Enamorada de un Monstruo

Capítulo#20 No te detengas...

Capítulo 20 No te detengas... 

 

Me desperté gritando en medio de una pesadilla. Soñé que Nefilim me estaba estrangulando. Fue horrible, estaba agitada y sudorosa y tenía huellas de lágrimas en mi rostro. Caminé hacia el balcón, su puerta estaba bien cerrada, la abrí y salí, deseaba sentir aire fresco. No se porqué razón tuve una pesadilla tan desagradable. El sonido particular de las alas de Nefilim captaron mi atención. Se detuvo en el aire, a pocos centímetros por encima del balcón, no cargaba las pesadas cadenas, percibí con alivio.

—¿Por qué gritaste?

¿Me había escuchado? Era obvio que vino por ese motivo.

—Tuve una pesadilla.

—¿Qué te asustó? —preguntó atento.

—Tú

Se puso muy serio.

—¿Estás empezando a temerme? —inquirió con expresión sombría.

—No, solo fue una pesadilla, no te lo tomes personal.

—En los sueños se reflejan los temores más profundos —expresó dolido.

—No seas dramático y ven aquí.

Se asombró.

Le demostraría que no le temía en lo más mínimo con hechos y no con palabras.

Cuando estuvo a mi alcance lo abracé.

—Layla —murmuró mi nombre ronco.

Me separó de su cuerpo, pensé que se iba a marchar, pero atrapó mi boca con la suya. Jadeé por la sorpresa. Me besó como nunca lo había hecho, al menos despierta, tan profundo y necesitado. Su lengua grande invadía mi boca, posesiva. Recordé una mucho más grande y hundí más mi boca dentro de la suya con ganas. Me tomó por los glúteos y me alzó hasta quedar por encima de él, me aferré con mis piernas a su tronco y lo miré con ardor, su rostro me sedujo y sus labios me hipnotizaron. Sintiéndome atrevida descendí mi cabeza y lo besé apasionada, colando mis dedos entre sus cabellos y aferrándome a ellos.

Cuando me aparté para recuperar el aliento, me sorprendió encontrarme con una mirada tan brillante como la de un felino en la oscuridad; su piel de oro era asombrosa, todo él era una magnífica obra de arte o yo estaba demasiado enamorada y lo veía como la mejor maravilla del mundo. Me depositó en el suelo, pero yo me sentía en el aire. Me besó con verdadero fuego y me abrazó. Nunca imaginé que detrás de su coraza se escondía un amante ardiente.

Caminamos trastabillando hasta caer enredados en la cama. Sus huesos y garras habían desaparecido en todo su cuerpo, incluso los de su cabeza donde únicamente resaltaba su cabello largo y lacio que perfilaba su extraño pero atractivo rostro. Nos besábamos sin detenernos, con hambre de caricias. Estaba encima mío, pero de repente se alejó presto, me sentí dolida, no quería parar, lo deseaba fervientemente. Lo miré abstraída, tenía las alas abierta, era una visión espectacular y lo encontré tan atractivo que me costaba respirar.

—Te amo, Layla —expresó con voz demasiado ronca y gutural.

Me invadió una calidez muy grande por dentro. Acababa de confesar sus sentimientos por primera vez.

—Igual te amo, Nefilim.

—No puedo detenerme, quiero hacerte mía, esta es tu última oportunidad para rechazarme.

Yo no quería rechazarlo. Tenía un poco de miedo por lo que podía haber dentro de su pantalón, era inexperta en relaciones íntimas y él no era humano, ¿Qué tan inhumano podría ser su sexo? A pesar del temor que sentía, seguía deseando ser suya por completo.

—No te detengas... —le pedí.

Se aproximó felino y me besó con ardor. Su boca descendió despacio hasta mi cuello y repartió suaves besos y ligeros mordiscos a su alrededor.

Me arqueé y jadeé excitada.

Él tomó la parte superior de mi pijama y me la quitó, luego continuó con el pantalón. Quedé expuesta ante su mirada extraña y fascinante, portando como única vestimenta, mi ropa interior.

Quitó mi sostén y envolvió mis senos con sus grandes manos, los acarició por igual; nunca había sentido tanto placer en toda mi vida. Jadeé profundo, con la mente nublada.

—Eres mía, rockera —gruñó gutural.

Abrí los ojos de golpe, «¿escuché la palabra: "rockera"?». Solo Owen me llamaba de esa manera.

—¿Como me llamaste? —lo interrogué con los ojos entrecerrados.

—Layla, ¿como más podría llamarte? —aseguró.

Hasta en este momento tan íntimo pensaba en Owen, seguro lo imaginé. Lameó la punta de mi seno derecho y grité por la sorpresa.

—¿No te gusta? —preguntó confundido.

Me encantó.

—Oh, sí —jadeé.

Lo siguió haciendo, las sensaciones que provocaba eran indescriptibles. Mi mente se quedó en blanco: solo existía Nefilim, esta cama y yo.

Metió su mano por dentro de mi blumer y tocó mi parte más íntima, gruñó gutural.

—¡Estás empapada! —afirmó con voz gutural.

Se apartó, llevó las manos hasta el cierre de su pantalón y se me cortó la respiración.

El misterio estaba a punto de rebelarse...


Un tiempo después estaba sobre la cama tendida boca arriba (decúbito supino), exhausta. Le había entregado a Nefilim el tesoro más preciado de una mujer: mi virginidad. Estaba satisfecha, no pensé que entregarme a él iba a ser la experiencia más maravillosa de toda mi vida. Miré a mi lado y él descansaba tranquilo en la misma posición que yo, con el antebrazo derecho cubriendo sus ojos y la mano colgando.

—¿No estás dormida? —preguntó ronco.

Me sobresalté, pensé que estaba dormido.

—Aún no.

—¿Te arrepientes? —expresó dudoso.

—Jamás —enfaticé.

Retiró el brazo de su cara y se giró hacia mi. Su rostro quedó encima del mío. Tragué con dificultad.

—¿Segura? —inquirió.

—Segura —afirmé rotunda.

—Eres mía por toda la eternidad.

Lo sabía. Reencarnaría por siempre, una y otra vez, solo para estar con él. Acarició mi cabello con ternura. Era muy feliz estando así con él. Sonreí mimosa.

—¿Qué haces durante el día, dónde te escondes?

La curiosidad fue más fuerte que la razón.

—Eso es algo que no puedo decirte —respondió misterioso.

—¿Nunca lo harás?

Estaba dolida.




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