Enamorada del Villano

Capítulo 27 (1/2)

—Liz—Capta mi atención Raven.

—¿Qué? ¿Qué?—salgo de mi ensimismamiento.

Observo a través de la ventana del auto de mi amigo el enorme club en el que se hará la despedida de solteros. Es extraño que hayan decidido que sea en conjunto pero supongo que es más divertido que estar una noche con las chicas solas.

Ahora mismo estamos detallando los últimos puntos de nuestro plan.

—¿Sabes qué haremos?

—Vamos a dormirlo.

—Exacto—Eleva un sobre con polvo—. Le invitamos un trago para colocarle esto. Cuando lo beba...dulces sueños.

Aplasto los labios, no tan convencida con la idea. Percibe mi inseguridad al instante.

—¿Qué?—inquiere.

—No sé...es que dormirlo...—tanteo, tratando de descartar la idea.

Parpadea, desconcertado.

—Es la única forma de anular lo que sea que haga—determina.

Lo comprendo. Pero he estado pensando que quizás James no es tan malo. Por un lado, reconozco que es una rosa llena de espinas pero no deja de ser lo que es, una rosa. No quiero decir que quiero retroceder, pero me dí cuenta que sigue siendo igual de considerado y generoso.

Verás, por la mañana un señor se presentó en mi puerta y me entregó una caja llena de pinceles y lápices de colores. Además de las hojas blancas que le había comentado el otro día, un detalle que recordó como si fuera importante.

Muerdo mi labio inferior, pensativa.

—Sí pero he pasado tiempo con James y quizás no...

Me interrumpe con una sonrisa sarcástica.

—¡Liz, por favor! ¡No te vas a tragar esa imagen de niño bueno!—exclama—. La idea era que lo distrajeras, no que te enamorarás todavía más.

Es cierto. No debo perder el foco, no dejaré que unas cuantas cosas de arte—sin importar cuánto me gusten—nublen mi juicio.

No permitiré que me afecte aunque se haya tomado el tiempo de elegir mis tonos de colores favoritos para colocarlos en una hermosa caja con un listón que ató él mismo—lo sé porque siempre hace esos nudos de conejitos que me encantan—, así como tampoco me importa que escribiera una pequeña nota que decía «Para que ilustres tus sueños como más quieras» o algo así.

¡No!

No debo dejarme envolver, lo que hace no está bien, tengo que regresar a mi eje.

—Lo sé, lo sé—lo calmo, elevando ambas manos—. Tienes razón.

Suspira, regresando a un estado de calma.

—Lo hacemos por él, no lo olvides.

Meneo la cabeza.

—De acuerdo, vamos—hace una seña hacia el lugar.

Abandonamos el vehículo y cruzamos la calle al mismo tiempo que una ventisca nos hace volar los atuendos. Sostengo mi saco con fuerza.

—¿Nombres?—pregunta el hombre de seguridad que se encuentra en la entrada.

La prensa está aquí firme en la puerta desde hace rato. Y es la primera vez que tengo tantas cámaras apuntándome al rostro. Me pregunto cómo harán las grandes estrellas para soportar todos los días esta clase de inhibición.

—Raven Deustch—le indica él y me señala—. Y Lizzie Del Carmen.

El hombre en cuestión, rebusca en la lista hasta que encuentra ambos nombres y concluye:

—Aquí están.

Mi amigo hace el amague de pasar pero él coloca una mano sobre su pecho, haciéndolo retroceder.

—Sin disfraz, no entran—Se encoge de hombros—. Normas estrictas de la novia.

—Pero lo tengo puesto—se indigna—. Soy un mosquetero.

En efecto, Raven lleva un sombrero con una pluma enorme, un bigote falso, el traje correspondiente y una espada de plástico colgando de su cinturón.

—¿Y ella?—ejecuta un movimiento de cabeza hacia mi lugar.

Él suelta un suspiro.

—Lo lleva debajo de la gabardina—Raven pone los ojos en blanco y susurra:—. Quítatela, ¿Qué tan malo puede ser?

Frunzo el ceño y bajo la vista a mi gabardina roja.

Cedo porque contrario a mis deseos, tampoco quiero quedarme aquí afuera con los flashes de las cámaras sobre mis ojos y el frío pegándose a mi piel.

Desabrocho los botones y dejo relucir mi traje. Noto que Raven esboza una pequeña sonrisa molesta mientras alza ambas cejas, impresionado.

Entiendo el chiste de Celina al elegir un atuendo de bombero pero, ¿Mi ropa se incendió también? No hay otra explicación al minúsculo vestido rojo con un escote enorme que lleva la palabra «Fire».

Cuando alzo la vista, encuentro al de seguridad mirando más de la cuenta.

—¡Ey! Sus ojos están en su cara y además sale con un amigo—me defiende.

Acto seguido, toma mi mano y me guía dentro del sitio, que está abarrotado de personas. Mientras tira de mí, observo todo: hay una barra, un escenario con un DJ, mesas al costado y unas escaleras en el lateral que llevan a un segundo piso con una vista perfecta de la pista de baile.

Encontramos un pequeño lugar al costado de la enorme barra, lejos de los parlantes para poder hablar.

—No debí dejar que Celina lo eligiera—me cubro la cara con las manos.

Me guiña un ojo.

—¿Cuánto la noche, Liz?—pregunta el muy desvergonzado.

—Muérete—me cruzo de brazos.

Él se ríe.

—El que se va a morir va a ser otro cuando te vea—devuelve.

Abro mucho los ojos, desesperada.

No había pensado en la reacción de James hasta el momento. Espero que no se acostumbre a verme de esta forma porque nunca vestiría con estas diminutas prendas, a menos que no me quedara otra opción.

Lo tomo de las solapas de su traje.

—Me arrepentí—le digo—. Sácame de aquí.

Frunce el ceño, enojado.

—No seas cobarde, tenemos una misión.

Observo hacia todas partes, revisando que ojitos de cielo no esté cerca.

Los nervios me invaden y de pronto, lo único que deseo es esconderme. No necesito que James me vea así, de verdad que no.

—Que alguien más la haga—me niego.

—Eres la única que puede atontarlo—me regaña mientras me señala con un dedo—. Ahora, acepta tu responsabilidad y...

Me aferro a su traje con fuerza, interrumpiendo su discurso de motivación.



#1115 en Otros
#333 en Humor
#2813 en Novela romántica

En el texto hay: humor romantico, humor amor, humor amistad

Editado: 29.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.