Enamorada del Villano

Capítulo 24

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Llamada entrante de Bill.

Cuelgo.

Me siento agobiada. Sé que no es algo de ahora, que comenzó cuando tenía dieciocho años. Fue cuando salí a la vida real, cuando fui consciente de que el mundo estaba formado por seres individuales, no una comunidad. Yo no era mis padres, no nos movíamos en conjunto y ya no tomaban decisiones por mí.

Cuando tuve que valerme por mí misma fue una catástrofe. El primer día que me tomé un autobus sola, por poco sufro un ataque de pánico. No quiero recordarlo, aún me pone nerviosa pensar en la sensación que me invadió. Solo diré que regresé a casa llorando.

—Alán, por favor—le ruego.

Él parpadea, desconcertado.

—Veamos si entendí—Intenta repasar mientras se coloca detrás del mostrador de recepción—. ¿Quieres que invite a Meghan a salir para que puedas llevar a sus niños a ver el caballo de James porque se los prometiste?

Cuando repasa el plan de esa forma suena un poco alocado, pero supongo que sí.

Mientras me habla rebusca un cuaderno rojo debajo y cuando lo abre comienza a revisar una grilla.

—Acordé, sí—corrijo y asiento, rememorando aquel día en que la pelota golpeó mi ojo.

Esta es mi idea de un encuentro casual; entraré a los establos a buscar a su caballo, se alertará al personal—porque es una zona exclusiva para gente autorizada—y James vendrá a ver qué sucede. Mientras tanto, Raven le devuelve el libro a su lugar. Entonces, me reconcilio con James y asunto arreglado.

No podría ir a ver sola a Refulgente, eso podría levantar sospechas de su parte. Esto es la excusa perfecta.

—Pero, ¿Por qué?—pregunta, confundido.

—Considero que Meghan necesita un descanso y recordé el acuerdo con los niños sobre dejarlos acariciar el caballo de James—le explico, retocando los hechos—. Además, pensé en tu rechazo del otro día y creí que sería genial si ustedes salieran porque...

—Porque quiero una familia y Meghan tiene hijos—terminó la frase antes de exhalar con fuerza.

Más allá de esa casualidad tan beneficiosa para ambos, considero, con sinceridad, que harían una gran pareja.

—Creo que podrían tener mucho en común, además de que se encuentran en la misma etapa de vida—intento convencerlo. Él frunce el ceño, inquieto—. A ella le pareciste atractivo.

Estás últimas palabras le arrebatan una sonrisa un poco engreída.

—¿En serio?—abro la boca para afirmar pero él menea la cabeza—. No, espera, realmente no me interesa.

—Pero los ví hablando el otro día y parecían bastante animados.

Rasca su nuca un tanto dubitativo.

—Pues es cierto que hablar con ella es más fácil.

—¿Lo ves?—le señalo—. Al menos debes darle una oportunidad.

Me mira cuestionando mis intenciones, tratando de analizar qué tan buena es la idea. Si es que en realidad escondo algo más. Pero los segundos pasan, y al final cede.

Respira profundo y exhala. Da vuelta los ojos.

—Bien, vamos—Cierra el cuaderno, alzando su dedo índice en mi dirección—. Pero me debes una.

Asiento, frenética.

Comienza a caminar hacia el elevador y lo sigo detrás, ahogando un grito de emoción. Una vez el ascensor se pone en marcha, le envío un mensaje a Raven en forma discreta.

Yo: Alán aceptó.

Al instante recibo respuesta.

Raven; ¿Te das cuenta que si esto funciona podríamos ser cupido al cuadrado?

Es cierto...

A medida que avanzamos por el pasillo, noto la respiración de Alán un tanto dificultosa pero mantiene, por fuera, una postura relajada. Debo reconocer su autocontrol, porque en su lugar estaría aterrada.

—Es aquí—le señalo la puerta de su habitación.

Él golpea la madera unas dos o tres veces hasta que Meghan abre la puerta.

—¡Dejen de pelear!—grita a alguien dentro de la habitación.

Su aspecto no es lo mejor del mundo; viste una bata de hotel con la cabellera hecha un nido y sus ojos a duras penas se mantienen abiertos. Además, sus ojeras han adquirido un color morado.

Parpadea paralizada al vernos de pie frente a su umbral.

—Ay—es lo único que sale de su boca. Con rapidez, intenta arreglar su cabello—. Creí que sería Celina, que vergüenza.

Alán no se ve agobiado, lo que creerán es lo normal, pero no. He visto a hombres correr hacia el lado contrario al ver a mujeres desarregladas. Y sí, me corrijo, esos no son «hombres» son más bien «niños».

—Queríamos hablar contigo—dice con una sonrisa.

—¿En serio? ¿De qué?—pregunta, confundida.

—A Liz se le ocurrió que quizás, no sé que te parezca, pero podríamos salir—propone. Lo miro con inseguridad y agrega:—. Ahora mismo.

Su mirada oscila entre ambos con cierta inquietud.

—Ah—se limita a hablar. Da un vistazo sobre sus hombros—. Pero, ¿Y los niños?

—Si quieres, podría cuidarlos—me ofrezco—. Sé que querían ir a ver los caballos y Alán me conseguirá la llave del establo.

Frunce el ceño, meditando la propuesta. Me pregunto que es lo que le preocupa con tal magnitud. A mí me parece un trato bastante justo.

Toma de mi brazo y tira de mí para meterme en la habitación con ella.

—Danos un segundo—le advierte a Alán antes de cerrar la puerta.

Su expresión delata extrañeza. No quiero que me atrape así, si llega a enterarse lo que estoy haciendo...le dirá a Celina y justamente trato de arreglar lo que causé.

Le doy mi mejor sonrisa repleta de inocencia.

—¿Qué pasa? ¿Que tú no salías con este hombre?—susurra mientras señala en dirección a Alán.

—¿Qué...—intento hablar en un tono normal pero ella me sisea, obligandome a callar.

Me hace un gesto con la cabeza hacia la zona de las camas, donde se oye a los niños charlar.

Asiento.

—Es que no conectamos—le confieso, murmurando y me encojo de hombros.



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Editado: 29.04.2024

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