Enamorada del Villano

Capítulo 20


—Auch—se queja Cel.

—¡Perdóname! ¡Perdóname!—exclamo rápido, retirando la aguja mientras me pongo de pie—. Lo siento mucho.

Nunca he pinchado a nadie. Pero, tengo la cabeza en cualquier parte, es eso.

Ningún hombre me elige de primeras, no soy una opción viable—Ni hablar del hecho de que sigo soltera con veinticinco años porque no le atraigo a nadie—. No hay masculino que diga «daré todo por ti» sin dudarlo, ¿Eso es porque hay algo malo en mí, cierto? Digo, un individuo enamorado no lo pensaría tanto, pero ese es el problema, que nunca los enamoro y me pregunto si, aunque sea, les gusto.

Reconozco que no soy bonita y tengo una personalidad a veces frustrante, debe ser eso lo que los aleja. O es, en realidad, porque el amor de la vida real es más complicado que simplemente enamorarse de la nada misma y de pronto, dar la vida por el otro. No lo sé, en cualquier caso, pareciera que voy a morir sola. Y hace que me pregunte si hay algo malo en mí.  porque he sido casi rechazada dos veces esta semana.

—No te preocupes Liz, fue solo un pinchazo—me calma ella. Suelto un suspiro repleto de frustración y vuelvo a estar en cuclillas para continuar haciendo arreglos—. ¿Estás bien?

Si mis preocupaciones no han sido suficientes, se agrega el hecho de que me debato internamente si decirle a Celina sobre lo que ví ayer. 

—Ah, sí, perfecta—contesto, nerviosa.

Pasan unos segundos en silencio. Me concentro en no volver a cometer el error anterior porque mi cabeza aún está dando vueltas en todo lo que sucede.

Cuando lo estoy logrando, Celina expresa:

—Es un hermoso vestido—Observo su reflejo en el espejo y noto que está sonriendo—. Mucho mejor que el otro, haces maravillas.

—Creo que estás siendo bondadosa—le resto importancia.

—No, en serio—Paso a los arreglos de la cintura—. Creo que tienes mucho talento, Liz.

Aplasto los labios.

—Gracias, Cel—inflo los cachetes.

—¿Estás segura de que no te sucede nada?—me pregunta.

¿Qué hago? Se me nota en el rostro que algo anda mal. No tengo idea de por cuánto tiempo podré cubrir a Jake. Tampoco me encuentro segura de si lo debería ocultar. Digo, en el lugar de Celina, me gustaría saberlo.

Abro la boca, dispuesta a responder su pregunta.

—¡Ay, mi vida pero si estás preciosa!—exclama Mandy, entrando a la habitación de la pelirroja.

Sus ojos están rojos y brillosos, producto de las lágrimas que intenta reprimir a toda costa. Junta las palmas y muerde sus labios como si no diera crédito de lo que presencian sus ojos.

Al poco tiempo, Jessica y Dove aparecen. Ambas se muestran emocionadas y felices por su amiga.

—Lo que ven es un Liz original—presume Cel.

—¡Es precioso!—exclama la rubia.

—Nada mal, Lizzie—Se cruza de brazos Jess, impresionada.

Me coloco de pie y comienzo a balancearme de un lado al otro, avergonzada.

—No puedo creerlo, estás hecha una mujer—Comienza a lloriquear la señora Foster.

—Ay, Mandy—Cel se acerca abrazarla.

Ella la recibe con un gran toque de nostalgia. Veo la escena en mi sitio, sonriendo y sosteniendo mi material de trabajo.

Se separan sin dejarse de tomar de las manos. Entonces, Mandy me da una mirada y dice:

—Ambas lo están—Vuelve sus ojos a su nuera—. Qué rápido pasa el tiempo.

La señora Foster y Celina continúan hablando, así que me adelanto a comenzar a guardar todo en su sitio. Me gusta tener mis herramientas ordenadas porque el trabajo es más sencillo cuando encuentro lo que busco con rapidez.

—Si quieres podemos seguir mañana—aprovecho cuando se quedan en silencio.

—Sí, claro, Liz—Asiente la pelirroja.

Jessica se acerca a tomar a Mandy de la espalda y a conducirla fuera de la habitación.

—¿Por qué no bajamos a tomar un café?

—Gran idea, con mucha azúcar—coincide.

Las tres se van dispuestas a tomar aquel café prometedor. Cel se queda conmigo, porque tiene que cambiarse, mientras tanto sigo ordenando las agujas y los hilos y demás en mi valija que me regalaron mis padres cuando cumplí mis quince años.

Cuando termino de acomodar todo, alzo la vista y noto que aún no se ha ido. Se encuentra paralizada frente al espejo con la mirada pérdida.

—Si quieres podemos cambiar el diseño—le digo.

—N—No—niega con la voz quebrada y cuando voltea noto que las lágrimas se asoman por sus ojos—. El vestido es precioso.

—¿Qué sucede?—pregunto.

Ella relame sus labios, insegura.

—Es—comienza pero hace una pausa para procesar lo que está a punto de decir. Cierra los ojos y cuando los vuelve a abrir, corrige:—. Soy yo.

—¿Tú?—repito, confundida.

—No me siento bien, es todo.

—¿Te duele algo?

—Es más interno—hace un gesto sobre su estómago.

—¿Estás embarazada?

Sacude la cabeza con una sonrisa.

—No.

—Lo siento, no lo entiendo…

—Me siento un poco triste.

Frunzo el ceño, preocupada.

No parece ser ella, es cierto que la luz que la caracteriza está bastante apagada y hasta creo que puedo oír su voz interior pidiendo ayuda.

—¿Alguna vez te has sentido asfixiada?

—¿Asfixiada?—repito como si no conociera aquella palabra.

—Sí, como si no pudieras hacer lo que quieres.

—¿Y qué quieres hacer?—le pregunto.

Parpadea.

—No lo sé—Frunce el ceño.

Si hay algo que me ha dado tantos momentos de crisis es saber reconocer cuando una persona está entrando en un bucle. Lo mejor, en mi caso, siempre ha sido distraerme. Quizás, también funcione con ella.

—¿Por qué no salimos un rato?—le sugiero, colocándome a su lado mientras otorgo mi mano. Ella me mira con recelo—. Confía en mí.

La toma y nos guío fuera de su habitación.

—Jake podría ver el vestido—comenta, nerviosa.

—Tranquila—Salgo al pasillo para verificar y cuando todo está hecho, le digo:—. Despejado.

Caminamos un poco para llegar a mi habitación y una vez allí, nos posicionamos frente al armario.



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Editado: 29.04.2024

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