Una niña pequeña llamada Rose Knightley salía de su escuela una mañana común y corriente, monótona. Ella se iba sola a su casa porque vivía a dos cuadras del colegio ya que esa era su rutina diaria hasta que vio algo que cambiaría su vida: Una luz titilante.
Rose era una niña de 10 años, así que ¿Cómo iba a evitar ir tras ella con lo curiosa que solía ser? La siguió y se detuvo frente un carro negro. La persona que lo ocupaba bajó el vidrio y una mano se apareció frente a sus ojos con una barra de chocolate.
—¿Quieres?—escuchó. Su mamá siempre le decía que no hablara con extraños pero no se pudo resistir al chocolate, su debilidad, y asintió. Lo tomó, lo abrió, lo mordió y se desmayó.
Cuando abrió los ojos, se encontró con varias personas con sus manos esposadas y con algunas heridas. Gritó.
—Vaya, despertaste. ¿Acaso tu madre no te enseñó a hablar con desconocidos?—sonó una fuerte carcajada. Todos voltearon y vieron de donde provenían las risas.
—Cállate Mason, vuelve a tu trabajo.—dice un castaño. El mencionado le dirigió una mirada fulminante y se fue.
La niñita notó que, al parecer, estaba secuestrada en una fábrica abandonada. Vio que ‘Mason’ estaba vestido completamente de negro a excepción de un blazer gris. Miró al castaño y se encontró con su mirada, ella la apartó rápidamente al ver que él le sonrío de una forma malvada.
—Bien, al parecer Mason me consiguió a una chiquilla. –Dijo y ella miró a su alrededor, notado apenas que los secuestrados era adultos en su mayoría. El chico se acercó y se agachó a su altura.— ¿Cuál es tu nombre? –le preguntó dulcemente e inmediatamente se paró y río.— Verdad, no quiero saberlo, te mataré de todas formas.—sonrío cínicamente y se fue.
La niña de ojos azules se quedó dormida en cuanto se fue: Las drogas que estaban en ese chocolate comenzaban hacer efecto.
Amaneció al día siguiente con la ilusión de que todo fuera un sueño, pero no: Aún seguía en la fábrica.
—Buenos días. –Dijo un señor de 35 años amablemente.— Ten. –le dio algo de comida, o lo que parecía ser. Ella lo vio extrañada.— Lo siento, pero el señor Way suele mandarnos este tipo de comida. –se excusó. ¿Quién es Way? ¿El apellido del castaño o de Mason? —¿Cómo te llamas, pequeña?—le preguntó mientras comían. La chiquilla no había notado que no había nadie ahí: Solo ella y ese hombre extraño que quería hablar con ella.
—Rose.—respondió finalmente la niña mientras intentaba comer lo que quedaba de un pedazo de pizza.
—Un placer Rose, mi nombre es James. —dijo el hombre con una sonrisa apagada.— ¿Cuántos años tienes?
—10. –Respondió.— ¿Por qué nos mantienen atrapados aquí?—preguntó.
—He notado que todos los que estamos aquí tienen algo en común: Trabajamos en una fábrica de armas pero no entiendo que haces tú aquí.—explicó James.
—Tal vez caí en una trampa que no era para mí.—respondió de manera inteligente.
—A lo mejor… ¿Cómo se llaman tus padres?—inquirió el hombre con una idea en su mente.
—Se llaman…—la interrumpieron.
—¡James! –Gritó una mujer de 25 años, pelirroja.— ¿Dónde estabas? Si no vuelves, Mason te matará. Deja a la niña y vente rápido que está inspeccionando.—dijo preocupada.
—Luego hablamos.—dijo rápidamente mientras se paraba y se iba. Rose notó que ella estaba sola y terminó de comer, se paró y comenzó a recorrer el lugar.
Rose era una niña muy curiosa, demasiado curiosa a decir verdad, así que caminó por todas partes hasta que vio una puerta. La abrió y se consiguió con un enorme agujero profundo en la tierra, casi se cae de no ser que una mano la sostuvo.
—Hey, hey, ten cuidado.—susurraron en su oído. Rose se volteó y se encontró con unos ojos color avellana. El chico la alejó de ese agujero y ella casi vuelve a caerse al darse cuenta que era el castaño.
—Gra—gracias.—tartamudeó nerviosa.
—Te llevaré con Mason.—la tomó del brazo de forma violenta y se la llevó a la fuerza.
El castaño la llevó a una habitación en donde estaban varias personas trabajando y algunas sentadas en el suelo, también vio varios charcos de sangre.
—¿Qué… qué van hacerme?—preguntó nerviosa.
—Por ahora, nada. Quédate tranquila y no terminarás herida.—dijo Mason. Ella volteó y vio que el castaño se había ido, eso explicaba porque ya no sentía una presión en su brazo.
Mason la tomó y la llevó a un rincón.
—No te muevas de ahí hasta que te diga lo contrario.—ordenó y se fue.
Rose comenzó a jugar con sus manos y miró al suelo: Se encontró con una bola de papel. La abrió:
“Por ahora no nos podemos comunicar pero te diré que Way tiene una llave colgada en su cuello: Esa es nuestra escapatoria. He visto su brillo cuando él la carga pero del resto… la debe de tener bien escondida en alguna parte de su oficina cuando no la tiene encima.
En las mañanas y después del mediodía, él y su cómplice Mason no están: Ahí podemos buscarla ya que son ellos dos nada más, pues, aún no he visto a más nadie que los ayude.
Yo ya llevo días secuestrado, por eso te cuento esto. Tú tienes una larga vida por delante y por eso te ayudo.
James”
Bueno, esa carta confirmaba las sospechas de quien era “Way”.
—¿Qué es esto? –preguntó Mason sorprendiendo a Rose con el papel. Él se lo arrancó de la mano y ella se paró rápidamente para intentar quitárselo.— Sigue intentando, pequeña. –Dijo mientras colocaba una mano en su cabeza para detenerla y leía la nota.— Oh vaya, ¡James, ven acá!—gritó. El mencionado se acercó lentamente hacia ellos de forma nerviosa.
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Editado: 07.06.2020