Enamorada de un Monstruo

Capítulo#16 ¡¿Estás bien?!

Capítulo 16  ¡¿Estás bien?!


Estaba mirando la TV cuando tocaron a la puerta.

—Adelante —aprobé distraída.

Mi respiración se cortó al ver a Owen.

—Vine como prometí, ¿estás lista?

Parecía distante y su mirada estaba apagada.

Asentí con un movimiento de cabeza.

—Pues vamos —ordenó frío.

Salí detrás de él sumisa. Owen estaba muy diferente, su actitud sombría no era habitual para mí. Salimos al exterior aún en silencio, me sentía incómoda y nerviosa.

—Espérame aquí un momento —dictaminó. Su voz arisca me asustó.

¿Qué le pasaba a Owen? Algo no iba bien, pero no tenía la confianza suficiente para preguntar abiertamente.

—Si no tienes ganas de enseñarme no te sientas obligado —hablé entre dientes, un poco enfadada y decepcionada.

Se detuvo, se giró un instante después y devolvió sus pasos intimidante; mirándome con demasiada intensidad. Cuando estuvo muy cerca de mí, tomó mi barbilla y la alzó.

—Yo no hago nada que no quiera hacer, rockera. Tu no eres el problema, el problema soy yo.

Definitivamente él si era todo un problema y uno sin solución.

—No entiendo... —comencé a decir desorientada.

—Olvida lo que dije, empecemos de nuevo—sonrió seductor—. Señorita, Layla; es un honor ser su profesor.

Soltó mi mandíbula y tomó mi mano, ¡y la besó!, para mi sorpresa. Me quedé pasmada; lo hizo como lo haría un caballero medieval: se inclinó con esa pose original de esa época, con su mano izquierda hacia atrás en la espalda baja y la flexión de rodillas apropiada, doblando el tronco; pero sin apartar su mirada pícara y seductora de mi rostro, con una media sonrisa arrogante. Definitivamente era un enigma bipolar, su estado de ánimo podía cambiar de norte a sur en cuestión de segundos.

Luego de comportarse como un caballero medieval me dio la espalda y se alejó erguido y seguro de sí; él me confundía y mis trastornadas emociones. Poco después detuvo el deportivo dragón que me regaló delante de mí y se bajó soberbio.

—Adelante —mandó.

Lo miré perpleja.

—¿Yo conduciré? —titubeé.

—Por supuesto, para qué esperar. Muévete, rockera; es para hoy.

Subí al puesto del conductor y él al de copiloto.

—Lo primero que tienes qué hacer es...

Comenzó a explicarme lo básico y yo lo puse en práctica, muy mal por cierto. Estaba súper nerviosa.

—Tranquila, sostén el volante con fuerza, pero no demasiada; relájate. Respira. ¡Cuidado!

—No puedo hacerlo —afirmé dramática.

—Tranquila, ten confianza en ti —me animó comprensivo. Lo miré de reojos por no perder la vista del camino. Cuando se comportaba amable me derretía, derrumbaba todas mis barreras.

Al aumentar la velocidad no podía controlar el volante. Él me ayudó ha estabilizarlo. Estábamos en carretera abierta.

—Soy muy mala —comenté pesimista.

—Nadie es bueno la primera vez, no te preocupes y concéntrate. Lo estás haciendo bien.

Sus constantes palabras de ánimo me renovaron la confianza. Estaba reclinado sobre mi lado derecho, demasiado cerca para mi estabilidad mental, su aroma a loción de afectar y a hombre poderoso me tenía drogada. ¡¿Cómo me pedía concentración estando tan cerca?!

—¡Layla!, concéntrate —me regañó.

—Okay.

Salí de la nube temporal en la que me había subido sola y puse toda mi atención en la lección. Lo hice más por recuperar mi dignidad y por demostrarle que era capaz. Ese hombre mantenía mis emociones como en una montaña rusa, me subía hasta el punto más alto y me dejaba caer.

—Lo tengo.

—Bien —aprobó con una sonrisa cálida—. Cambia de velocidad.

—¿Seguro?

—¡Has lo que te digo! —respondió impaciente.

—Bien —lo hice.

Luego de un tiempo conduciendo me sentí más segura, Owen lo notó, soltó el volante y se alejó. Me dejó sola y parecía confiado, se reclinó en su asiento y se cruzó de brazos. Era realmente temerario, relajarse de esa manera con una novata.

El tiempo pasó y el odómetro me confirmó que había avanzado bastante en kilometraje. Al pasar el tiempo sin ningún contratiempo me sentí una experta. De pronto un camión salió de la nada y se atravesó en mi camino, solté el volante al entrar en pánico. Me preparé para el impacto doloroso, pero no fue tanto como esperaba. Me sentí envuelta por unos fuertes brazos y amortigüé el golpe en el pecho ancho de Owen. La primera parte del choque, el impacto con el vehículo contrario, había pasado pero mi auto no se detuvo allí: derrapó, giró y se volcó.

Estando de cabeza miré pensativa el parabrisas agrietado por completo, pero aún en su lugar. No me explicaba cómo hizo Owen para reaccionar tan rápido y protegerme tan bien. No sentía dolor en ningún lado. Aún me tenía abrazada, a pesar de la posición anormal. Me quedé pensando en la manera tan ilógica en la que pudo mantenerse protegiéndome en la misma posición que yo estaba, cuando él no tenía nada que lo sostuviera como yo. ¿Eso era humanamente posible? Me pregunté aturdida.

—¡¿Estás bien?! —preguntó con evidente preocupación en su voz.

—Sí, ¿y tú lo estás? —Owen sí que recibió todo el impacto de lleno, estaba muy preocupada por él.

—Estoy bien —aseguró.

No lo creía posible. Owen se dio la vuelta con agilidad hasta quedar con los pies sobre el techo, me quitó el seguro de la hebilla, retiró el cinturón de seguridad y me tomó entre sus brazos. Me sacó del interior del auto sin dificultad. Una vez fuera me depositó en el suelo con cuidado y me examinó con atención y preocupación.

—¿De verdad estás bien?

Asentí.

—¿Puedes estar de pié?

Volví a asentir. Estaba temblorosa de pies a cabeza pero podía sostenerme.

Su expresión preocupada cambió, su rostro se endureció y sus ojos se oscurecieron. Me asusté con esa nueva actitud feroz e intimidante, retrocedí un paso atrás por instinto.

—Quédate aquí —su voz fue tan dura que mis ojos se humedecieron.

¿Por qué esa actitud violenta tan repentina?, ¿por qué me habló así? Me dolió en lo más profundo de mi corazón.




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