.
-Necesito que me expliques qué haces aquí- Reuní todos los ingredientes y comencé a cocinar.
-Vivo aquí- Comencé a reír -Es en serio, tu madre insistió en que viviera con ustedes, así podría cuidarte mejor-
-¿Qué dices?- No lo podía creer, seguro estaba bromeando para molestarme, como siempre.
-Lo que escuchaste, preciosa, de ahora en adelante viviré contigo, estaremos todo el día juntos, podremos fortalecer nuestra relación- Definitivamente era una broma, seguí cocinando.
-Pam ¿Ya te contó Ruslan?- Dijo mi madre entrando en la cocina.
-¿Qué cosa?- Pregunté sin interés.
-Que vivirá con nosotros, ayer trajo algunas de sus cosas- Increíble.
-Te lo dije- Susurró Ruslan y yo me limité a rodar los ojos.
-Está listo el almuerzo, mamá- Serví su plato y un vaso de jugo y también serví el mío.
-¿Y el almuerzo de Ruslan?- Dijo mi madre al sentarse.
-Él puede prepararse algo, después de todo aquí vive ¿no?- Le dediqué una mirada de odio a Ruslan y comencé a comer. Acababa de salir del hospital y mi madre quería que le cocinara a Ruslan ¿Así esperaba que recuperara mi salud? Gracioso.
-Hija, no seas grosera, ofrécele algo. Gracias a él estamos juntos nuevamente, quiero que el tiempo que él esté aquí lo disfrute, como una forma de agradecimiento- Tenía razón, pero sabía perfectamente que él podía prepararse casi cualquier platillo, a diferencia de mí, que sólo cocinaba sándwiches.
-Está bien, yo puedo prepararme algo. Pamela aún debe recuperarse, no es bueno que se esfuerce tanto- Sonreí ampliamente. Había ganado -De hecho, puedo preparar la comida, si usted me lo permite-
-Por supuesto que no. Ahora eres nuestro invitado, no quiero molestarte de esa forma- Mi madre siempre era así, nunca dejaba a nuestros invitados que levantaran siquiera su plato de la mesa.
-Él cocina muy bien, mamá- Dije tratando de sonar convincente, mi madre aceptó que él cocinara algunas veces.
Limpiamos todo lo que ensuciamos y me fui a mi habitación pues mi madre tuvo que ir a la empresa con papá. Aseguré la puerta para que Ruslan no entrara.
Llamé al colegio para pedir una cita para recoger mis documentos, pensaba terminar la preparatoria en línea. Después de unas horas de estar tirada en la cama leyendo "Un trato con el nerd" una historia que me tenía atrapada, comencé a sentir hambre nuevamente, era el día libre de Beatriz y mi mamá aún no regresaba así que tendría que cocinarme yo sola.
Salí de la habitación, busqué a Ruslan con la mirada pero no lo vi en la planta alta. Tampoco estaba en la sala ni en la cocina. Me acerqué a la estufa y observé la comida, todo se veía y olía delicioso. Me serví un poco de todo y comí tranquilamente. Cuando estaba lavando los platos alguien entró a la casa, guardé silencio para lograr escuchar quién era, aún vivía con miedo. Mi corazón comenzó a latir muy rápido al no escuchar más ruidos. Salí lentamente de la cocina para no ser escuchada, justo al girar hacia la sala un enorme hombre apareció. Mi corazón se detuvo y comenzó a latir nuevamente al darme cuenta que era Ruslan. Sin embargo no pude evitar dejar caer el plato que sostenía en mis manos, éste al tocar el suelo se rompió en pequeños pedacitos, uno de ellos rebotó hasta mi pie descalzó e hizo un leve corte a mi piel. No le di importancia, pues no me había dolido demasiado.