Enamorada de un Monstruo

Capítulo#9 Peligro.

Capítulo 9 Peligro.

Les agradezco, de todo corazón💓, a todos los que votaron y comentaron, los quiero mis estimados seguidores🤗. Aquí está, cómo les prometí, un capítulo revelador..., que lo disfruten. Espero sus comentarios si era lo que esperaban o no y si les gustó lo que en realidad es el monstruo... Sin más me despido y te invito a disfrutar de la lectura a continuación 🙋🏼‍♀️.

 

En cuánto amaneció decidí ir a buscar al ciervo. No le dije a nadie porque todos estaban en sus tiendas, seguro que con la luz del día era que por fín podían pegar los ojos. Caminé por los alrededores mirando aquí y allá, pero ni rastro. Esto era muy grande, pensé que con las condiciones del animalito era imposible que estuviera lejos. Al ir hacia la izquierda la zona se volvía cada vez más empinada, esta parte era montañosa.

A medida que avanzaba el área se volvía menos accesible, me di cuenta de que era muy difícil que el ciervo pudiera avanzar por esta zona escarpada y rocosa, así que me dispuse a regresar; pero metí el pie en una piedra que se deslizó con mi peso y me hizo irme de bruces. No me había percatado, por la altura de la maleza, que precisamente del lado que me caí había un acantilado profundo, demasiado tarde. Me vi en el aire cayendo sin remedio hacia el fondo, para colmo lo que me esperaba debajo eran rocas en vez de agua. Era mi fin.

Me resigné a mi destino y cerré los ojos, esperando el impacto, sin embargo no sucedió. Unas fuertes manos me abrazaron y dejé de caer, abrí los ojos por curiosidad y quedé de piedra; creo que mis neuronas hicieron cortocircuitos en lugar de sinapsis. El monstruo alado del que habló el cazador me tenía atrapada en sus fuertes brazos y ganaba altura con sus grandes alas en lugar de descender. Pegué el grito del siglo.

—¡Basta, Layla! Me lastimas los oídos.

El impacto de que el monstruo hablara y además: ¡supiera mi nombre!, hizo que me callara al instante y lo mirara al rostro estupefacta.

Su voz me pareció conocida y sus facciones me resultaron algo familiares. Sentía que lo conocía o lo había visto antes. ¡El demonio de la piscina!, sí, era el mismo, esa vez tiene que haber sido él quién me salvó la vida. Estaba asustada porque sabía que podía comerme, si quisiera, en cualquier momento como hizo con el jabalí; pero a la vez no era tanto como al inicio. Sentía una mezcla contradictoria de sentimientos encontrados y emociones.

Cuándo llegamos a la cima, por dónde mismo caí, me depositó con cuidado sobre la superficie. Me quedé paralizada observándolo.

Sus alas eran de demonio, no con plumas sino de piel, tenía cuernos en la cabeza en forma de una corona; bien podría ser el Rey de los demonios. Los nudillos de las manos eran garras de hueso al igual que las de los pies. Sobre sus hombros unos cuernos, que lucían como una poderosa armadura sobre la textura musculosa y perfectamente definida de su cuerpo. No era un gigante como aseguró el cazador, pero sí era más alto que un jugador profesional de la liga de básquet. Su figura en sí era esbelta y gallarda, parecía una imponente escultura de bronce y ese era el color de su piel para mi asombro. En su rostro destacaban unos grandes ojos de color azul profundo, tan oscuros como la profundidad del océano que casi podrían confundirse con negros: era imposible que fueran humanos. Sus colmillos sobresalían más de lo normal, intimidantes y poderosos. Pero mirándolo bien, y olvidando el hecho de que no era humano por un momento, me resultaba atractivo. Los humanos le tememos a lo diferente y desconocido, ese miedo es el que nos hace verlos como monstruos. Nos impide apreciar la belleza en su diversidad.

—Regresa con cuidado, no puedo dejar que nadie me vea —ordenó con su voz sombría y gruesa, y luego se alejó volando entre los altos árboles.

Ese monstruo acababa de salvarme la vida otra vez. Lo obedecí luego de perderlo de vista. No encontré al ciervo en mi camino de regreso al campamento, pero me consolaba al menos, no econtrar su cuerpo sin vida.

—¡Layla!, ¡dónde estabas?, ¡nos tenías preocupados a todos!

Alan me recibió con sus reclamos y tenía razón de estar así de enojado, lo que hice estuvo mal, fui irresponsable, de no ser por el monstruo habría perecido.

—Lo siento Alan, salí a buscar al ciervo...

—¡Nunca vuelvas a salir sola en lugares cómo este!

Era la primera vez que Alan era tan autoritario e imponente conmigo. Lo vi como un hombre de verdad por primera vez y no como a un chico inmaduro y despreocupado como de costumbre. Sabía que su actitud actual era porque se preocupaba por mi seguridad.

—Lo prometo.

Miré hacia el campamento y me asombré al ver que todas las tiendas estaban recogidas, lo miré extrañada.

—¿Y eso?

Señalé al lugar dónde antes estaba montado el campamento.

—Nos vamos —respondió Alan.

—¿No nos íbamos a quedar hasta mañana?—inquirí desconcertada.

—Crees que con lo que sucedió anoche alguien quiere permanecer aquí, Layla —habló con reproche.

—Yo sí.

—Eres muy valiente o una tonta.

—¡Quiero encontrar a Bambi! —alcé la voz desesperada.

Estaba a punto de llorar, era una tonta por encariñarme tan rápido con un animal salvaje.

—¿A quién? —Alan alzó las cejas confundido.

—Al ciervo —aclaré.

—Siento decirte que si no se lo comió el oso, lo hizo quién lo mató.

—Pero era muy pequeño, ¡los cazadores no pueden comérselo!

—Al oso no lo mató un cazador como creímos, Layla, al parecer lo hizo un animal más grande y letal.

—¡Qué! —una imagen increíble se hizo presente en mi cabeza.

—Sí, está comprobado. El padre de Ricky y sus amigos lo comprobaron esta mañana. Murió por una mordida efectiva y letal que destrozó la arteria principal de su cuello. El animal murió desangrado por la precisa mordida de otro animal.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.