Enamorada de un Monstruo

Capítulo#24 Solo soy un monstruo.

Capítulo 24 Solo soy un monstruo.

 

Ella prometió que regresaría mañana, pero la espera era demasiado dolorosa. Mi mente viajaba en el tiempo, en zigzag y con ella no había vivido casi ninguna experiencia agradable. La única que realmente lo fue no significó nada para ella: cuando al día siguiente me presentó al hombre que en realidad amaba..., ¡y dolía!, dolía tanto imaginarla en los brazos de él que creía que moriría.

«Puede haber personas que digan: ¿Pero por qué no le cuentas de una maldita vez quién eres y se acabe la jodedera?» Pero es muy fácil opinar desde afuera, nadie a vivido o experimentado todo lo qué he pasado y he sufrido a lo largo de mi existencia. El que está dentro no tiene la misma perspectiva de la situación que el que la ve desde afuera. Nadie es capaz de saber con exactitud lo que otra persona está pensando o lo que sinceramente piensa. Mi larga vida, con númerosas reencarnaciones de Layla, me enseñaron a ser cauteloso con mi identidad; desde la primera vida cuando la conocí. Ella siempre despreció el demonio que soy, podría gustarle y hasta enamorarse de mi apariencia humana; no obstante siempre que me vio así, tal cual sucede cada noche sin excepciones, me tuvo gran miedo y me rechazó de inmediato.

Quería dejarla ser feliz con un humano, era lo mejor para ella; conmigo no podía tener una buena vida, no le podía ofrecer ser un humano para siempre y estaba por medio la promesa que le hice a mi padre. Eso era algo más que me impedía ser sincero con Layla, no podía ilusionarse con una vida que duraría poco. Owen debía desaparecer como humano sin dejar rastro. Pensándolo de esa manera era hasta mejor que amara a Alan, aunque me doliera un infierno. Cuando desapareciera para siempre no estaría triste y seguiría adelante con su vida.

Debía aceptar la realidad y alejarme de su lado como ambos, dejarla vivir una vida normal, común y corriente; ella se lo merecía, se lo debía. Mañana sería el último día que estaría cerca de Layla, la contemplaría desde la distancia sin atreverme a esperar nada de ella; así como siempre fue. Un humano no puede amar a un demonio, son razas que no se pueden mezclar.

De día humano y de noche monstruo, eso es algo que no puedo evitar, soy así, mitad humano y mitad demonio. Un híbrido que ronda la tierra por un castigo divino, solo por el simple hecho de haber nacido; pero el tiempo de su fin estaba demasiado cercano, en mi próximo cumpleaños tocaría su fin y sería libre de seguir a mi padre a su reinado eterno.

No era lo que quería, llevaba tanto tiempo sobre la tierra que para mí siempre sería mi verdadero hogar y aquí era donde estaba el eterno amor de mi vida; que aunque nunca me había correspondido igual quería seguirla desde lejos como en cada una de sus vidas pasadas, para cuidarla y protegerla. Aunque quizás la cosa que más la acechaba y que representaba el mayor peligro para su vida, seguía siendo yo. Esa noche de luna roja pude contenerme y recobrar la consciencia, pero por poco termino con su vida.

Sus palabras incomprensibles en mi estado irracional me hicieron sentir un calor extraño en el pecho aunque no las pude comprender, aún no se lo que dijo en ese instante que pudo ser el último de su existencia, quizás le habló a su madre o a Alan que era el hombre que ella amaba; no me atreví a preguntar después por temor a su respuesta.

Cuando la vi lanzarse al vacío frente a mis ojos, algo muy dentro se removió en mí interior y todos los momentos que pasé con ella me llegaron a mi cabeza como flash reflectores. Al principio no podía entender muy bien, pero de pronto todo se hizo claro y comprendí que si no me apresuraba la perdería de nuevo. Desplegué mis alas y volé tan rápido como una flecha y por suerte la pude alcanzar a tiempo. De no haberlo logrado jamás me lo hubiera perdonado. En mi inconsciencia la llevé hasta mi Isla y la solté en la torre más alta de mi castillo, eso debió ser demasiado aterrador para ella y más debido a que le temía a las alturas. Gritó espantada y su chillido estridente me lastimó los tímpanos.

—Basta, Layla —ordené aturdido, pero no me detuve. Tomé velocidad y altura de regreso a la cima de la torre y la deposité en el suelo con cuidado. Ver su expresión de horror me dolió demasiado.

—Lo siento, Layla; te hice mucho daño, sé que nunca me podrás perdonar, ni yo puedo..., ¡pero por primera vez, en toda mi larga existencia recupero la conciencia! Creí que era algo imposible..., y es debido a ti. Tú lograste que recuperara el control. ¡Tú hiciste el milagro!

Traté de explicar lo mejor que pude mi comportamiento animal, aunque sabía que nada podría justificar todo el daño que le había causado. Me miró a la cara temblorosa y abrió sus ojos demasiado, me observó con inquietante escrutinio a pesar del temor evidente que sentía.

—¡Estás lastimada! —expresé muy preocupado y me aproximé a ella para poder examinar su condición, pero Layla retrocedió espantada. Me detuve.

—Está bien que me temas, no obstante déjame ayudarte —pedí angustiado.

Me miró con desprecio marcado y luego cambió la vista hacia otra parte. Era evidente que prefería ver cualquier otra cosa que no fuera yo. Movió la cabeza de un lado a otro, en señal de negación, en ese momento deseé tener la capacidad de poder leer la mente. Miré sus heridas sangrando y sentí mucho dolor, era por mi causa que ella estaba en ese estado. Con la influencia de la luna de sangre no podía utilizar mis poderes para curarla, porque no sabía que tipo de consecuencias traería.

Me fui a buscar un botiquín de primeros auxilios que tenía guardado para ella, pensé en traerla de nuevo al castillo como Owen, sin embargo las cosas se dieron de esta manera brutal. (Como ella no sabía que era su amigo Nefilim no podía sanarla al instante si se lastimaba por casualidad, dice un refrán que hombre precavido vale por dos). Además creí que era conveniente dejarla a solas por un tiempo para que meditara y se calmara un poco.




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