Enamorada de un Monstruo

Capítulo#25 Hoy será la última vez.

 Capítulo 25 Hoy será la última vez.

 

La noche se me hizo eterna y no pude dormir con tantos recuerdos rondando mi cabeza. Amaneció y con la luz del día pude regresar a mi forma humana sin ninguna dificultad, lo hice después de volar hasta la tercera planta por el espacio circular. Por primera vez me animé a bajar a desayunar "en familia", casi nunca estaba por aquí a estás horas del día y cuando lo hacía ocupaba el tiempo para descansar. El mundo humano era muy ajetreado y me estresaba, más por el hecho de tener que ocultar mi otra identidad.

En realidad bajé para esperar a Layla, me había prometido pasar este último día a su lado; luego la dejaría libre de vivir su vida como le pareciera mejor y con quién quisiera, era una decisión tomada que no tenía vuelta atrás. Mucho me había dado, más de lo que podía esperar; incluso me entregó su cuerpo siendo un demonio y ese sería el recuerdo más extraordinario que guardaría de ella.

—¡Owen! —exclamó Natalie apenas entré al comedor, su voz estridente provocó dolor en mis oídos.

—Hijo, de haber sabido que nos acompañarías hubiera mandado a preparar lo que te gusta —habló Isaac, el humano que representaba el papel de mi padre.

—No es necesario, olviden mi presencia y coman como siempre —ordené.

—Hijo... —comenzó a hablar Natalie.

—¡No soy su hijo, señora! —interrumpí molesto a la madre de Layla, no le permitía a nadie entrar en confianza conmigo y no era un hipócrita; solo tuve una madre y aunque no la conocí en persona sé que dio todo su esfuerzo por traerme a la vida, aun cuando sabía que traer a un hijo de Lucifer al mundo significaba una muerte segura. Y a pesar de ello me tuvo, pensé con pesar. Igual supe que deseó poder criarme, sin embargo no pudo porque murió durante el parto. Por ese motivo no le permitía a ninguna mujer ocupar ese lugar.

—Lo siento —balbuceó intimidada.

Gruñí fastidiado.

—¿Sabes a qué hora regresa, Layla? —me encontré preguntando de modo inconsciente; la señora me miró con evidente sorpresa, pero sin atreverse a verme a los ojos.

—Mi hija fue a pasar el fin de semana en la casa de una amiga, supongo que vendrá mañana en la tarde o por la noche.

Me molestó su respuesta.

«¿Quizás Layla me engañó?» Supuse de inmediato.

Me paré enojado, se me habían quitado las ganas de estar aquí pero cuando iba a salir Layla entró. Nos quedamos mirando, ella abrió la boca por la sorpresa.

Había sacado conclusiones apresuradas. Normalmente era racional e intuitivo, no obstante cuando se trataba de Layla todo resultaba caótico y me volvía inestable e inseguro.

—¡Owen? —preguntó como si creyera que era un fantasma y necesitara una respuesta de mi parte para confirmar que no lo era.

—Hola, rockera —sonreí ladeado, burlón.

Tenía que poner un escudo para que Layla no descubriera cuanto me importaba. Irónico, mordaz, altanero, despectivo: ya sea con actitud de desprecio o de indiferencia; eran las formas más comunes de dirigirme a ella para ocultar mis verdaderos sentimientos.

—Hija, ¿qué haces aquí? —preguntó su madre sorprendida.

—Recordé que tenía cosas que hacer — respondió vagamente, esquivando la mirada de su progenitora.

—Siéntate a desayunar con nosotros, pequeña —le ofreció el hombre que ocupaba el puesto de mi padre como fachada. La familia Moore me había servido durante varias generaciones. Ellos eran los únicos que conocían mi secreto en la actualidad. En mi larga existencia había ocupado el papel de padre, hermano e hijo debido a mi apariencia invariable.

Me preguntaba hasta qué punto jugaba la vida conmigo, en esta vida me habían propuesto no encontrarme con la chica que amaba y ella cayó del cielo ante mis pies, literalmente. Justo el humano en el que más confiaba se había fijado en la madre de ella. Tal vez el matrimonio de esos dos no se hubiera concretado y menos en un período tan corto, pero al ver por casualidad una foto de Natalie junto a su hija caer de su cartera por accidente a mis pies, no pude evitar que se avivara la obsesión antaña y moví todas las fichas a mi antojo para traer de inmediato a la madre junto con la hija a mi mansión.

Sabía de sobra que no debía involucrarme con ella, mi presencia nunca le trajo nada bueno y siempre me despreció y me tuvo miedo al saber lo que era en realidad; no obstante a pesar de todo, no pude evitar caer en el mismo error. Era como si él destino se empeñara en presentármela solo para hacerme sufrir y repetir el mismo error, una y otra vez. Me había engañado diciéndome que únicamente la observaría desde la distancia y la mantendría a rayas en esta ocasión; sin embargo llegué inclusive a tener relaciones íntimas con ella. ¡No me arrepentía!, cómo arrepentirme de la mejor experiencia que he tenido en todo lo largo de mi miserable existencia; no obstante después de haber conocido el cielo, tenía que retirarme de vuelta al infierno.

—Sí, señor —sonrió nerviosa, parecía confundida o desorientada.

—Hijo, ¿te vas a ir o vas a quedarte con nosotros?

Estando ella aquí el mal humor que tenía se acababa de esfumar de repente. Sin decir palabra retrocedí y ocupé mi puesto.

—¿Qué tienes que hacer tan importante que no puede esperar a mañana? —indagó su madre, sin dejar de comer.

—Son cosas de la escuela, madre; no te preocupes.

Sabía que venía por mí, bueno por Nefilim para ser más exacto; pero no pensé que lo hiciera tan temprano; a pesar de mi impaciencia por la espera y de mis esperanzas, tenía claro que sólo en las noches podía tener los encuentros furtivos con mi otra identidad.

—¡Estás pálida! —afirmó su madre con preocupación.

La miré y noté que en verdad lo estaba. Me preocupé.

—Me bajó la azúcar, estaré bien después de comer —respondió entrecortada.

—¿Segura, querida? —insistió su madre con preocupación.

Layla asintió.

Saqué un caramelo de los que guardaba para ella, eran de rápida absorción y apropiados para su problema de glucemia.




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