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No había pasado un día desde nuestra caminata junto al lago y ya estaba sufriendo las consecuencias digitales del amor no correspondido.
Porque sí, Julián tenía Instagram. Y yo tenía ojos demasiado sensibles.

Todo comenzó cuando me apareció una historia suya:

> Foto de Nico sonriendo con un helado gigante.
Pie de foto: “Siempre alegra el día 😎”

Mi corazón hizo un salto mortal sincronizado con un backflip emocional.
—Laura… —murmuré, mirando la pantalla—, esto… esto es una señal.
—Una señal de qué, Sofi? —preguntó ella, sin mirar su propio celular—. De que los helados son deliciosos?

No, no era eso. Era la señal que mi cerebro decidió interpretar como “el amor de mi vida está feliz con otro y no es contigo”.

Después apareció otra historia:

> Foto de Julián y Nico abrazados, ambos con camisetas hawaianas idénticas.
Pie de foto: “Pareja de verano 💕”

—¡Laura, esto es oficial! —grité, tirando el celular sobre la mesa—. ¡Se confirman mis peores temores!
—Sofi… respira. —Laura me miró como si yo acabara de declarar la Tercera Guerra Mundial—. Eso puede ser cualquier cosa: una broma, un filtro, un Photoshop…

Pero no. No era broma. No era filtro.
Mi mente entró en modo detective:

Analicé el ángulo de la foto.

Calculé la proporción de luz solar.

Revisé si había evidencia de PDA premeditada.

Conclusión: tragedia emocional en HD.

Decidí tomar acción.

> “¿Y si escribo algo casual?” —susurré.
“Tipo…”
“¡Nada! —me interrumpió Laura—. Solo vas a parecer desesperada. Mejor comprate helado también, así compiten tus neuronas y tus emociones.”

Así que terminé llorando un poco sobre un helado de chocolate mientras veía más historias.
—¿Ves? —dijo Laura—. Esto es Instagram: trampas, celos y drama encapsulado en 24 horas.
—Sí… trampas que duelen más que cualquier amor imposible —susurré.

Esa noche, mientras dormía, juré que:

1. No volvería a stalkearlo.

2. No volvería a llorar por fotos de helado.

3. El manual de “cómo no enamorarte de un gay” necesitaba un apéndice digital urgente.

Y así, entre memes, helados y lágrimas, comprendí algo: Instagram puede ser tu mejor amigo o tu peor enemigo emocional… todo depende de cuán loca estés en ese momento.