Enamorada del Villano

Capítulo 29

Lizzie

Gélido.

Así se sintió el piso del baño, las primeras horas de la mañana cuando después de una ducha, caí al piso pensando en James.

La vida no es igual desde que nos peleamos. Extraño saber que éramos amigos y la idea de que estaríamos juntos para toda la vida. Ahora, solo pienso en lo interminables que parecen los problemas.

Me cambié con los pocos animos que me invadieron y una vez bajé al vestíbulo, encontré a Raven con un humor excesivamente alegre:

—¿Te enteraste de la reunión de hoy?—preguntó mientras de acercaba a mí.

—¿Reunión?—repetí.

—Celina y Jake darán un anuncio, ¡Ganamos, Liz!—Me sacudió por los hombros.

¿Habíamos ganado? ¿Era aquello cierto o solo una suposición mal hecha? Últimamente la situación se destacaba por ser imprevisible así que podían ser millones de razones las que hicieron que Celina convocara una reunión.

—¿Estás seguro?—interrogué, insegura.

—Ya lo creo, siento que hemos unido a una pareja.

Asentí mientras en mis labios se curvó una sonrisa que apagué al instante.

—¿Y James lo sabe?

—No lo he visto en toda la mañana, pero no está en su habitación, porque ya revisé—se encogió de hombros—. ¿Cómo están las cosas entre ustedes?

—Mal, ayer peleamos.

Él aplastó los labios.

—Sabíamos que había una probabilidad de que esto sucediera—explicó—. Dale tiempo.

No respondí a ello, sabía que tenía razón pero no sabía cómo explicarle que no podía aceptarlo. No me gustaba que nuestra relación estuviera mal, y tampoco entendía cómo había gente en el mundo que podía lidiar con una relación rota, y seguir como si nada hubiera pasado.

Tal vez estaba actuando precipitadamente, pero me alejé de Raven sin decir una palabra, lo que lo hizo espetar al notar mis intenciones:

—¡Liz, déjalo, necesita tiempo!

Pero no lo oí, comencé a buscar a James por todos lados. Y cuando me estaba por dar por vencida, oí una suave melodía al pasar por la puerta del restaurante del hotel. No había nadie dentro, pues estaba cerrado, las mesas estaban cubiertas por una tela blanca. Sin embargo, distinguí una figura llamativa frente al piano.

Estaba tocando, y por primera vez en mucho tiempo, lo estaba oyendo otra vez.

Así que, en resumen, ahora estoy aquí, viéndolo ejecutar una pieza desde el umbral, esperando que las palabras lleguen. Debo admitir que la cobardía me tiene agarrada de los brazos—¿Es cobardía o sensatez?—pero soy más fuerte.

Me acerco con cuidado, como quién pisa suelo resbaloso. Por dentro, ruego que al menos quiera escucharme. Es lo único que necesito.

—Es una linda canción—reconocí mientras subía la plataforma para llegar hasta él.

De pronto, sus dedos dejan de moverse sobre las teclas. Pero no dice nada, se limita a posicionar los codos sobre el instrumento y apoyar el mentón en sus manos entrelazadas.

Me acerco un poco mas, retorciéndome de  inquietud.

—¿P-Puedes tocar otra?—le pregunto.

—Soy capaz, sí—determina—. Pero no quiero hacerlo.

Aplasto los labios.

—James...—intento que me escuche.

Menea la cabeza mientras suelta una pequeña risa sarcástica.

—No uses ese tono conmigo—Noto que me mira por el rabillo del ojo por un momento y luego, vuelve la vista al frente.

—¿Qué tono?—frunzo el ceño, sin entender a qué se refiere.

—Esa forma que tienes de hablar, tan inocente y... mentirosa—finaliza.

Doy un par de pasos más, hasta quedar a su lado. Ahora, me mira de forma directa. Está sentado, así que debe elevar la cabeza unos centímetros. Y debo decir que, desde arriba, James se sigue viendo igual de guapo.

—No lo hago a propósito, así es como hablo siempre...

—Ya, claro—sus labios se curvan en una sonrisa—. Cierto que así eres, tan pura y buena.

Esas últimas dos palabras salen con un atisbo de resentimiento. Capto bien que sus sentimientos hacia mí no son buenos.

—No soy pura y buena—niego—. Pero me gusta hacer lo correcto, ¿Qué tiene eso de malo?

—Es lo peor, creéme—se mofa—. La vida no es para débiles.

—Ser bueno no es sinónimo de débil.

—¿Ah, no?—Se ríe y baja la vista al piano, dispuesto a tocar, para determinar:—. Vete.

No me muevo en lo absoluto, lo cual quizás es como una declaración de muerte. Intento alzar mi mano hacia él pero la bajo al instante que me doy cuenta que es una mala idea.

—James...—lo llamo.

—Otra vez, ese puto tono—Comenta, incrédulo—. ¿Qué es lo que quieres de mí? Dime qué puedo hacer para que me dejes en paz.

—Solo quiero hablar contigo.

En un movimiento repentino, se pone de pie y volvemos a esa diferencia de tamaño usual.

—No tengo ganas—comenta, cansado.

Hace el amague de irse pero lo retengo del brazo.

—Suéltame, Liz.

—¿Por qué?

—Porque tu tacto me inhibe, me haces sentir inútil, haces que todo se sienta tonto y sin sentido: mi plan, mis ganas de matar a Jake, mis problemas...—comienza, frunciendo el ceño—. Lo unico que pienso es en tu sonrisa, tu forma alegre de ver el mundo, tu humor, tus vestidos raros, tus valores, tus labios tan deseables y la forma de tus piernas...

Se detiene para mirarme por un momento, y sus facciones se relajan.

—Mierda—suelta.

Lo siguiente que siento es que mis pies flotan cuando me da un beso tan salvaje que pierdo la consciencia. Me veo obligada a tomarme de su camisa para no caer al suelo. Él me sujeta con fuerza de la cintura y el mundo da vueltas.

—Eres un veneno adictivo—confiesa entre besos.

¿Un veneno? ¿A qué se refería? ¿Yo adictiva? ¿Eso era bueno? Nunca me habían dicho algo igual y no negare que escuchar salir esas palabras de su boca, es electrizante. Él es electricidad para mí.

Un chillido nos obliga a separarnos de forma abrupta. No distingo bien las figuras en el umbral, pero sé que acaban de vernos besándonos. Mis mejillas están calientes.



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En el texto hay: humor romantico, humor amor, humor amistad

Editado: 21.07.2024

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