Enamorada del Villano

Capítulo 18

Kaitlyn.

Ese era el nombre de su madre. Trabajaba para las empresas Foster, era secretaria de Russell y su gran amiga. Una noche de confusión, bastó para traer a James a la vida. Nunca la conocí, porque cuando los Foster se mudaron, la razón era que la familia se agrandaba. Ya no eran tres, sino cuatro, porque James viviría con ellos.

La primera vez que vi a ese revoltoso hombre de veinticinco años que ayer me besó y dejó un terremoto dentro de mí, fue en el período de duelo por la muerte de su madre.

Lo único que sé de ella es la poca información que él me brindaba en momentos donde entraba en crisis. Sé que vivió junto a su madre hasta los siete años y que la quería mucho. También entiendo que guardaron sus cosas en el ático, y que Mandy, cada tanto, lo encontraba revolviendo.

Mucho tiempo después, me enteré que ella se había ahogado en la bañera de su departamento, James fue quién la encontró. Se supone que se quedó dormida mientras tomaba un baño, debido al cansancio que llevaba en el cuerpo. Luego de lo sucedido, por obvias razones, renunció a la empresa, comenzó a trabajar en un bar y tomaba todos los turnos que podía. Además, cuidaba de James.

El señor Foster le pasaba el dinero que correspondía porque de hecho, no tenían mala relación. Eran una familia ensamblada, Mandy sí emitió queja al respecto cuando la engañó—lo cual todo ser humano comprendería— pero no cuando Kaitlyn apareció embarazada. Ella simplemente lo aceptó porque sabía que se trataba del medio hermano de su hijo. Eso hizo las cosas más fáciles. Incluso, muchas tardes, James se quedaba en casa de su padre para que Kaitlyn pudiera descansar un poco.

Pero a pesar de la ayuda, las consecuencias llegaron. Y James se mudó con el señor Foster. Las cosas fueron distintas para él desde entonces.

Lo observo, inquieta. Sigo sobre él, tengo la cabeza apoyada sobre las manos. Cuando abre los ojos, doy un pequeño respingo pero al instante regreso a mi posición.

—Buen día—Me saluda, alza un poco la cabeza para verme y achina los ojos—. ¿Me estabas viendo dormir?

Las mejillas se me calientan.

—N—no—susurro.

No hicimos más que acariciarnos, ayer llegamos a un punto en el que él se negó a seguir y me susurró con esa voz tan cálida que tiene «Liz, me gustaría que la primera vez que estemos juntos no fuera en este motel». Y aunque tenía el cuerpo prendido fuego, me pareció correcto. «Además, no tenemos protección», agregó. Tenía razón.

Coloca un brazo detrás de su cabeza.

—¿Qué fue lo que me dijiste ayer sobre montar?—se hace el desentendido.

Abro los ojos con espanto.

—Ay, no—escondo el rostro entre mis manos.

Se ríe.

—Lamento haber detenido lo de anoche—se disculpa—. Es solo que creí que lo mejor sería que tuvieras un buen recuerdo de tu primera vez. No quiero ser el hombre que te quitó algo tan preciado en un motel que caía a pedazos. Sería una buena historia, pero bastante deprimente.

—¿Tú sabes que yo...

—Está bien, no hay que hablar de eso—me tranquiliza.

Lo habrá notado en lo inexpertos que fueron mis movimientos, era más que obvio, tenía las manos temblorosas y cada tanto me faltaba el aire. El miedo me brotaba por los poros.

—Debes pensar que soy una tonta—digo, avergonzada—. ¿Qué mujer llega a mi edad así?

Frunce el ceño.

—No pienso eso, en absoluto—contesta—. Tampoco soy quién para juzgarte, cada uno tiene sus tiempos. A veces cuando nos apresuramos, las cosas salen mal.  

Suelto un suspiro.

—Creo que fue lo mejor—determino—. Después de todo, resultó...una bonita noche.

—«Bonita»—repite—. Estamos en un cuento de hadas, ¿Eh?

Me río.

—Dime una cosa—comenta divertido—. En tu historia, ¿Soy el príncipe o el villano?

Aplasto los labios, pensativa.

—Creo que el príncipe.

Exhala con fuerza, cansado.

—No pareces conforme—le digo con una sonrisa.

—No quiero mentirte, Liz—me mira, fingiendo estar exasperado ante el tema—. Siento que el amor que tengo hacia ti se acerca más al que el villano tiene de la princesa.

Me incorporo, sin dejar de cubrirme con las sábanas. Él hace lo mismo, aunque deja su pecho al descubierto.

—¿De qué hablas?—le pregunto, confundida.

Lo veo acercarse lentamente, hasta que su respiración golpea mis labios y humedece mi oreja al susurrar:

—Quemaría el mundo por ti—confiesa—. Dañaría a quién sea que intente lastimarte.

Ay, mierda.

—No hace falta que lo hagas— me niego—. Me gusta cuando eres bueno.

—Eres un ángel— me sonríe.

Y de pronto, me da otro beso de esos que me hacen perder la razón por completo. Aprieto la tela contra mi pecho y parece que él lo nota porque se detiene, mira la mano que impide que pueda ver mi desnudez y vuelve a mirarme con la ceja alzada.

Se ríe.

—¿Qué?—le sonrío.

—Debo confesar que estoy obsesionado contigo, me divierte ver cómo intentas cubrirte, ignorando el hecho de que ayer te vi desnuda.

Me atrae hacia él y entonces, cierro los ojos, esperando un beso. No obstante, nunca llega. Cuando los abro, noto que se ha puesto de pie para comenzar a vestirse.

¿Está huyendo?

—¿James?—sale de mi boca.

—No avisamos que pasaríamos la noche aquí, deben estar preocupados—Suspira—. Voy a pedirle a esa mujer algún teléfono, ya vuelvo.

Comienza a caminar hacia la puerta.

—James—lo llamo.

Se detiene y me da una mirada con el ceño fruncido.

Me levanto rápidamente y le doy el beso que me corresponde. Él acepta sin mucho problema. Es la primera vez que tengo la libertad de besarlo sin temerle al rechazo.

Siento sus manos recorrer mi cuerpo desnudo hasta que me aleja unos centímetros.

—Liz, no soy tan fuerte—me ruega y se nota que está haciendo un gran esfuerzo porque traga con fuerza e intenta desviar la mirada hacia otra parte—. Mientras llamo, ve a ponerte ese lindo vestido que traías ayer, ¿Quieres?



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Editado: 29.04.2024

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