Llegué a la escuela a muy temprana hora, caminé hasta llegar al salón y me senté para poder deleitarme con mi desayuno.
—Hey, hola —me saludó un chico y desconocía su nombre. Es más, ni siquiera recordaba haberlo visto ayer que fue el primer día de escuela.
—Hola —sonreí amablemente.
—¿Viniste ayer?
—Ehh, sí.
—¿Puedes pasarme los apuntes?
—Por supuesto —le entregué los cuadernos.
—¡Pero que descortes soy! Me llamo Noah.
—Karolina, con “K” —estrechamos nuestras manos.
—Mucho gusto.
—Igual.
Sonrió y le tomó fotos a los apuntes, después me entregó los cuadernos y sonrió nuevamente.
—¿Tengo cara de chiste o porque estás sonriendo tanto? —fruncí el ceño.
—No es eso, tu rostro me parece familiar.
—Ya empezaste mal, hermano —¡conozco esa voz!
—Y tú, ¿quién eres?
—Zev —mis mejillas adquirieron un tono rojizo al mirar los ojos verdes de aquel chico.
—¿A qué te refieres con que empecé mal?
—Nunca debes de decirle a una chica que su rostro te parece familiar. Mucho menos si deseas conquistar a esa chica.
—En primera no quiero conquistarla…No por el momento —me guiño el ojo logrando que mis piernas flaquearan —y en segunda, ¿quién te crees? ¿El rey de las conquistas? —reí levemente.
—No sé si sea el rey, de lo que estoy seguro es de que tú no tienes tacto para tratar a las chicas.
—Y eso, ¿a quién le importa? Vete por donde viniste, a ver si de paso aprendes a no meterte en lo que no te importa —el tono de Noah parecía molesto y empecé a preocuparme por la situación.
—¡Amor! —exclamó la chica que soltó los alocados gritos ayer.
Zev miró a su novia con admiración, le lanzó una mirada furiosa a Noah y se marchó sin si quiera voltearme a ver.
—¿En que estábamos?
—En que mi rostro te parece familiar.
—¡Ahh, sí! ¿Practicas algún deporte?
—Estaba en el equipo de corredoras del colegio, ¿y tú?
—¿Estás jugándome una broma? —negué. —También estaba en el equipo de corredores, fue gracias a eso que obtuve la beca para poder entrar aquí.
—Debes ser muy buen corredor para que te hayan dado la beca.
—Hago lo que puedo —sonrió nuevamente y se encogió de hombros —¿Qué te parece si un día de estos salimos a correr?
—Suena bien.
—¿Es una cita?
—Es una cita deportiva —afirmé —por cierto…
—¿Sí?
—Hoy tendremos clase deportiva y no creo que puedas moverte con ese pantalón —llevaba el pantalón formal, en vez de llevar el pans.
—Me ha tocado hacer deporte en peores condiciones, así que no te preocupes —rascó su nuca perezosamente y asentí.
La primera, segunda y tercera clase del día fueron las de cálculo diferencial, ¡qué aburrido!
El receso llegó y no tenía planes de salir del salón.
—¿No vas a salir? —preguntó Noah amablemente y negué —¿por qué?
—Ya desayuné y hace tanto calor que no me apetece salir.
—Entonces yo tampoco saldré —se sentó en su mesabanco.
—¿Por qué?
—No voy a dejarte aquí sola.
—No desperdicies tu receso quedándote conmigo.
—Te aseguro que no será un desperdicio —y de nuevo mis mejillas adquirieron un color rojizo. —Cuéntame de ti, Karolina.
—No hay mucho que contar.
—¿Tan mal te caigo?
—¿Qué? ¡No me caes mal!