Enamorada de un Monstruo

Capítulo#10 Nefilim.

Capítulo 10 Nefilim.

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Estaba tumbada de espaldas sobre el húmedo césped del jardín y sobre mi cuerpo semidesnudo estaba Owen. Me besaba con intensidad desenfrenada, con verdadero frenesí y ahínco; como si no hubiera un mañana. Me sentía sorprendida, pero aceptaba su desenfreno. Su boca era ruda, tanto que en ocasiones me lastimaba un poco con sus dientes afilados.

—¡Ay! —me quejé por ese motivo sin poder evitarlo.

—¿Te lastimé, rockera? Lo siento.

Se apartó de mi lado y me quedé con una sensación de vacío. Me había lastimado pero solo un poco, las sensaciones que me transmitía con su boca eran mucho más intensas y agradables. Lo miré con más atención, sus facciones eran tan perfectas, su boca tan sexy y ardiente que sentí la necesidad imperiosa de hundir mis labios en los suyos. Jadeó cuando lo hice. Se separó de nuevo para mi frustración, lo miré con los ojos empequeñecidos.

—Esto no está resultando, Layla; es mejor que me vaya.

—No quiero, quédate.

—No debo...

—Quiero que sigas besándome —lo interrumpí.

—No puedo, no debo..., no puedo contener mi instinto...

—No lo hagas.

—¡Tengo que hacerlo para no lastimarte!

—Lastímame si quieres, pero no te detengas —exigí.

—No sabes en donde te estás metiendo, rockera... —murmuró por lo bajo, parecía hablar consigo mismo.

Dejé bagar mis manos atrevidas por su sólido y musculoso cuerpo, lo sentía aun más fuerte y proporcionado que lo que veían mis ojos. Subí lentamente, dibujando cada parte de su preciosa anatomía hasta llegar a sus fuertes hombros, pero mis manos tocaron unos cuernos poderosos a esa altura y se congelaron. Cerré los ojos por la impresión y cuando los abrí de nuevo no pude evitar una exclamación: en frente no tenía a Owen sino al nefilim.  

Lo observé con una mezcla complicada de miedo y deseo. «Sí, deseo, comprobé con incredulidad.» Alcé mi mano derecha, algo temblorosa, y acaricié ligeramente con la yemas de los dedos, su rostro inhumano. A pesar de su forma exótica, tenía un atractivo animal. Me miré en lo profundo de sus ojos grandes y rasgados, con sus iris de un tamaño y forma anormal; pero su mirada era tan limpia y profunda como mirar el mar despejado al atardecer. Transmitían la misma sensación de serenidad y bienestar.

—¿Qué sucede, Layla?, ¿estás despierta...?

—Eres hermoso... —expresé sincera, ignorando sus preguntas.

—¿Quién es hermoso?

Un frío estremeció mi cuerpo, un enorme oso negro apareció de repente y lanzó un fiero zarpazo hacia mi monstruo.

—Nooo —grité con impotencia, no podía hacer nada para salvarlo.

—¡Cuidado!, es aterrador.

Le alerté, pero fue demasiado tarde. El oso clavó sus enormes garras en su espalda. Nefilim se arqueó tras el impacto y se sacudió al oso de encima. Peleó con el poderoso animal delante de mis ojos, que miraban la escena con terror.

—¡Aléjate, monstruo! —le grité al oso aterrada. Tras mis palabras el oso soltó a Nefilim y miró peligrosamente en mi dirección, venía directamente a mi encuentro y no podía escapar, me había quedado paralizada de terror.

—Nooo —grité aterrada—. ¡Aléjate!, no me lastimes—, pedía aterrorizada como si el oso pudiera entenderme.

Mientras me removía inquieta y desesperada, al tratar de escapar del peligro, desperté. Jadeaba con dificultad, mi corazón latía a mil por segundo y no se me quitaba la sensación agridulce de que lo que soñé era real. Poco a poco me fui calmando a medida que comprendía que nada había sido real, no estaba en el patio trasero sobre el césped y nadie estaba conmigo; estaba sola en mi habitación. Tomé mi teléfono que había dejado sobre la mesita de noche y lo prendí, miré la hora aturdida, eran las 3.33am. Era una hora que no me gustaba, la hora en que se abre el portal entre el mundo de los muertos y los vivos. Un escalofrío me recorrió a lo largo de toda mi columna vertebral. Tenía que olvidarme de las historias de terror que contaron en el campamento; antes yo no creía en nada de eso, pero todo había cambiado... Estaba sudada y me sentía pegajosa. Me levanté y prendí la luz, la soledad de la habitación era enorme. Me dirigí al baño y preparé la tina. Le agregué todo lo necesario y luego me sumergí en su interior.

Los recuerdos del sueño, antes de volverse una pesadilla, acudieron a mi mente; se sintió tan real, en especial los besos y las caricias. Otra vez volvía a soñar con compartir intimidad con Owen, pero esta vez fue distinto, al final no era él sino que el Nefilim y lo más increíble fue que también deseé besarlo. Lo encontré muy atractivo a pesar de su imagen tan peculiar...

Hundí la cabeza por completo en el agua, necesitaba un golpe de realidad; aguanté la respiración hasta que no pude más y salí a la superficie. Me aparté el cabello que estaba chorreado sobre mi cara, respiraba agitada y con dificultad. «¡Despierta, Layla!, ¡en qué demonios estás pensando?» Nunca había tenido novio y ahora me sentía atraída por dos a la misma vez, ¡y para colmo!, uno de ellos no era humano. Me estaba volviendo loca. Me rasqué la cabeza con desesperación, volviendo mi cabellera un gran nido de pájaros.

Me levanté para salir y un fuerte viento frío batió de pronto, estremeciendo cada átomo de mi piel. Miré hacia la fuente de su origen, la puerta del balcón estaba abierta de par en par y no era la única. ¿Qué demonios pasaba con esa puerta? Desde mi posición se veía todo hasta el balcón, la pared de cristal que dividía el baño estaba empañada por el vapor de agua caliente, pero nada me cubría al tener la puerta de cristal abierta también, sin barreras quedaba expuesta mi absoluta desnudez. Una idea asaltó mi cabeza. ¡Nefilim!, ¡ese demonios era una especie de pervertido y se colaba a mi habitación sin permiso? Me enojé, no le iba a perdonar que violara mi privacidad. Salí indignada y me coloqué una bata de felpa sin secarme siquiera. Atravesé la estancia y salí por la doble puerta del balcón y solo me detuve al llegar al barandal.




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