Justo como Ofelia había previsto, la cena con su madre fue un interrogatorio incesante.
—¿Desde cuándo eres cercana a Jon Schubert? ¡Te lo tenías bien escondido!Dicen que él pasa mucho tiempo al lado de su abuelo aprendiendo de él, ¿fue en el castillo que lo conociste mejor? ¿Qué tan enamorado lo notas? ¿Ha hecho alguna declaración formal? Seguro que pronto la hace…
El plato de Ruth seguía intacto, ella estaba mucho más interesada en hablar acerca de Jon que en comer.
—Te estás adelantando, mamá. Las cosas con Jon no son cómo las crees. Él y yo solo somos amigos —dijo Ofelia con voz indiferente.
—¿Amigos? ¡Qué noción más ridícula! Un hombre y una mujer en edad de casarse no pueden ser amigos. Dices disparates solo para provocarme un disgusto.
—Es la verdad, Jon no está interesado en mí de ese modo —dijo Ofelia dejando caer su barbilla sobre la palma de su mano.
—¡Quita los brazos de la mesa, Ofelia! —la reprendió su madre con gesto molesto, aunque su enojo nada tenía que ver con el desliz en sus modales—. Claro que Jon está interesado, ¡solo mírate! Por algo vino a casa esta tarde, ¿o no?
—¿Y si ese algo es malo? —preguntó Ofelia—. Ni siquiera sabes si sus motivos para acercarse a mí son nobles. Olvidas que yo le hice mucho daño a su hermana, tal vez Jon solo está buscando vengarse y tú ya estás imaginando una boda.
Ruth puso los ojos en blanco, dando a entender que encontraba ridícula la aserción de su hija.
—Sus motivos poco importan, lo que importa es lo que hagamos al respecto. Debemos aprovechar que se está acercando a ti y asegurar un matrimonio cuanto antes.
Ofelia separó los labios, asombrada por los alcances de su madre. Ella conocía los motivos verdaderos de Jon, pero su madre no y le sorprendía lo poco que le interesaba el bienestar de su propia hija.
—¿Te estás escuchando? Acabo de decirte que puede que Jon quiera hacerme daño y tú sigues pensando en casarnos.
—La que no escuchas eres tú, Ofelia. Digamos que es verdad, que Jon está sediento de venganza por lo que le hiciste a su insulsa hermanita, ¿y? Una vez que logres enamorarlo lo único en lo que podrá pensar es en complacerte. Solo hace falta que lo hagas caer y Jon se convertirá en un tierno corderito bajo tu mando. Los hombres enamorados son fáciles de manipular.
Hasta que dejan de serlo, pensó Ofelia con amargura con la imagen de su padre en mente.
—Jon no es como los otros hombres, mamá. Él tiene la cabeza fría, es calculador —dijo Ofelia con sinceridad. Su tarde con Jon le había confirmado todo lo que había escuchado de él, que era un hombre excepcionalmente maduro para su edad y que poseía una agudeza mental destacable. Su forma de ser reservada le daba un aire inocente, sin embargo, Jon no era la clase de hombre que una mujer pudiera enredar en sus redes para hacerlo como quisiera, de eso Ofelia estaba convencida.
—Jon es un hombre igual a todos los demás. Una sonrisa linda puede ser su perdición, solo debes proponértelo. Trata de mostrar interés en los temas que a él le interesen, ríete de sus bromas aun sino son graciosas y sé dulce, que piense que eres una joven accesible. Verás que con eso aseguras tu matrimonio antes de que acabe el mes.
—Pero no soy una persona accesible y tengo mis propios intereses, él se dará cuenta de que miento, ¿y luego qué? La gente de por sí ya me considera manipuladora, ¿debo empeorar mi fama? —protestó Ofelia.
—Basta con la negatividad. Estamos hablando de un Schubert, es más, estamos hablando de El Schubert. La gente dice que Teodoro siente predilección por Jon sobre todos sus otros nietos, que lo hará su heredero, se rumora que él algún día podría ocupar su lugar como mano del rey, ¿te imaginas? Jon puede convertirse en el asesor durante el reinado de Alexor. ¡Y tú serías su esposa!
—Eso los haría muy felices a ti y a papá, ¿no? —dijo Ofelia jugando con su tenedor.
—Por supuesto, tu padre y yo tenemos muchas diferencias, pero si en algo estamos de acuerdo es que tu notable belleza debe cumplir un propósito. No puedes conformarte con cualquier pretendiente, debemos sacarle provecho a lo hermosa que eres —dijo Ruth con naturalidad—. Ofelia, creo que no estás dimensionando lo provechoso que sería este matrimonio. Te exijo que te dejes de juegos y hagas todo lo que esté en tus manos para propiciar tu casamiento con Jon. Estoy segura de que si tu padre estuviera aquí, me apoyaría en esto. Es lo mínimo que puedes hacer tras la debacle con la familia real. Nos lo debes.
Ofelia podía engarzarse en otra discusión con su madre, levantarse de la mesa tras un par de intercambios hirientes e irse a la cama con hambre; o podía fingir estar de acuerdo y terminar su cena en paz. Ni siquiera le tomó mucho decidirse por lo segundo, la realidad era que estaba exhausta tras su tarde con Jon y no tenía energías para debatir con Ruth.
—Bien, te prometo que haré lo posible —mintió con una sonrisa fingida.
***
Como habían acordado, Jon y Ofelia se encontraron al día siguiente en la fuente Carmina, una plaza con una hermosa fuente al centro en donde mucha gente gustaba de pasar la tarde.
—Espero que una buena noche de sueño te haya servido para refrescar tu memoria y puedas relatarme más eventos de tu tiempo en el castillo —dijo Jon ofreciéndole su brazo para que empezaran a andar.