Después de la noche del cine, decidí que necesitaba actuar.
No podía seguir esperando señales que nunca llegaban. Si Julián no se daba cuenta de que me gustaba, pues tendría que ayudarlo… con sutileza, claro.
Laura, siempre dispuesta a ser cómplice del desastre, me ayudó a planearlo.
—Necesitas hacerlo sentir atraído —dijo con tono de experta en reality shows.
—¿Cómo?
—Misterio, perfume, y mirada intensa. Básico.
Así que al día siguiente lo invité a tomar algo en un bar nuevo del centro. Me puse mi mejor vestido —el que solo uso cuando quiero que el universo me mire con cariño— y ensayé frente al espejo la sonrisa número cinco: la coqueta pero no desesperada.
Cuando llegó, lo primero que dijo fue:
—¡Wow, Sofí! Te ves espectacular.
—Gracias —respondí, intentando no morir de emoción.
—Esa tela… divina. Y los zapatos, ¡un diez!
Mi plan iba perfecto. Hasta que sacó el celular.
—Mira, necesito mandarte una foto para que me digas cuál de estos outfits me pongo para la boda de mi primo.
Cinco fotos. Cinco. Con poses distintas.
Yo, intentando mantener la dignidad, opiné con voz suave:
—Creo que el azul te queda mejor.
—¿Verdad que sí? A mi amigo Nico también le gusta ese. Él siempre acierta con los colores.
¿Nico?
¿Quién es Nico y por qué su opinión importa más que la mía?
—¿Y vas solo a la boda? —pregunté, casual pero con curiosidad nivel FBI.
—No, voy con Nico —dijo sonriente—. Llevamos años siendo uña y mugre.
Silencio incómodo.
Pedí otro trago.
Durante el resto de la noche, seguí intentando lanzar señales. Una mirada aquí, una risa allá, un roce casual… nada. Julián seguía tan encantador y tan ajeno como siempre.
Cuando me dejó en casa, suspiró y dijo:
—Eres la mejor compañía. Ojalá todos mis amigos fueran como tú.
Ahí entendí que el universo no solo se estaba riendo de mí, sino que probablemente lo estaba haciendo con eco.
Entré a casa, me quité los tacones y llamé a Laura.
—Falló el plan.
—¿Qué pasó?
—Nada. Absolutamente nada.
—Sofía… —dijo entre risas—, creo que el universo ya te lo dijo varias veces: ese chico no es tu destino, es tu asesor de imagen.
Y mientras me desmaquillaba frente al espejo, acepté la triste, graciosa y dolorosa verdad:
Me estaba enamorando de alguien que jamás me vería como mujer.
Editado: 08.10.2025