Enamorada de un Monstruo

Capítulo#23 ¡Aléjate monstruo!

Capítulo 23 ¡Aléjate monstruo!

 

Me fuí rápido antes de que me viera la tal Emma. Ella era la mejor amiga de Layla y se querían, no era capaz de causarle un trauma de por vida con la visión horrible de un monstruo como yo, así que me fuí a pesar de que me dolió soltar los labios tibios de Layla. No quise desprenderme de su cálido cuerpo, juro que no, pero fue necesario. La amaba como un demente, siempre lo hice la verdad; no obstante en esta ocasión era distinto, la amaba mucho más profundo y dolía endemoniadamente muchísimo más.

Divisé los techos altos de mi mansión y descendí veloz, normalmente tomaba gran altura para no ser percibido por ninguna persona. Era riesgoso andar por ahí y más aún si iba a la ciudad, no se qué demonios tenía en la cabeza al ir hasta la casa de su amiga. Me quedé en lo alto de la cúpula, sobre el techo redondo con forma de cono, pero ancho; no era fino y puntiagudo como el de las Iglesias. Tenía un espacio liso y redondo que había construido para mi descanso en solitario, esa parte era de cristal grueso aprueba de todo, tenía que soportar mi peso en el tamaño que estuviera.

Supongo que de esta posición en la que me encontraba y con mi forma actual parecía una gigantesca gárgola, de los pocos hombres que me habían visto cobrar vida, es decir: moverme luego de una larga etapa de meditación, había nacido el mito de que las gárgolas cobran vida al anochecer.

«¿En qué momento Layla dejó de amarme?»

«¿Desde cuándo está con Alan?»

«¿Me amó alguna vez?»

«¿Por qué se entregó a mí teniendo a otro en su corazón?»

«¿Era lástima lo que la impulsaba a decir que me amaba?»

Estaba enloqueciendo con tantas preguntas sin respuesta rondando por mi cabeza. Cuando la ví con Alan en el pasillo de las oficinas casi pierdo la cabeza. Tuve fuertes deseos asesinos..., pero me contuve.

«¿Qué si he matado a alguna persona?»

La respuesta es un Sí con mayúsculas.

A todo lo largo de mi existencia he matado a muchas..., tantas que no recuerdo el número exacto; pero no eran víctimas inocentes para nada, la única que sí lo fue era una de las anteriores reencarnaciones de Layla; pero fue un accidente. Uno que cargaba a cuestas como una maldición eterna y dolía; lastimaba como una daga a fuego vivo penetrando en mi pecho sin cesar, una y otra vez. Todos a los que les quité la vida eran seres despreciables, más monstruos que uno en sí; inhumanos y despiadados que se aprovechan de su poder para abusar, torturar y esclavizar a los más débiles. Un caso que recuerdo en particular por la gravedad de los hechos, fue el de Merry, ella fue una de las reencarnaciones de Layla del pasado.

Hace algunos siglos atrás había un hombre tirano, su pasatiempo favorito era capturar a jóvenes tiernas y puras para satisfacer sus deseos más libidinosos y enfermizos. Las encerraba en el interior de una lúgubre mazmorra y allí las violaba a su antojo, utilizando todo tipo de métodos impensables y crueles. Al final, si no morían de tantas perversiones y torturas crueles, les quitaba la vida y las enterraba en una fosa que tenía habilitada para ocultar para siempre, tales actos de crueldad absoluta.

Ese miserable pervertido se metió con la mujer equivocada, un día capturó a Merry. Yo no supe nada de ella en todo el largo día y al llegar la noche me preocupé mucho más por su inusual desaparición. Seguí su rastro utilizando la agudeza sensorial de mis sentidos altamente desarrollados, así la encontré y lo que presencié me enloqueció. Ella estaba atada de pies y manos sobre un tronco diseñado para actos lujuriosos, completamente desnuda bajo la luz tenue de la luna que entraba por una rejilla pequeña situada en el punto más alto de ese horroroso lugar. Gemía de miedo y se retorcía tratando de liberarse. Lágrimas silenciosas salían de las esquinas de sus ojos café y resbalaban a cada lado de su cabeza. Ella no había reparado en mi presencia en su esfuerzo infructuoso por lograr su libertad. El sádico hombre si lo hizo, vio mi enorme sombra reflejada a todo lo largo del suelo hasta trepar por las paredes y se volteó, al verme de frente abrió sus ojos aterrorizado.

—¿Qué demonios eres tú? —tartamudeó el maldito.

—Soy el demonio que vino a saldar cuentas por tus actos viles —sentencié hostil, utilizando el tono más grueso y tenebroso posible.

Quería hacerle sentir el verdadero miedo. Que experimentara en carne propia todo lo que le provocó a sus inocentes víctimas y mucho más si era posible.

—No lo volveré a hacer, lo juro —prometió aterrado. Se puso de rodillas temblando y suplicando mientras juntaba sus manos y las frotaba una y otra vez con desesperación; pero a mí no me conmovió en lo más mínimo.

—¡Y qué hay de las jóvenes que has mancillado? —espeté con rabia—. Ellas no tendrán la oportunidad de suplicar clemencia porque apagaste sus voces para siempre. Todas tus víctimas estuvieron en tu misma posición, sin embargo tú no las escuchaste.

—P-perdón, lo s-siento m-mucho de verdad, no me m-mates p-por favor, d-dame una última oport-tunidad. Cambiaré lo j-juro —suplicó arrastrado como la vil serpiente que era.

Me causaba repulsión ese sujeto despreciable, miré por detrás suyo por instinto y vi de nuevo a mi amada Merry en esa terrible condición y me enfurecí mucho más de lo que estaba; una cólera ciega me invadió por completo hasta el punto de anular mi razón. Corté los pasos que me separaban del sujeto y lo tomé por el cuello. El maldito se llevó ambas manos a esa altura tratando de liberarse, no obstante le fue imposible. Lo miraba como un depredador, pero aún no me decidía por cuál sería la manera más cruel y dolorosa de castigarlo por todos sus crímenes.

Era tan grande la ira que sentía que involuntariamente aumenté mi tamaño hasta el real, el hombre abría cada vez más los ojos hasta el punto en que se le llenaron de pequeñas venas rojas y siguieron aumentando su tamaño con el paso del tiempo. Su cara estaba totalmente roja, podría matarlo tan solo con romper su cuello con un simple movimiento de mi mano; no obstante quería que sufriera como mismo lo hicieron todas las jóvenes de las cuales abusó.




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