Enamorada de un criminal

Capítulo 5

En cuanto Christopher se fue, Rose subió a su cuarto a darse una ducha. Pensó en esa visita, creyó haber visto a ese chico en otra parte: Su voz le sonaba familiar. Si él no tuviera esos lentes a los mejor reconocería. Fue interesante ver como intentó consolarla sin haberse conocido bien, pero ¿Quién no haría eso cuando alguien ha muerto? Rose alejó ese pensamiento y se dedicó a terminar de ducharse. Se colocó un vestido negro strapless en su cama y se planchó el pelo para luego hacerse unos bucles en la punta. Rose miró por la ventana un segundo: ¿A dónde irían? Ni la más mínima idea. A la hora de dar sorpresas, Ryan es todo un experto. Se vistió y se colocó la pulsera que él le regaló, se maquilló y agarró una cartera para guardar su celular para luego bajar a esperar a su novio.

Mientras, en otra parte de la ciudad, August y Billie estaban a punto de irse a la fiesta.

—¿Dónde coño están?—preguntó algo angustiado August.

—Tranquilo, aquí están. –Respondió con calma Billie mientras sacaba dos pequeñas bolsas de su chaqueta.— En la fiesta nos la repartimos.—sonrío.

—Más te vale Lange…

—¿Estás bien?

—Vi a mi hermano hoy.—contestó enojado mientras se sentaba en la cama de Billie. Y sí, estaban en la casa de él: En cuanto August recibió la llamada, se fue directo para allá y hace unos minutos regresó porque fue a su casa a cambiarse.

—¿Viste a tu hermano? Vaya.—se sorprendió Billie: Él conocía toda la historia.

Los dos son amigos de toda la vida, se conocieron en preescolar y desde entonces son inseparables. August se hubiera quedado con Billie el día en que Chris se ‘descontroló’ pero él vivía un poco lejos y por eso prefirió quedarse con la mejor amiga de su difunta madre.

—Sí, hablé con él y me preguntó por Rose.—dijo después de unos 5 minutos: Se había formado un ambiente tenso con la mención del hermano mayor de August.

—¿Rose? ¿Conoce a Rose?—la dudas del pelinegro aumentaba cada vez más.

—Al parecer…—le contó la historia de cómo Chris la conoce.

—Vaya… Es increíble que tu hermano haya regresado después de 12 años solo por ella.—eso fue lo que entendió el pelinegro.

—Me pidió su dirección y como idiota se la di.—dijo recostando su cuerpo en la cama.

—¿Y por qué se la diste?—ahora él era el enojado.

—Creo que fue el shock de volverlo a ver o porque recordé que él era un asesino en serie. –Dijo mientras se paraba de la cama y comenzó a caminar por toda la habitación.— Cuando me llamaste, él se había ido. Iba a detenerlo pero creo que, de repente, volvió a surgir el miedo que había sentido cuando él… —se paró en el umbral de la puerta.— los asesinó, así que preferí no interferir en sus planes y dejarlo ir.

—Vaya, no quiero tenerlo en frente. –Se paró de la silla.— Mejor vámonos.—se asustó bastante con solo pensar el hecho de que Chris llegara a matar a August por ‘arruinar’ sus planes.

El pelirrojo asintió y ambos salieron de la habitación en silencio.

Volviendo con los tórtolos, Ryan ya se encontraba con Rose conduciendo a las afueras de la ciudad. Gillian decidió taparles los ojos con una venda en cuanto Rose le abrió la puerta de su casa, pues, creo que está demás decir que él no quería que ella supiera a donde iban.

—Ryan…

—¿Sí, Rose?—casi se ríe al ver como ella intentaba quitarse la venda.

—Esta cosa me está molestando.—respondió.

—Pues ya falta poco para llegar, linda.—sonrío.

—Si tú lo dices… Oye Ry, después de que te fuiste, un chico se apareció en mi casa; se llama Christopher, ¿Lo conoces?—le preguntó al recordar al extraño castaño.

—No, no lo conozco. –Respondió.— ¿Por qué?

—Por saber.—sonrió. Ryan comenzaba a sospechar pero olvidó el tema al llegar al lugar de la cita.

El chico de ojos miel estacionó el carro y ayudó a su chica a bajarse.

—Ya llegamos.—susurró en su oído mientras le quitaba la venda.

—Vaya… esto es… bello. –murmuró Rose mientras miraba el cielo y veía muchas estrellas. Se volteó y vio una cabaña.— ¿Es tuya?—Él sonrío.

—Era de mis abuelos, que en paz descansen.—respondió.

El chico se había dirigido a una colina, que quedaba solo a una hora de la ciudad, en donde sus abuelos solían llevarlo a pasar las vacaciones con ellos.

La cabaña está hecha con troncos de madera de unos árboles que la rodean. Al entrar se puede ver una gran sala con una chimenea, varios retratos y libros, a la izquierda está la cocina y a la derecha una sala de juegos: Billar, dardos, cartas… variedades de juegos. La cabaña es de dos pisos, así que al subir hay un pasillo que lleva a una habitación a la derecha y otro a la izquierda.

Ryan, sin previo aviso, cargó a Rose entre sus brazos y entraron a la cabaña. Rose besó al castaño e hizo que éste se detuviera. La bajó.

—Deja la cartera en el sillón, vamos afuera.—le dijo. Ella asintió e hizo lo que le dijo. Luego, él la tomó de la mano y ambos salieron.

Se encontraron con dos botellas de champagne en una cubeta con hielo y una rosa roja en un pequeño florero de plata, todo esto debajo de un mantel cuadrado de cuadros rojos y blanco.

—Me dejaste sin palabras, Ry.—dijo Rose mientras ambos se sentaban. Su novio abrió la botella y sirvió el champagne.

—Por nuestro amor.—dijo mientras levantaba su copa.

—Por nuestro amor.—ambos chocaron sus copas y bebieron.

Estuvieron hablando por un largo rato hasta que se acostaron a ver las estrellas.

—Y aquellas de allá son la osa menor y la osa mayor.—dijo Ryan señalándolas. Rose lo observaba sorprendida hasta que se acordó de algo.




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