Capítulo 29 Cuídala cuando me vaya.
—¡Cálmate!, déjame terminar de hablar exigió impaciente.
—No te quiero escuchar, ahórrate las escusas...
—¡Ella no me gusta como mujer!, si es eso lo que te preocupa —gritó colérico.
—¡Entonces cómo? —demandé sarcástica, aunque era un sarcasmo bastante doloroso para mí.
«¿Cómo más podría gustarle una chica joven y hermosa?», no me iba a venir con el cuento de que era como una hermana menor porque no lo creería. No era tan estúpida.
—Como una madre —respondió para mi sorpresa.
¡¡¡Qué!!!
Lo miré perpleja, ¿estaba bromeando? No estaba para chistes de mal gusto.
—¡Eso es absurdo!
—Ella tiene el mismo rostro que mi madre biológica —me contó con un gesto de profunda tristeza.
Entonces era porque se parecía a su madre. Eso tenía algo de sentido.
—Y tu mamá..., ¿dónde está?
Acababa de ser plenamente consciente de que no conocía nada sobre la vida personal de Owen.
—Muerta.
Fue demasiado directo. Me impactó.
—¡Oh!, lo siento —admito que no esperé esa respuesta, imaginé que cómo sus padres estaban divorciados ella se había marchado; pero nunca se me ocurrió que hubiera fallecido. Los ojos se me aguaron con pesar, me dolía por él. Owen me secó las lágrimas con los dedos gordos, rectos para arriba y moviéndolos hacia fuera alrededor de mis párpados inferiores.
—Fue hace mucho tiempo..., ya lo superé, no te sientas mal por mí. No me gusta verte llorar.
Imagino que el dolor de perder a una madre nunca se supera; uno se acostumbra y sigue adelante, pero superarlo, jamás.
—¿Sigues molesta? —indagó tras mi silencio reflexivo.
—No —respondí sincera. Cómo seguir enojada después de semejante confesión. Me sentía triste por su pérdida, estaba afectada y conmovida porque por primera vez me hablaba sobre su vida personal.
Me besó de pronto. Me tomó por sorpresa, pero lo acepté. Se apartó despacio. Fue demasiado especial, inexplicable todo lo que me hizo sentir.
—Lo siento por causarte daño aunque sea de forma indirecta —se disculpó repentinamente y me conmovió. Owen no era de los que admitían su falta con facilidad, de eso no me cabía dudas; sin embargo ante mí se estaba mostrando más abierto y sensible (aunque de verdad creí que esa última palabra jamás podría asociarse a él, al menos hace un tiempo atrás jamás se me hubiera ocurrido).
—No es tu culpa —expresé comprensiva.
Mi estado emocional había dado un giro inesperado.
—De alguna manera lo es —insistió pesaroso.
—Karla solo está enamorada, celosa y resentida; de ninguna forma es tu culpa.
Enlacé su fuerte cuello con mis brazos, aprovechando que estaba inclinado hacia mí, y lo besé atrevida.
—Si sigues con esto perderé el control —gruñó gutural.
—¿Tanto me deseas? —pregunté juguetona, con un toque sensual.
—¡Como un demente! —exclamó ronco y gutural.
—Sería incorrecto hacerlo en tu oficina.
—¡Qué me importa lo que es o no correcto! —exclamó visiblemente excitado. Sin dudas el instinto animal se había apoderado de su cordura.
Owen me besó profundo y rodó mi falda hasta la altura de mis caderas...
....y allí mismo, sobre su escritorio de trabajo, me hizo suya una vez más.
Esa noche no supe si Nefilim estuvo en mi habitación o no. Dejé la puerta del balcón abierta en señal de bienvenida, sin embargo me quedé dormida muy temprano. A la mañana siguiente desperté con el sonido de la alarma y la quité con pereza, me levanté soñolienta y cansada a pesar de haber dormido la noche entera. Saber que era de día me molestó, pero la principal razón por la que me sentí de esa manera, fue porque anoche no vi a Nefilim.
Tenía que darle un stop a Owen, no podía descuidar a mi amado Nefilim.
Decidí que hoy me mantendría alejada de Owen y esperaría la llegada de Nefilim en la noche.
Después de cenar con mi madre y su esposo me excusé y me retiré, subí las escaleras de prisa e ilusionada. Eran como las 8pm, la noche estaba muy oscura así que probablemente Nefilim me estuviera esperando en mi habitación. Abrí la puerta con precipitación y entré.
—Hola, Layla.
—Hola... —a pesar de que lo había esperado con tanta ansiedad me corté cuando lo vi.
—Vine más temprano para poder verte despierta.
—Lo siento por lo de ayer —me apresuré a disculparme.
—Tu sueño era plácido y me fui apenas te vi así.
Él en cambio, le restaba importancia al incidente. Era demasiado atento y comprensivo, su forma de ser conmigo me hacía sentir peor.
—Me hubieras despertado —expresé sintiéndome culpable.
—No iba a interrumpir tu sueño.
Nefilim era demasiado considerado.
—Estoy feliz de que estés aquí —Quería demostrarle lo mucho que me importaba.
Caminé hasta llegar a su lado y me eché sobré su cuerpo.
—¿Tanto me extrañaste? —inquirió satisfecho.
Había recuperado la confianza en mí.
—¡Mucho!, no imaginas cuánto —exclamé efusiva.
—Igual te extrañé pequeña, soportar el día..., fue demasiado difícil.
Su rostro reflejaba ternura. Alcé mi cabeza y lo besé, Nefilim me correspondió con vehemencia. Esa noche estaba dispuesta a entregarme a él... y lo hice.
Pocos días después.
Mi amigo Alan me pasó un mensaje de texto, decía que me esperaba en la recepción, estaba tan ocupada que demoré un poco en leerlo; luego de hacerlo guardé la información, cerré todas las pestañas abiertas y al quedar en la pantalla del escritorio me quedé absorta mirando la imagen de fondo: tenía la misma playa donde celebré mi cumpleaños junto a Nefilim. Cerré sesión de Windows y me puse de pie.
Salí sin pedir permiso, no tenía intención de demorar. Iba porque me pareció extraño que Alan me estuviera esperando abajo, no era algo que acostumbrase a hacer. Tenía curiosidad, si no fuera algo importante me lo habría dicho por teléfono, él sabía muy bien que yo estaba trabajando y no podía perder el tiempo en boberías.