Enamorada de un zorro 2 | Saga: Kitsune

CHP 11

                                                                                              

Hace miles de años existió uno de los ángeles más fascinantes que haya podido existir. El ángel Samael, el arcángel de la muerte…       

Samael es el encargado de destruir a aquellos hombres y mujeres que no se arrepientan de sus pecados, todo a base de la voluntad de Dios, el supremo. Samael por naturaleza no podía desobedecer las órdenes de Dios ni dar un juicio propio, es decir, todas las órdenes las daba el supremo. Samael no era considerado un ángel del bien, pues el no conoce la diferencia entre el bien y el mal, conocido por acusador y seductor.

-Samael…te tengo un trabajo –Dijo el supremo–  Iras a la tierra, allí buscaras a este hombre –Uno de los querubines le muestra una foto del sujeto y Samael la toma –Su nombre es Venicio Lacotoure, en menos de una mes  ha cometido más pecados que un humano cualquiera.   

-La voluntad de Dios es la voluntad de los arcángeles –Dice el ángel mientras se arrodilla, despliega sus alas y segundos después está cruzando el puente entre la tierra y el reino de los cielos.

Gracias a sus poderosas alas tardo solo segundos para cruzar la línea divina, aquella línea por la que pasan los humanos que no se arrepienten de lo que hicieron en su vida, que no se arrepienten de haber hecho feliz a los demás a pesar de ellos no haberlo sido.

Samael surco los cielos de la tierra con rapidez, si algo tenía el ángel es que le gustaba acabar con sus víctimas rápidamente. Su lema era…Una escoria menos, un estorbo menos…

No se preocupó por que los humanos lo vieran, han dejado de ser tan creyentes que los más seguro es que creyeran que era falso, un montaje. Localizo a su víctima a unos metros de distancia degollándole la garganta a una pobre mujer que iba pasando y se preguntó… ¿Que tanto rencor debe tener un humano para hacer este tipo de actos?

Pero la respuesta era clara, no importa que tanto hallas sufrido los demás no deben pagar por tus problemas… Descendió de los cielos a unos pasos de aquel hombre, su cuerpo emanaba un olor que al le resulto muy conocido, un olor desagradable para los ángeles y el mismísimo Dios, pero menos para él.

Azufre

-¿Viniste por este cuerpo? –Dice el hombre aun de  espaldas hacia Samael, el cuerpo de aquella mujer estaba inerte en el suelo, luego vería que haría con aquella mujer.

-Demonio… y si mejor dejas el cuerpo del humano y te enfrentas a mí con tu verdadera apariencia –Dijo Samael. Para los ángeles estaba prohibido lastimara un humano inocente, él no podía tocarlo mientras que no revise los recuerdos de Venicio Lacotoure.

-Buen intento angelito –Dijo el demonio mientras reía con sorna – No me sacaras de aquí…el alma de este hombre cayo en la depravación mucho antes de que yo tomara su cuerpo, simplemente le hice un pequeño favor y lo ayude con su sufrimiento

-Te comiste su alma –Dijo el ángel aparentemente interesado. – ¿Porque cayo en la depravación? –Dijo tratando de sacarle información al demonio

-No lo sé…creo que mato a su familia o algo así, nada de importancia –Alzo su mano en señal de desinterés y miro a el arcángel que lo veía tranquilamente –Me sorprende que no estés molesto, cualquier otro ángel ya estuviera desenvainando su espada para cortarme la cabeza –ríe.

-No soy como cualquier otro ángel…-Dijo cruzándose de brazos.

-Ya veo… ¿sabes? No entiendo por qué siguen las órdenes del Supremo –Enfatizo la última palabra haciendo comillas en el aire lo que hizo que el ángel alzara su ceja confundido –Todos ustedes son sus marionetas –Ríe – No importa si sigues las reglas del bien o del mal, no importa si eres un pecador o no, de igual te condenaras…

-No sabes lo que dices –Dice Samael empezando a desesperarse por el agravio del demonio.

-No importa si eres un ángel o un demonio, ambos son pecadores, todo el mundo es pecador, aquella mujer a simple vista puede parecer una santa pero tiene más demonios juntos que el mismísimo infierno –Dijo mientras veía molesto a la mujer, a su vez haciendo dudar a Samael.

-La pregunta ahora es… ¿Seguirás las reglas del bien o del mal Samael? –El demonio miro con trémula al ángel.

Samael pensó bien en sus palabras, ambos bandos estaban equivocados, el reino celestial nunca ha tenido piedad con los seres humanos, juzgan mal a la persona y su muerte se vuelve inmediata, por otro lado estaba el reino demoniaco que solo usaba a los humanos para su propio beneficio, satisfacción sexual, para apaciguar el aburrimiento, para utilizarlos y un sinfín de cosas más… Ambos reinos siempre han estado en guerra y en medio siempre han estado los humanos

-¿Y bien? –Dijo el demonio mientras lo miraba fijamente.

-Seguiré mis propias reglas –Dijo el ángel decidido mientras desenvainaba su espada, el demonio sonrió malicioso y a la vez satisfecho por la decisión del ángel.

-Los rumores eran ciertos…tú y Azazziel son los enigmas del reino celestial...mi rey –El demonio extendió sus brazos y con una sonrisa recibió la espada de Samael. Inmediatamente el cuerpo de Venicio empezó a marchitarse junto con el demonio que llevaba dentro.

La espada de Samael contiene veneno en la punta, un veneno que puede destruir lo que sea, al matar a sus víctimas con su espada desparecen sin dejar ni un minúsculo polvo de su existencia.

-No compares a un traidor con un Dios… -Dijo finalmente para expandir sus alas y regresar al reino celestial. En su vuelo presencio a la humanidad desde el cielo, aunque le dolió aceptarlo el demonio tiene razón, ambos reinos han hecho las cosas mal, tenían plan en su cabeza, sabia las consecuencias de aquello, solo necesitaba un empujón para ponerlo en marcha. Y ese empujón se lo daría su padre, el supremo…

Ingreso al reino de los cielos y en la entrada de –Betel –  le ordeno a un ángel guardián que fuera por el alma de la mujer que murió a manos del demonio.




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