Enamorada del mal

Capítulo 4

Después de una hora del atentado apareció la policía, como siempre llegan tarde a todo. También habían llegado los médicos forenses y el FBI donde trabajaba mi padre. Todos quedaron impactados con la escena. Mis padres sujetados de las manos y yo en medio de ellos que no me separé ni un instante. Empezaron a interrogar a los presentes, todos ellos daban sus declaraciones, no habían muchas personas, solo Santiago y sus padres, el dj, y algunos vecinos que veían a chismear la escena del crimen.

Yo no paro de llorar. Vi que Laura tenía en brazos a Liam y lo arrullaba para que se quedara dormido. Yo en esos momentos estaba en un trance. Santiago me habla, pero no tengo idea de lo que dice solo miro a mis papás que están tendidos como si fueran unos perros.

Esas palabras de ese hombre van y viajan por mi mente.

Los médicos se acercaron a mí para hacer el levantamiento de los cuerpos yo no iba a permitir que se los llevaran. Dos de ellos me sujetaron para que ellos pudieran realizar el procedimiento. Grito como loca que no se los lleven, que se llevan mi vida con ellos, que no me separaran de mis padres que me estaban gastando una broma haciéndose los dormidos.

Kalet es el detective encargado del caso de mis padres, él es mi padrino y mejor amigo de mi padre. Él empieza a preguntarme sobre lo ocurrido, que recordaba del suceso solo repetí las palabras de aquel hombre y que vengaría la muerte de ellos.

— Nena, todo estará bien. Tu padre me dijo que si le pasaba algo malo me encargará de su familia y eso haré.

— Me los mataron, me los mataron, tío.  — Susurro en llanto dándole un fuerte abrazo.

Le digo tío de cariño.

Han pasados dos días de la tragedia y yo sigo en trance.

Vivo en casa de mi tío Kalet con su esposa, ellos no poden tener bebés. Carolina es estéril, por ese motivo el matrimonio no tiene hijos.

— Hola, pequeña ¿Cómo estás? Debemos irnos al entierro de Fernando y Amanda. — Dice desde el buro de la puerta esperando una respuesta mía.

— Esta, bien. — Le digo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas iba a dejar a mis padres en un cajón, bajo tierra, mientras los asesinos de ellos se burlaban en mi cara disfrutando de haber acabado con sus vidas.

Me pongo el vestido negro que mi madre me había comprado hace unos meses atrás, me peine mi cabello haciéndome una trenza de medio lado bajando al primer piso donde están ellos esperándome con Liam en brazos.

Nos vamos rumbo al cementerio.

Después de unos minutos en el auto nos encontramos en ese lugar que se volvió el menos favorito para mí. Al llegar noto que está lleno de policías, detectives, amigos allegados a nosotros como Santiago, Laura y también Óscar que se acercó y me dio un gran abrazo de fortaleza.

Mientras el cura da la misa y rinden honores vi a los lejos una camioneta negra muy sospechosa notando varios hombres muy raros, tienen cara de malo. Yo me les perdí a Kalet y me acerque más a la camioneta escuchando de nuevo esa voz de aquel hombre que le dio el recaudo a mi padre. Ahora conocía la cara del asesino de mi progenitor, me la he grabado muy bien en mi cabeza y jamás la olvidaría.

Jure que lo encontraría y metería preso para que paguen por la muerte de los dos seres que ame en mi vida.

Ellos alcanzan a verme y se vienen hacia a mí. Como puedo corro muy rápido y empiezo a gritar. Mi tío vio que me envestirían y con sus colegas armaron fuego a esos hombres. Se hizo una balacera en el cementerio logrando ellos escapar en la camioneta. Yo tiemblo del miedo. Mi tío me abraza fuerte y sigue mirando que todo esté en plena calma mandando hacer un cordón de seguridad para que la ceremonia fúnebre se sigua llevando en calma.

— ¿Estás bien? Pequeña. ¿Por qué te alejaste? te pudieron hacer algo, cariño — Me dice con una voz entrecortada. — No debiste hacer eso, Andrea.

— Tío, tío los vi. Ya sé quién fue quien mato a mi papá.  — Grito un poco temblosa —. Recordaba su voz, pero hoy vi su cara.

— Está bien, amor. Terminemos la ceremonia y hacemos un retrato del sujeto o sujetos.

— Si tío. Fueron tres. Alcance a verles los pies ese día, eran ellos.

Terminamos de dejar a mis papás en el cementerio. Con ellos se quedó todo lo bello que había en mi vida, mi alegría, mis risas, mi amor, mil maldades que tanto le molestaban a mi padre. En mi vida, alma y corazón solo había soledad, tristeza, odio y venganza. No iba a parar hasta tener frente a frente los asesinos de mis papás.

Hicimos los retratos hablados y los pasaron a los medios por si alguien los veía avisarán a las autoridades. Había una recompensa de 50 millones por el paradero de ellos. Eso no valía la cabeza de mi padre y mi madre, sin embargo, era algo. No pude terminar mi colegiatura ya que en ocasiones fui perseguida por la misma camioneta del cementerio. Me tocó irme del país con mi hermano. Más odio sentí porque me estaban quitando lo poco que me quedaba Kalet, Laura, Santiago, Luisa, Óscar y Carolina.

Kalet me envió a Australia a vivir con una hermana de él. Charlotte era una gran mujer, estaba casada y tenían dos hijos gemelos con lo que poco encaje. Se burlaban de nosotros porque no teníamos padres y me preguntaba ¿cuánta crueldad en esos pequeños cuerpos? Tan solo tenían 10 años de edad, pero la maldad les brotaba por los poros. En muchas ocasiones que hable con Kalet le pedí que me llevara de regreso a casa, pero me decía que era por mi seguridad. Ellos sufrieron dos atentados en la casa y les había tocado mudarse de la ciudad.




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