💼 Capítulo 1 — Martín.
No creo que haya nada más incómodo en el mundo como el que te tachen de ser el “guapo” de la oficina.
No el gracioso, ni el misterioso, ni amable.
“El guapo”
Nadie se fija en qué soy el que da los buenos días, el que les sostiene la puerta y recuerda los cumpleaños.
Y por alguna razón que no entiendo, eso —hoy en día— para mis compañeros parece un acto exagerado.
Supongo que nací chapado a la antigua.
Me gustan las cosas simples: el olor a café, los libros, o pasear sin prisa.
No necesito mucho.
Y, aunque más de una compañera haya malinterpretado mi cortesía y la haya confundido con que tengo algún interés en ella, no suelo dar pie a nada más que amistad.
No porque me falten ganas, ya que la mayoría de las que trabajan aquí son atractivas y yo soy un hombre, sino porque me sobran razones para esperar a tener mi oportunidad con la correcta.
La única excepción a mi calma diaria y a mi desinterés se llama Carolina Serrano.
Es la típica chica extrovertida, que suele hablar demasiado, y cuando lo hace, todos la escuchan.
Tiene el cabello rizado, rubio claro, y unos ojos cálidos y castaños, que podrían parecer comunes, pero los suyos tienen un brillo que te hace dudar si te está escuchando o hipnotizando.
Nunca sabes si va a reírse o a destruirte con una frase.
Y por curioso que parezca, me gusta no saberlo.
La primera vez que la vi, me gustó, pensé que es el tipo de chica que desordena una habitación sin tener que mover nada. Pero después entendí que no era para mí, no cree en el amor ni en las relaciones duraderas.
Llego temprano a la agencia como de costumbre. Todavía está medio vacía y en silencio. Como me gusta.
Pongo la cafetera que tengo al lado de mi mesa, abro mi cuaderno, y reviso todo lo que tengo pendiente.
Lina entra demasiado animada y parlanchina para ser las ocho de la mañana, dando los buenos días.
Le sonrío y asiento.
Enseguida noto que se acerca coqueta, para sacarme conversación.
—¿Quieres saber de qué va a ir la reunión de hoy, o ya lo sabes? —me pregunta, apoyándose en mi escritorio.
Lina es amiga de Carolina y la asistente de nuestro jefe, trabaja mano a mano junto a Rodrigo Serrano Castelar. Mi amigo y “El jefe”.
—No, no tengo ni idea.
—Todavía no hemos acabado con las Navidad y… ¡Ya van a empezar con la campaña de San Valentín!
—Oh —respondo.
—¿Oh? ¿Solo oh? ¿En serio?
—Es que aquí, hablar de amor es un tema peligroso —bromeo—. Hay que ponerle mucho corazón, y poca cabeza.
Ella se ríe, y justo en ese momento aparece Carolina.
No sé si el tiempo se ralentiza o si es mi mente haciendo de las suyas, pero hay algo en cómo entra: con ese paso rápido, una carpeta en la mano, el ceño levemente fruncido.
Nada en ella es deliberado, y sin embargo, todo me llama la atención.
—Buenos días —digo.
—¿Seguro que lo son? —responde, sin detenerse.
—Depende de si has tomado café. —le ofrezco uno. —¿Quieres?
—Entonces antes no lo eran, pero ahora sí. Gracias.
Eso me arranca una sonrisa. No debería, pero me la arranca.
Cuando Rodrigo nos llama a todos para que vayamos a la sala de reuniones, nos miramos.
Todos sabemos que el tema “San Valentín” es un campo minado.
La mayoría de los diseñadores creativos huyen de los clichés como de los virus. Carolina, especialmente.
Nos sentamos uno al lado del otro.
Ella toma notas con una precisión que me sorprende.
No usa el portátil, es de las que prefiere el papel, la observo y en sus notas los márgenes están llenos de garabatos.
De reojo, leo lo que ha escrito: “El amor no vende. Se alquila.”
Me aguanto la risa.
No quiero que piense que me burlo, aunque la sigo observando igual.
Rodrigo empieza hablando del “poder de las emociones” y de “crear una experiencia genuina” para nuestros clientes.
Carolina levanta una ceja incrédula que lo dice todo.
Y entonces sin que ninguno de nosotros lo espere, suelta la bomba.
—Carolina y Martín. Ustedes dos lideran y se encargarán de esta campaña.
—¿Ellos trabajarán juntos? —pregunta Lina.
—Sí. —Rodrigo sonríe—. Quiero contraste. Ella siempre dice que no cree en el amor, en cambio, él sí. Es el equilibrio perfecto.
Eso último me deja helado.
¿Ella no cree de verdad en el amor?
Claro que no. Si el amor fuera una religión, Carolina sería atea.
Yo, en cambio… todavía sería de los que reza un poco.
Cuando la reunión termina, Rodrigo desaparece rápidamente y la oficina estalla en murmullos.
Ella sale antes que nadie. Me mira durante unos segundos y sale en dirección a la oficina de Rodrigo, con esa expresión de “no nos puede hacer esto”.