James
Cuando me abalanzo sobre él, no estoy pensando en lo que hago, solo sé que busco herirlo de todas las formas posibles.
Sin embargo, mientras sucede el conflicto, hay una parte de mí que se enciende pero otra que se apaga. Una vocecita que me incita a golpear con fuerza y otra, muy en el fondo, que grita que me detenga. De esta forma me cuesta comprender por qué hago lo que hago.
—¡James, detente!—grita alguien detrás de mi espalda.
De reojo, noto que hay muchas personas observándonos. Sin buscarlo, nos convertimos en parte de un espectáculo digno de presenciar. También hay alguna que otra cara conocida entre el público, los amigos de Jake y de Celina están a unos metros presenciando todo. Incluso me parece notar que tanto Matt como Grant intentan acercarse pero Raven es muy determinante cuando les dice:
—No se metan, créanme he estado aquí desde hace dieciocho años.
Mi hermano siempre fue malo para las peleas y ahora mismo lo estoy demostrando. Lo veo debajo de mí, intentando resistir mis puñetazos de forma inútil y admito que hasta me dan ganas de reír por su falta de habilidad.
—¡James!—Elevo la mirada por unos segundos y veo mi alrededor en búsqueda de Mandy.
La encuentro a un costado del tumulto de gente abrazando a mi padre. A su lado, mi tía y mi tío ven el acontecimiento con una sonrisa de satisfacción en sus rostros.
La escena remueve mis emociones y me obliga a quedarme quieto, porque no me agrada lo que sucede aquí. Es que por un momento mis ojos se posan en mis padres y no puedo evitar que un sentimiento de culpa se aloje en mi pecho cuando noto a mamá con las facciones demacradas.
Casi de forma instantánea, a la mente se me viene las imágenes de mamá días antes de morir. Se veía tan cansada, como si alguien le hubiera drenado toda la vida y hasta parecía entregada a las circunstancias, justo como Mandy en este preciso momento.
Un día después de la escuela, llegué a casa y la encontré en la bañera. La sostuve en mis brazos hasta que llegaron los paramédicos. El resto es historia. Lloré, lloré y lloré hasta que mis lagrimales se secaron. La oscuridad me estaba viendo directo a la cara a corta edad y pensé que nunca podría salir de ello.
No niego que tuve mucha suerte de ser parte de otra familia, de que me abrieran las puertas de una casa a la que solo pertenecía de forma sanguínea a medias. Pero ahora, «¿No estaba destruyendo lo único bueno en mi vida?». Así, tal como me lo había dicho Liz la vez que me enfrentó en el auto, y realmente tenía mucha razón.
Como siga así, voy a perderlos y quizás no me lleve bien con Jake pero incluso en este momento sé que necesito un hermano. Debo detener este problema por el bienestar de mi familia, pues se los debo. Se lo debo a mi madre que hizo lo que pudo para que yo tuviera una familia. Y ciertamente, también lo debo a mí.
Ya perdí una madre, no quiero perder a toda mi familia.
Al momento en que bajo la guardia para pensar en todo aquello, Jake aprovecha para dar vuelta la situación e intentar atinarle a mi cabeza. Su gloria no dura por mucho tiempo, de pronto vuelvo a estar encima de él y mantengo con todas mis fuerzas sus brazos a la altura de la cabeza.
Se remueve debajo de mí con violencia, pero como siempre fui más fuerte que él nos mantenemos en la misma posición por mucho tiempo.
—¡Cálmate!—espeto en su rostro.
Lo que menos quiero en este momento es verme agresivo, pero no para de moverse y me pone nervioso.
—¡Pelea, vamos!—alienta fuera de sí.
—¡No!—me niego—. ¡No quiero terminar como ellos!
Señalo el lugar donde mi tío y mi padre se encuentran. Mi hermano los mira por unos segundos en los que se mantiene perplejo. Entonces, cuando noto que se ha calmado, lo suelto y me dejo caer a su lado.
—Qué pérdida de tiempo—se ríe con amargura.
Mi respiración es pesada e inestable, no creo que haya sido buena idea dar tantas vueltas en el piso después de beber una botella de alcohol. Ahora estoy cansado y con el estómago revuelto, mientras mi corazón late desesperado.
—Ya no quiero pelear—Suspiro—. Nunca más.
Se me queda viendo sin comprender nada. No refuta ni genera expresión alguna, como si no hubiera esperado una contestación de esa índole. Pero, ¿Qué espera exactamente que haga? Le dije a papá que estaba dispuesto, pero no me imagino toda una vida con un sentimiento tan asfixiante gobernando mi sistema.
—Siempre estuve ahí para ti—expreso con sensatez—. Siempre, Jake.
Solo quiero entenderlo, quizás si hago el intento podamos llegar a un acuerdo. Hasta ahora solo he sabido que me he ganado todo su odio, pero nunca me puso al tanto del por qué y su discreción nos está destruyendo a ambos.
Suelta una risa irónica.
—No me digas—se burla—. ¿Y qué pasó en este último tiempo?
Intenta negarlo con un comentario ácido, pero en el fondo sabe que es verdad. Mi historial hasta el momento fue impecable, algo que del suyo no podría decir.
—Las personas tenemos un limite—le suelto, cansado—. ¿Cuánto pensabas que podías golpear antes de que te devolviera la paliza?
No dice nada, por lo que capto su silencio como una acepción a mis palabras.
—Tú empezaste esto—concluye.
Este es el momento en el que normalmente debería decirle que los problemas viene de antes. Pero no me cuesta entender que él está al tanto y solo busca evadir el tema por miedo a que alguien lo sepa. Así que si ahora digo algo sobre eso, al final, volveremos a odiarnos y nunca podré salir de esto.
—Perfecto, entonces yo lo termino, aquí y ahora—opto por una opción más pacífica—. Solo dime por qué no me quieres para que pueda arreglarlo.
Lo veo ponerse de pie para intentar escapar y hago lo mismo intentando alcanzarlo. Es cuando tomo su brazo que comienza a forcejear, pero no cedo. De verdad quiero hablar con él.
—Dime por qué me odias—le exijo.