Capítulo 12 No juegues conmigo.
Me bajé de la limosina pensativa, tanto que había extrañado a Owen y cuando por fin lo veía terminábamos discutiendo como siempre. Éramos como fuego y gasolina, cuándo nos juntábamos hacíamos combustión.
—¡Layla!, ven aquí —ni siquiera me había percatado de que había ingresado en la mansión. La actitud de mi madre me decía que estaba en problemas, caminé alerta hasta su altura.
—¡Dónde estabas? —interrogó autoritaria.
—En la playa —respondí contrariada por su actitud.
—¡Y sales sin pedirme permiso? —reclamó. Tenía las manos colocada a cada lado de las caderas y una actitud desafiante.
—Te dejé dicho... —empecé a explicar.
—Jovencita, ¡usted no se manda sola!; para salir tienes que decírmelo en persona —me interrumpió alterada. Esta mujer autoritaria y exigente era totalmente desconocida para mí.
Durante los 5 días de la semana iba a la escuela y a trabajar y no me pedía explicación de ningún tipo; y el fin de semana que era tan corto, tenía que informarlo todo. ¡Los padres son tan extremistas! Si quisiera hacer algo indebido también podría hacerlo en la parte más activa de la semana. Hice una mueca de disgusto.
—Estás castigada —dictaminó.
—¡Qué! —chillé.
—Así como oyes, durante todo un mes no saldrás de tu habitación.
—¿No voy a la escuela ni a trabajar? —ironicé.
—No te hagas la tonta, Layla; vas de la casa a la escuela, de la escuela al trabajo y del trabajo a la casa, no puedes detenerte para nada en ese cronograma.
No tenía por qué ser tan explícita, no era idiota; aunque antes intenté tomarlo a la ligera para no alterarme y evitar una discusión. Mi mente había recibido muchos impactos y no me encontraba en condiciones de aguantar más reprimendas innecesarias de mi progenitora.
—Lo que quieras —dije esquivándola y caminando hacia la otra salida. Estaba agotada física y mental.
—¡Layla!, no he terminado de hablar.
Pero yo no quería seguir escuchando más reclamos. No era tan terrible lo que había hecho, no estaba llegando en la madrugada. Opté por ignorarla, era lo mejor para las dos.
—Voy a quitarme el agua salada de mi cuerpo, me incomoda —comenté tratando de mantener la paz mientras me alejaba dándole la espalda; yendo lo más lejos posible de Natalie y de su pésimo carácter.
Seguí mi camino hasta la piscina sin mirar atrás y al llegar, solo me quité los zapatos y me lancé. Mi madre cada vez se volvía más insoportable. Antes era más rebelde y ella más tolerante, incluso hasta despreocupada. Estaba tan molesta y cansada.
Owen también estaba molesto, recordé, tanto así que se había quedado a medio camino de regreso. Me preocupaba, no quería estar así con él. ¿Por qué teníamos que ser como perro y gato? Él me gustaba, admití, deseaba poder estar más cerca de él; pero nuestros temperamentos se interponían. Owen era demasiado temperamental y arrogante y yo era orgullosa y respondona, pésima combinación. Nadaba sin rumbo, sumida en mis pensamientos, cuando impacté con algo sólido, el impacto me detuvo en seco y reboté. Abrí los ojos como platos al fijar mi vista al frente y ver al Nefilim en el agua.
—¡Oh!, ¡Qué haces?, me asustaste.
—Lo siento, no fue mi intención.
Cuando pasó la conmoción del momento sonreí. Si él estaba aquí significaba que no estaba molesto. No iba a dejar que me sucediera otra vez lo mismo que con Owen. Basta de ser tan rabiosa y quisquillosa, no iba a seguir alejando a las personas que me importaban.
¿Persona? ¿Nefilim lo era? Decidí ignorar las dudas en mi cabeza y continuar con lo que en verdad me importaba.
—No me resultas repulsivo y no te temo.
Solté las palabras que no pude decirle anoche, era mejor sincerarme de una vez, antes de que surgiera algún inconveniente y no pudiera decírselo.
—¿Qué soy para ti? —demandó de pronto y me observaba con inquietante atención.
—A parte de mi salvador, eres mi amigo —respondí nerviosa. Me sentía intimidada bajo su intenso escrutinio.
—Entre todos tus amigos..., ¿qué lugar ocupo?
Me quedé pensativa, analizando detenidamente.
—Eres el más especial.
—Si no te hubiera salvado estarías conversando así conmigo..., tan tranquila —inquirió.
—No lo sé, quizás no; pero eso no es importante, las cosas se dieron así...
—Eres tan hermosa —me cortó de pronto, su mirada reflejaba adoración o eso me parecía. No estaba preparada para escuchar esas palabras de su parte, creo que nunca lo estaría.
Sus grandes manos se aferraron a mi cintura y me alzó un poco, dejé de mover mis brazos y mis piernas..
—Te veías incómoda tratando de mantener tu cabeza fuera del agua.
Se acercó a mí peligrosamente y cerré los ojos por instinto, esperando un beso de su parte. Sentí que mi cuerpo salía por completo del agua y se elevaba en el aire, poco tiempo después mis pies tocaban el suelo firme. Sus manos abandonaron mi cintura, un repentino aire frío me hizo temblar y cuando abrí los ojos él no estaba.
¡Maldito Nefilim!, me dejaste con las ganas y como una tonta: esperando un beso que nunca llegó.
¿De verdad esperé un beso?
El Nefilim comía carne cruda, era capaz de devorar hasta los huesos a un inmenso jabalí, ¿cómo podía esperar que su boca se juntara con la mía para algo romántico?, de hacerlo sería para devorarme y no precisamente de pasión.
¡Baja de esa nube, Layla!, un monstruo no puede amar a una persona.
¿Qué me estaba pasando?, en un momento estaba pensando en Owen y en lo mucho que me gustaba y poco tiempo después me encontraba deseando ser besada por un demonio. ¿Qué estaba pasando con mi cabeza? Mis hormonas me estaban jugándo una muy mala pasada, me sentía indigna por desear a los dos al mismo tiempo, no merecía a ninguno.
No podía seguir jugando a la doble cara de la moneda, tenía que decidir por uno de ellos o de lo contrario el juego se podía complicar y al final los tres íbamos a salir dañados. Si le daba entrada al monstruo podría lastimar a Owen o mucho peor, un estremecimiento recorrió todo mi cuerpo; si Owen resultaba lastimado por mi culpa jamás me lo perdonaría.