Enamorada? Pero... Si no es primavera.

CAPÍTULO 4

🌸 Capítulo 4 — Carolina.

Estoy en el sofá, envuelta en una manta, cuando la puerta suena con los tres golpes inconfundibles de Jenna: toque de vecina, toque de amiga, toque de emergencia social.

—Abre, que traigo algo con azúcar y ganas de cotilleo —grita desde el pasillo.

Abro y entra, empapada hasta el alma, con el abrigo medio abierto y una bolsa de papel en la mano.

—Te he traído pastel de chocolate —dice, como si eso justificara cualquier cosa—. Del bueno.

—Eres un ángel. Uno un poco dramático, pero un ángel igual —le respondo, mientras la dejo pasar.

Jenna trabaja en la cafetería de la esquina, es la que me salva cada mañana de la resaca emocional que deja la oficina. Desde que me mudé aquí hace años somos amigas. Sabe cuándo necesito hablar y cuándo solo quiero que alguien me escuche mientras critico al universo. Y hoy precisamente es un día de esos.

—A ver —empieza, dejándose caer en el sofá—. Cuéntame. ¿Qué cotilleo tan grande es ese que tienes que contarme? ¿Y cómo es eso de la gran campaña del amor? —se desternilla aunque que intenta mantenerse seria.

—Como cada año la agencia publicita a Xeno's en San Valentín —respondo, suspirando—. Con mucho rosa, poca lógica y toneladas de cursilería.

—Eso ya me lo imaginaba —dice ella, cortando el pastel.

—Sí, pero a que no sabes que mi estimado jefe, este año me ha colgado a mí la campaña.

Jenna deja la porción de pastel sobre la mesa y me mira con la misma seriedad que podría mirar a un pingüino haciendo yoga.

—Y conociendo a tu hermano, —ríe— seguro que no ha tardado ni un segundo en emparejarte con alguien. ¿Con quién te ha puesto?

—Con Martín. —Nada más lo digo, levanta la mirada de inmediato.

—¿Martín Salazar, alias "Don Perfecto"? —pregunta, sonriendo de oreja a oreja. —¿En serio?

—El mismo. El guapo, el amable, el que le da las gracias hasta los porteros automáticos.

—No sé qué haces quejándote —dice, riendo—. Si a mí me ponen a trabajar con ese hombre, me da un infarto, pero de felicidad.

—Tú te enamorarías del cartero si te sonríe —le recuerdo.

—Y tú no te enamorarías ni aunque el destino te mandara un Dios griego personalizado. —Da un sorbo a su café y me señala con la cuchara antes de robarme un pedazo de pastel—. ¿Por qué te molesta tanto que te haya acoplado con Martín?

—No me molesta. Es solo que… no encajamos. Él cree en el amor bonito y yo no. Él espera a “la persona correcta”. Y yo prefiero que las cosas empiecen y terminen cuando toca. Sin etiquetas, sin discursos, y sobre todo, sin un falso “para siempre”.

—Ay, Carol —dice, con una sonrisa tierna—. Lo tuyo no es escepticismo, es instinto de autoprotección amiga.

—Lo mío Jenna, es realismo —corrijo—. He visto a demasiada gente prometer amor eterno que ya sabían la fecha de caducidad. El amor en verdad está sobrevalorado.

—Y, sin embargo, trabajas vendiendo emociones y eres de las mejores. Ironías de la vida —bromea.

—Exacto. El amor es como el marketing, no existen milagros.

Jenna se ríe y cambia de tema con naturalidad.

—Por cierto, este viernes podríamos ir al local nuevo que abrieron en la plaza central. Dicen que está genial: buena música, copas baratas y, atención, un alto porcentaje de hombres guapos.

—¿Y tú como tienes estadísticas de eso?

—Mi instinto nunca falla —responde, levantando la mano como quien jura ante un tribunal—. Además, después de un día entero escuchando hablar de amor en la oficina, te vendría bien una noche sin corazones rosas de fondo.

—Mmm… suena tentador —admito.

—Solo vas a admirar el paisaje —dice, riendo—. Y si algún paisaje te devuelve la mirada, pues ya te lanzas.

—No me tientes, que desde el "Maniquí con complejo de Dios" estoy a dos velas.

—No te tiento, te despierto. —Me mira de reojo—. Aunque te voy a decir algo: creo que ese Martín puede que te guste y que te saca más sonrisas de las que quieres admitir.

—No empieces tú también —respondo, entre risas—. Ya tengo a Rodrigo con sus profecías románticas.

—Yo solo digo que los polos opuestos a veces…

—Se electrocutan —la interrumpo.

Jenna se ríe tanto que casi tira la taza.

—Vale, vale. Nada de hablar amor, pero prométeme que el viernes te vienes.

—Está bien, el viernes iré contigo.

—Perfecto. El viernes te paso a buscar. Ponte algo bonito y practica tu sonrisa de “no me interesa, pero igual te miro”.

—Esa me sale natural —respondo.

Cuando se va, el silencio me cae encima como una manta distinta, más liviana.

Miro la libreta abierta sobre la mesa. En la primera página está escrito el título de la campaña:

"El amor y la razón".

Sonrío sola.

Yo soy la razón, está claro.

Y si el amor quiere discutir conmigo, que se prepare para perder.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.