Me despedí calurosamente de Noah y ya estaba gruñendo internamente porque Zev estaba esperándome, la profesora de artes siguió insistiendo en que le diera asesorías «es tan patético que necesita asesorías en arte, ¡en arte!».
No podíamos reunirnos en la biblioteca porque las asesorías eran de pintura y podían suspendernos de la escuela si dejábamos un rastro de acuarelas en las mesas de la biblioteca escolar, no iríamos a mi casa porque Zev me irritaba tanto que mamá terminaría regañándome frente a él por mi impaciencia y no estaba dispuesta a darle el gusto al chico de ojos verdes, así que la última opción fue asistir a su casa, donde me encontraría a la odiosa de Caroline y conocería a los padres de esos hermanos que tanto me fastidiaban la existencia.
Noah era bueno fingiendo, pero no lo suficiente para alguien que percibía las cosas con tanta velocidad como yo, en el fondo él estaba molesto por mis encuentros con Zev, pues esas asesorías eran los motivos por los que no podía asistir a las clases de manejo con Noah «su papá le regaló un auto clásico por su cumpleaños y en vez de alegrarse por lo mucho que le facilitaría la vida, lo primero en lo que pensó fue en enseñarme a conducir, tenía 17años y ni siquiera sabía encender un motor».
Sin duda alguna lo mejor que pudo pasarme en el instituto fue haber conocido a Noah, jamás olvidaré el día en que me pidió mis apuntes, ¡ese día comenzó todo!
—¿Lista? —bramó Zev a mi lado con indiferencia y rodé los ojos, hasta para eso era un ogro.
—Ya qué —alegué.
—Vámonos —intentó abrirme la puerta del auto y lo detuve, estaba tan atolondrada por él, que un mínimo acto de amabilidad podía significar la gloria para mí.
—Ni lo intentes —espeté —yo puedo sola —lo empujé de lado y abrí la puerta para ingresar al auto y después azotarla.
Su rostro delató impresión y lo entendí, me la pasaba diciéndole lo maleducado que era y cuando por fin decidía ser amable, impedía que lo lograra.
El auto olía a menta y a un ligero rastro de su fragancia masculina, miré en todas las direcciones mientras él ingresaba al auto y estuve a punto de vomitar cuando miré un paquete de preservativos en el cenicero del auto, ¿acaso Bianca y él lo hacían en el auto? ¡Ayyy, por Dios!
Mis pensamientos comenzaron a tornarse tóxicos y cuando ingresó al auto, enfoqué mi mirada al exterior, no me animaba a mirarlo a los ojos, no al imaginármelo tirándose a Bianca.
Era tan estúpida que a veces me costaba asimilar que alguien tan inteligente académicamente como yo, pudiese ser tan idiota en cuestiones sentimentales.
No entendía cómo mi corazón se derretía por alguien como Zev y es que mi cabeza se preguntaba qué tan diferentes podrían ser las cosas si en mi corazón estuviese tatuado el nombre de Noah en vez del de Zev.
Sabía que pensar en eso me convertía en una estúpida considerando que Noah era mi mejor amigo y que entre los amigos no existían relaciones amorosas, pero él me trataba tan bien en todos los sentidos que no dejaba de pensar en lo que podría haber ocurrido entre nosotros si nos hubiésemos coqueteado mutuamente desde el principio, en vez de proclamarnos como mejores amigos hasta la eternidad.
Nada cambiaría entre nosotros en este punto de nuestra amistad, pero de vez en cuando me gustaba fantasear por lo que podría ser y no era, creo que todos en algún punto de nuestras vidas lo hemos hecho.
Dejé de pensar en lo triste que era mi vida sentimental y enfoqué mi atención en el camino que estábamos tomando para llegar a la casa de Zev.
Las casas eran muy sencillas, pero los autos y decoraciones exteriores, parecían ser muy lujosos, cosa que me causó intriga; pensaba que esos hermanos vivían en un basurero y por eso Caroline había conquistado a papá, pero viendo el área en la que vivían, se notaba con lejanía que lo último que esa familia necesitaba era dinero «al esa menos era mi perspectiva previa a introducirme un poco más en la vida de Zev, pues en cuánto conocí a sus padres, comprendí demasiadas cosas».
—Llegamos —anunció.
Aparcó el auto en el exterior de la casa que tenía la mejor fachada de la calle y abrí mis labios impresionada al ver los automóviles último modelo que reposaban en el garage.
—¿Es aquí? —parpadeé incrédula.
—Sí, ¿algún problema? —su voz enojada alteró mis jodidas hormonas y lo solucioné poniéndome a la defensiva «¡toché, idiota!».
—Tu horrible rostro, ¡puaj! —fingí vomitar y estalló de risa.
—Afortunadamente no estudiarás para ser actriz, fingir se te da jodidamente mal.
—Menos mal que tú no estudiarás psicología, pues te hace falta mucha amabilidad para serlo —le callé la boca y estaba ganando ante un egocéntrico como él, ¡yayyy!
A decir verdad, aún no sabía qué carreras universitarias iban a estudiar mis compañeros de clases y ni qué decir de mi elección, pues las ideas en ese momento aún eran nulas, era una decisión que debía tomar con cautela, lo que jamás imaginé es que el odioso de Zev me ayudaría tácitamente a elegir una carrera muy conveniente para mí y mis capacidades.
Bajé del auto sin su ayuda, azoté la puerta como de costumbre y colgué mi mochila sobre mi hombro.