Enamorada de un Monstruo

Capítulo#28 Rockera boxeadora.

Capítulo 28 Rockera boxeadora.

 

Era lunes, día de escuela, llegué temprano y me quedé conversando con mis amigos en las bancas de enfrente. Éramos un grupo grande, al menos la mitad de mis compañeros de aula, unos estaban de pies y otros sentados. El centro de atención era Ricky, el chico era muy extrovertido y sus bromas rayaban en la obscenidad. Contaba cosas absurdas en modo de chiste, asuntos de la intimidad que le sucedieron a sus ex parejas, era un vulgar charlatán, contaba cosas que no debería contar. Jamás podría fijarme en chicos que hablaban de cosas íntimas con cualquiera.

—Layla, ¿en qué piensas? —susurró Alan.

—En nada —mentí para no hablar mal de nadie.

—Ricky se pasa, es mi amigo y todo pero no comparto sus mismas ideas —aclaró.

Alan era un chico muy inteligente e intuitivo. Hablábamos bajo, muy cerca para podernos escuchar. Estábamos sentados en la misma banca, uno al lado del otro.

—Es un charlatán —expresé mi pensar, animada por sus palabras.

—Quiéres qué entremos primero, no tienes por qué seguir escuchando sus estupideces.

Asentí. Nos levantamos y abandonamos el grupo con discreción.

—¿Hiciste el trabajo individual que dejaron de Biología?, hoy hay que entregarlo y es el primer turno.

—¿Trabajo...?, ¡oh no!, lo olvidé.

—Lo imaginé, últimamente estás en las nubes, no te preocupes, hice otro para ti.

—¡Gracias!

Le agradecí sincera, no sabía siquiera que tenía un trabajo pendiente. Alan era muy atento. Había resultado ser un excelente amigo y lo apreciaba.

—Tienes que poner más atención —aconsejó mirándome fijamente.

—Lo sé.

Alan se acercó demasiado de pronto y me contraje. Se encorvó y bajó la cabeza hasta casi quedar a la altura de la mía. Apreté los labios por instinto y arrugué el entrecejo. Movió su mano derecha por encima de mi cabeza.

—Tenías una hoja en el cabello.

Me la dio con una radiante sonrisa y me relajé. Respiré aliviada, no me había dado cuenta que había contenido la respiración.

—Oh.

Fue el único sonido que emití, no sé que dientres imaginé. Alan solo me veía como una buena amiga y estaba muy agradecida por eso.

Entramos al salón de clases y después de ocupar nuestros respectivos asientos me extendió un portafolio.

—Es tu trabajo.

—Bien —lo tomé—, al menos lo leeré.

Asintió. Éramos los únicos en este lugar, aún faltaba un poco para la hora de iniciar las clases.

Al rededor del medio día me fuí para la empresa y almorcé en el comedor del personal antes de subir para la oficina. Mi relación con todos era buena, aunque hoy Karla no me saludó y su mirada de reojo me incomodó todo el tiempo.

Los estudiantes de prácticas formamos un grupo aparte de los mayores y fuimos los últimos en terminar por estar conversando de cosas triviales. Todos parecían divertirse excepto yo, creo que siendo la más joven del grupo (para ser sincera era la más joven de todo el personal de la empresa), era la más apática y callada; solo me limité a escuchar, observar y sonreír formal de vez en cuando. Después de terminar caminamos juntos hasta los ascensores, al abrirse las puertas del que estábamos esperando, Karla me empujó con brusquedad y se adentró indolente, perdí el equilibrio tras el impacto, pero unas firmes manos impidieron que cayera.

—Soy bueno atrapando la pelota —bromeó Aran sonriendo.

Me incorporé.

—Lo siento.

—No fue tu culpa, no eres tú la que debería pedir disculpas —miró a Karla significativamente. Al parecer también notó que fue ella quién me empujó.

—No importa, seguro fue por accidente —le dije restándole importancia al incidente.

Llegamos a las oficinas y cada cual tomó la dirección de su puesto.

—Buenas tardes, Layla.

—Hola, ¿cómo estás, Darién?

—Bien —sonrió jovial—, ayúdame con el balance general y has una lista de los ingresos mensuales, una de los gastos fijos de cada mes y otra de los gastos que varían cada mes.

Mi tutor me orientó la primera actividad. Luego de su explicación comencé a trabajar, un tiempo después me entró ganas de orinar y salí rápido en dirección de los sanitarios. Apenas salí del cubículo, que había utilizado para hacer mi necesidad biológica, me encontré con Karla. Su cara era de pocos amigos.

—¿Te sucede algo? —le pregunté con el ceño fruncido. Tuve que alzar mi cabeza para mirarla al rostro porque ella era más alta. Los tacones no contaban porque ella traía unos tan altos como los míos.

—Te traté como amiga, pero tú te reíste de mí —espetó.

¿Qué demonios le sucedía a esa chica?

—¿De qué hablas? —pregunté sorprendida.

—¡No te hagas la tonta!

De verdad no entendía nada.

—¡Qué? —exclamé en tono de pregunta, aún no podía creer que esa chica me estuviera tratando tan mal.

«¿Por qué estaba tan agresiva?»

—Te confesé como amiga, que estaba enamorada de Owen e incluso te pregunté si sentías algo por él y lo negaste rotundamente, pero resulta que fuiste más osada y le caíste con todo el arsenal guardado de seducción barata.

—¡No es cierto! —negué ofendida.

Y en verdad no eran ciertas sus suposiciones, esquivé a Owen por mucho tiempo, pero nos ganó la atracción y quizás: el sentimiento. De mi parte estaba segura de lo que sentía pero de la de él, no.

—¡No te hagas la santa porque en verdad eres una zorra!

—¡Sin ofender!, si soy algo de Owen o no eso no es tu asunto, no eres nada de él —espeté enojada.

La chica abrió mucho los ojos y enrojeció de furia. De imprevisto se me tiró encima y me agarró por los cabellos, tiró con fuerza hasta arrancarme un chillido de dolor.

«¿Por qué las mujeres siempre tienden a agarrarse de las mechas cuando pelean? ¿Es que no existe otro sitio?»

Utilizando mi conocimiento básico de defensa personal le apliqué una zancadilla y, por suerte, me soltó antes de caer estrepitosamente al suelo. No perdí el tiempo, me encaramé encima de ella como si fuera un jinete y cerré mi puño con fuerza en lo alto, pero cuando lo iba a estampar en su cara traslúcida alguien sujetó mi mano por detrás; levanté la mirada frustrada y mi asombro no tuvo límites.




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