Enamorada de tu oscuridad | Saga: Descendientes

CHP 8

—Vete de aquí Don, deja a la chica –El chico sapo se abalanzo sobre él, pero algo sucedió, un chacal negro surge de entre las sombras y se monta sobre él, le gruñe cerca de la cara y el chico sapo se asusta.

—Jack…déjalo –El chacal negro se quitó de encima de el a duras penas, refunfuña y se pone delante de mí.

—¡Me la vas a pagar maldito! –Grita el chico toro, él y el sapo se van. pero el tipo serpiente se queda mirándome fríamente por varios segundos, el chacal negro le gruñe y él se va.

¿Qué ha sido eso? Joder ese tipo me ha mirado como si mis días estuvieran contados. Bien hecho Alice primero Jandikal y ahora este tipo. Daiki me va a matar…

¡Maldición! ¡Daiki!

—Oye tú…

—¿Hm yo? –pregunté, torpemente, señalándome a mí misma.

Él asintió con seriedad.

—¿Pa-pasa algo?

El muchacho me miró sin ningún titubeo, con esa expresión seca que no dejaba saber qué pensaba.

—Eres una problemática —dijo al fin, como si estuviera dictando una verdad absoluta—. Podías dejar que matara al conejo.

Me quedé helada por un segundo, incrédula.

—¿Qué carajos te pasa? —exploté de inmediato, arrugando el ceño—. ¡Es un ser vivo!

Él no respondió, solo me observó con ese mismo gesto inexpresivo, como si no entendiera qué había dicho de malo. Eso me irritó aún más.

—¿Sabes? Esta mañana te vi alimentándolo. Pensé que eras bueno… —resoplé, cruzándome de brazos—. Pero veo que solo eres un imbécil.

Él no se defendió. Solo me quedó mirando, en silencio, con una especie de confusión en los ojos, como si no pudiera comprender por qué le hablaba de esa manera.

—¿Cómo te llamas? —preguntó, de pronto.

—No te importa. —Cortante.

—Si te pregunto es por algo. —Su voz seguía siendo simple, sin carga, como si fuera una pregunta inocente.

Lo ignoré con un bufido, girando la cara. Pero entonces él habló otra vez.

—Hey… no lo decía en serio. —Se encogió de hombros, casi incómodo—. En realidad… quería agradecerte por defender a Carlos.

Me giré hacia él, incrédula.

—¿Quién demonios le pone Carlos a un conejo? —pregunté, y no pude evitar que una pequeña risa se escapara de mis labios.

Él se limitó a encogerse de hombros con una sonrisa ladeada, como si no hubiera nada más que decir.

—Ya… no es nada —dije con un suspiro, relajándome un poco—. Me llamo Alice. ¿Amigos? —Extendí la mano hacia él, esperando.

El muchacho la miró, curioso, como si no entendiera la acción en sí.

—No tengo amigos —respondió con una sonrisa apenas visible.

—Entonces… ¿conocidos? —insistí, manteniendo la mano extendida.

Él suspiró con cansancio, como si yo le estuviera ganando una pelea que no tenía interés en librar. Desvió la mirada, luego la buscó con cierta resignación, y al final, derrotado, tomó mi mano.

—Que no se te suba a la cabeza —advirtió, con voz baja—. Acepto solo por Carlos.

—Sí, sí. —Sonreí ampliamente.

—Me llamo Austin. —Hubo una breve pausa. Me miró con un destello extraño en los ojos, uno que no supe descifrar—. ¿Te puedo hacer una pregunta?

—Claro.

—¿Por qué estás hablando conmigo?

Su pregunta me tomó por sorpresa.

—¿Qué?... –Estaba por decir algo más, pero me interrumpen, alguien jala mi brazo y me echa hacia atrás, mi espalda choca contra un pecho duro, alzo mi cabeza y lo veo ahí parado mirando con rabia a Austin.

—Daiki… —susurré, apenas audible, sintiendo cómo su mano me apretaba el brazo con demasiada fuerza.

—Se puede saber qué haces aquí… ¿con él? —me susurró al oído, pero sus ojos seguían clavados en Austin, con la rabia contenida a punto de explotar.

Austin arqueó una ceja y sonrió con una calma fingida.

—¡Vaya! ¡Ya te estabas demorando, Draco! —su tono era provocador, venenoso.

—¡Cállate, Black! —rugió Daiki, con los colmillos apenas asomando en la comisura de sus labios—. No te quiero cerca de ella, ¿entiendes?

¿Draco? ¿Black?
Wtf… ya me perdí.

Me solté del agarre de Daiki con un tirón brusco y retrocedí un metro, respirando con dificultad.

Austin, lejos de incomodarse, rió por lo bajo.

—No tenía pensado acercarme a ella, pero la situación lo ameritaba. —Sus ojos brillaron como si estuviera disfrutando del momento—. Y en estos quince minutos descubrí dos cosas interesantes…

Hizo una pausa, inclinando apenas la cabeza hacia mí.

—La primera: la chica es problemática… muy interesante. —Sonrió con malicia. Luego miró directamente a Daiki—. Y la segunda: que eres su guardián.

Daiki abrió los ojos con un destello de sorpresa que intentó disimular, pero ya era demasiado tarde. Su furia aumentó. Me tomó de la cintura con brusquedad y me atrajo contra él, como si quisiera dejar claro a todos a quién pertenecía mi lugar.

—¡Nos vamos! —gruñó, y me jaló del brazo para arrastrarme con él.

—¡Adiós, Draco! —se burló Austin con un falso entusiasmo, saludando con la mano como si todo fuera un juego.

Daiki no le respondió con palabras, solo levantó una mano en un gesto cargado de desprecio antes de girarse con violencia.

Salimos del colegio y el aire frío de la tarde me golpeó en la cara. Apenas cruzamos la entrada, vi a Hertax que nos esperaba ansioso.

—¡Al fin! ¿Qué estabas haciendo, Alice? —preguntó apenas me vio, con el ceño fruncido.

—Estaba con Austin. —Respondí con sinceridad.

Hertax abrió los ojos como platos, como si acabara de decir la peor blasfemia del mundo. A mi lado, Daiki soltó un resoplido molesto y siguió caminando sin esperar, como si quisiera evitar la conversación.

—¿Qué tiene de malo que esté con él? —pregunté confundida.

Hertax me miró como si estuviera loca.

—Él y Daiki no se llevan nada bien.

—¿Qué? Pero… si parecían buenos amigos —murmuré, recordando el extraño cruce entre ellos.

—Nadie sabe por qué, pero se odian a muerte. —Su tono bajó un poco, más serio—. Deberías hablar con él… aunque no lo creas, se preocupa por ti. Después de todo, es tu guardián. Y… relacionarse con Austin puede ser peligroso. El perdió a sus padres cuando tenía cuatro años en un accidente terrible. El único sobreviviente fue él, y desde entonces… se volvió la persona que es hoy en día.




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