Enamorada de un Monstruo

Capítulo#7 Preocupada.

 Capítulo 7 Preocupada.

—¿Que te ocurre Layla?, no te ves bien.

Indagó Alan preocupado. Apenas era la primera clase del día.

—Estoy cansada y me duele la cabeza —respondí apática.

—¿Por qué no vas a la enfermería?, si quieres te acompaño.

—No es necesario, tengo que ver las clases, estamos en período de exámenes. Silencio —me llevé el dedo índice a los labios, cruzándolos de forma recta para acentuar el significado—, no quiero que la profesora se fije en nosotros.

La clase comenzó y me esforcé por mantenerme despierta. No le conté a nadie lo que me sucedió anoche y tampoco acudí al médico. Me sentía sola en la vida y que a nadie le importaba. Mi madre se había metido de lleno en su nueva vida y solo le importaba las apariencias, me sentía huérfana de padre y madre.

Muchos pensarían que era una dramática porque tenía una familia, casa, comida gratis, una cuenta corriente para gastar desde antes de cobrar mi primer salario, en fin. Aparentemente no me faltaba nada, tenía todo lo que la mayoría deseaba para ser feliz; pero les aseguro que no es así. No en mi caso. Tengo consciencia y se que nada de eso es mío, lo cambiaría todo por unos padres atentos, cariñosos y preocupados solo por mi estado mental y emocional. De qué sirve tener todo si te sientes vacío por dentro. No siempre la riqueza y la comodidad llenan el alma.

Mis pensamientos volavan a cualquier parte menos a donde tenían que estar, no capté nada de la materia que estaba viendo y mañana tenía exámen de ella.

—Tomé todos los apuntes de lo más importante, puedes copiarlos después —ofreció Alan, atento conmigo.

¿Tanto así se me notaba lo distraída que estaba?

Él se había percatado sin dudas, de que no presté atención a la clase.

—Hemos estado muy presionados con la escuela —comentó.

Asentí con la cabeza agotada, pero totalmente de acuerdo.

—Mis amigos y yo decidimos ir de campamento este fin de semana, ¿te quieres unir? —pidió de pronto. Lo miré con dudas.

—Pero si todos son varones no —objeté.

No iría acompañada únicamente de chicos hormonales a un campamento, por más que confiara en la bondad de Alan.

—No somos todos chicos, también hay chicas incluidas, los que tienen novias irán con su pareja y algunas amigas de ellas, aparte van tres chicas de nuestro grupo —me las señaló mientras hablaba.

—Lo pensaré —respondí sin emociones. Estaba muy afectada con las cosas extrañas que me estaban sucediendo y me encontraba por esa causa, en un estado de apatía total.

—No hay apuro, tómate tu tiempo, apenas está iniciando la semana, el viernes en la tarde es que salimos.

Tenía que pedirle permiso a mi madre, no me podía imaginar cual sería su reacción. Sentía últimamente que no la conocía, no podía predecir nada con respecto a ella.

—Lo pensaré —prometí.

Otra clase comenzó y me obligué a prestar atención.

En la tarde, en el trabajo.

Hoy no había visto a Owen en ningún momento. Estaba cerca la hora de salida y no había tenido ningún percance con él, cómo de costumbre. Muy raro, él adoraba molestarme.

—Layla, ¿sabes algo del vicepresidente?

Me giré hacia la voz.

—No, no sé nada de él, Karla.

—Hoy no vino a trabajar, es la primera vez que se ausenta desde que estoy aquí —esa información despertó un interés raro por él, no obstante intenté ignorarlo.

—Quizás está de viaje de negocio —opiné.

—Él tiene un personal capacitado que se encarga de esos asuntos, jamás sale de viaje de negocio y normalmente las personas vienen hasta aquí desde cualquier parte del mundo, el vicepresidente es aún más respetado que su padre, el propio presidente.

Me quedé pensativa, tampoco lo había visto en la mansión, pero eso no era raro, nunca lo veía. Ahora que lo pensaba solo lo había visto dos veces, el mismo día que me mudé y en la piscina con Emma.

¿Tanto le incomodaba mi presencia?

Aquí en el trabajo me rastreaba, pero en la mansión era más escurridizo que atrapar agua con las manos. Sin embargo, a pesar de que no nos llevábamos bien, me preocupé. Lo hice más de lo que esperaba, tanto que no me pude quedar quieta. Me levanté de mi puesto y me dirigí a la oficina del presidente. Cuando estuve en frente toqué nerviosa.

—Adelante —aprobó una voz dominante.

—Layla, que bueno verte, es la primera vez que vienes a mi oficina.

Cómo siempre su tono de voz y su expresión cambiaban en cuanto me veía, si las circunstancias en las que nos conocimos no hubieran sido tan impositivas, de seguro le tuviera cariño filial a estas alturas.

—Siento interrumpir, presidente.

—Para nada, pequeña.Toma asiento —ofreció amable y jovial—. Es bueno verte, apenas tenemos tiempo para compartir.

—¿Su hijo está bien?

Fui directo al asunto que me había traído hasta aquí. No pude contener la necesidad de saber el estado de salud de Owen.

Alzó las cejas sorprendido.

—Sí, lo está.

—¿Puede decirme el motivo de su ausencia?

Ahora que había comenzado con el interrogatorio no tenía intención de detenerme.

—Tiene un resfriado, pero nada serio. 

Fruncí el ceño y agudicé mi mirada. ¿No me acababa de decir que estaba bien antes? Ese cambio en sus palabras me hizo tener más curiosidad.

—¿Y dónde se está quedando?

Me atreví a preguntar, se que no era de mi incumbencia, no obstante deseaba saber.

—En nuestro hogar, dónde más —respondió de inmediato con obviedad, con absoluta seguridad.

Me quedé desconcertada.

—Pero nunca lo veo —rebatí.

“Nuestro hogar”, resonaba en mi mente esa parte de la oración; pero la sacudí, algo era más importante, Owen.

—Es muy grande, es normal que no se encuentren con frecuencia.

¡Pero yo nunca lo veía! Grité en mi mente.

—¿De verdad él no se ha estado quedando con un amigo o quizás una novia... ? —insistía porque sus explicaciones no me convencían del todo.




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