Enamorada de un Monstruo

Capítulo#22 Dolor.


Capítulo 22 Dolor.

 

—Alan, gracias por todo; puedes irte, tengo que trabajar.

—Pero no te puedo dejar así —protestó.

—Estaré bien, si necesito tu ayuda te llamo.

Me miró con indecisión.

—Está bien, aunque promete que lo harás.

—Lo prometo —aseguré con voz monótona.

Subió al elevador cabizbajo y se marchó.

Me quedé de pie observando las puertas cerradas del elevador, pensando. Las últimas palabras pronunciadas por Owen retumbaban en mi mente.

»—No me puedes ayudar, tú acabas de matarme.

«¿Tan profundo lo había herido?»

A juzgar por su expresión y su actuar así fue. El dolor de mi pecho no cesaba. Descubrir que lo amaba era un golpe muy duro, no sabía que demonios iba a ser de mi vida de aquí en adelante. Tenía unos deseos inaguantables de ir tras él, pero sabía que no debía. Todo lo que viví con Owen desde el mismo día en que nos conocimos, bueno o malo, pasó por mi cabeza como una película. Al final solo prevaleció lo bueno, a pesar de su carácter arrogante y autoritario había sido muy bueno conmigo.

Me decidí por irme para mi oficina, estaba descuidada con mis deberes, el trabajo y la vida personal no deben mezclarse. Me encaminé en la dirección correcta, arrastraba los pies desanimada, creo que luchaban independientes por retroceder y correr tras de Owen; pero la voz de la razón fue más fuerte que mi deseo más profundo.

En la noche:

Estaba tendida sobre el césped y a mi lado Bambi, echado. El ciervo y yo nos llevábamos muy bien a pesar de ser salvaje. Contemplaba el cielo estrellado con mis manos debajo de mi cabeza. El día de hoy lo había sentido demasiado largo y fue muy difícil... la expresión de Owen y sus palabras me seguían atormentando.

—¡Layla!, ¿qué haces aquí? —la voz fría, autoritaria y distante de Nefilim me asustó.

—¡Nefilim! —me incorporé rápido—. Estaba observando las estrellas —expliqué por decir algo. Me sacudí un poco la parte trasera por donde pude, cuando alcé mi mirada me impacté. Nefilim me miraba con dolor y rabia, de esa forma sí que me asustaba.

«¿Qué demonios le pasaba?»

—¿Te sucede algo? —pregunté.

—¿No tienes nada que decirme? —reclamó feroz.

¿Decirle...?, no. Estaba muy raro.

—No, ¿por qué? —negué hasta con la cabeza.

No tenía forma de saber que amaba a Owen, ¿o sí? Me alarmé.

—¡Layla!, ¡¡¡no juegues conmigo!!! —me estremeció de pies a cabeza su voz gélida. Creo que palidecí. Me sentí mareada.

—¿No lo hago? ¿Por qué estás así? —balbuceé.

¡No lo entendía para nada! Era un demonio, sin embargo no podía conocer mi vida. Además cuando Owen me besó no hubo ningún reclamo de su parte, recordé. Algo lo tenía molesto, ¿pero qué? Pensé en todas las posibles variantes, pero nada. No podía encontrar un motivo lógico para explicar su actitud.

Me aproximé a él conciliadora, pero para mi asombro, retrocedió.

—¿Qué hice?, explícame porque no estoy entendiendo nada —exigí.

—¿Tú me amas? —gruñó furioso.

No esperé que su respuesta fuera otra pregunta y una que me desconcertó.

—Sí, te amo —contesté sincera.

—¿Y solo me amas a mí? —inquirió con fuego en la mirada.

Me quedé paralizada.

No era el único que amaba, sin embargo no se lo podía decir. Estaba nerviosa y aturdida, nunca he sido buena para mentir y menos a las personas que amo. Me abracé a mi misma intimidada.

—Tu silencio y la expresión de tu cara me lo dicen todo, ¡no necesito escuchar tus palabras!

Su mirada fría y su gesto de dolor profundo me recordaron a Owen, mirando a Nefilim con detenimiento me di cuanta de ese detalle, que antes no había percibido. Quizás por eso me enamoré de ambos, tenían cierto parecido físico y de personalidad.

Nefilim extendió sus grandes alas rojizas y alzó el vuelo, quise gritarle que no se fuera, que lo amaba demasiado y que quería estar a su lado para siempre, no obstante nada salió de mi boca.

No me sentía digna de él ni de nadie porque no era capaz de amar únicamente a un hombre, mi corazón estaba dividido en dos mitades iguales, por eso no era capaz de decidirme por uno; la balanza estaba demasiado equilibrada y esa precisamente era la mayor dificultad.

—Bambi, estoy jodida.

Le dije al cervatillo con la vista fija en el horizonte por donde mismo dejé de ver a Nefilim, cuando lo busqué con la mirada no estaba. ¡Hasta tú me abandonas! Hoy no solo el día sería una eternidad, la noche prometía ser peor. Saqué mi celular y llamé a mi amiga. Enseguida contestó.

—¿Layla?

—Hola, Emma; ¿puedes pasar el día de mañana conmigo? Te necesito mucho, ven a la mansión.

—No voy a poder, estoy castigada; pero puedes venir tú si quieres —sugirió.

—¿Que hiciste? —pregunté intrigada.

—Si vienes te cuento.

—De acuerdo, pero no te aseguro nada, tengo que hablar con mi madre primero.

—¡Bien! —exclamó animada—. estaba aburrida.

Una idea se me ocurrió de repente. Caminé decidida hacia la mansión. Al llegar frente a la puerta de mi madre toqué despacito.

—Adelante —la voz cantarina y animada de mi madre me animó, estaba de buen humor, eso era una buena señal.

—Ah, hija; eres tú, ¿y ese milagro? Estás en la habitación contigua, sin embargo nunca vienes a verme—reprochó.

¿Hoy todos tenían algo para recriminarme? Definitivamente no era mi día.

—Lo siento —me fui por los suelos, tenía algo que pedirle y no quería enojarla.

—Está bien, se que aún no me perdonas...

—No es eso...

A pesar de todo lo malo agradecía haber venido aquí, había conocido a Nefilim y a Owen y, para bien o para mal, no me arrepentía. Ellos habían devuelto a la vida mi corazón marchito.

—Bien, ¿qué me vas a pedir, jovencita?

Ella sí que era directa.

—¿Me dejas pasar el fin de semana con Emma? —pedí.

—Voy a llamar a su madre, si ella está de acuerdo no tengo ningún problema. Se alejó para hacerlo, lo suficiente para no poder escuchar su conversación; esperé impaciente a que terminara de hablar. Escuché sus tacones repicar de regreso.




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