Enamorada? Pero... Si no es primavera.

CAPÍTULO 5

💼 Capítulo 5 — Martín.

Llego un poco antes. Me gusta empezar el día tranquilo, revisar los correos y fingir que el café de la máquina sabe bien.

Rodrigo ya ha pasado por la oficina temprano; ha dejado una nota en mi monitor: “Quiero algo fresco y sincero.”

Traducción: haced magia antes del mediodía.

Carolina llega unos minutos después, hablando por teléfono y rebuscando algo en su bolso a la vez.

—Sí, mamá, ya he desayunado… No, no estoy más delgada, es la cámara del móvil… Vale, luego te llamo. Te quiero. —Cuelga, suspira y me mira—. ¿Listo para crear la campaña del amor?

—Listo al menos para sobrevivir a ella —respondo.

—Perfecto, ya somos dos. —Deja el bolso en la silla y enciende el ordenador—. Rodrigo quiere un concepto que “haga sentir sin empalagar”.

—Eso es como pedir chocolate sin azúcar.

—O amor sin drama. —Se ríe, y por un segundo me olvido de lo que iba a decir.

Nos ponemos a trabajar. Ella escribe frases en una libreta; yo abro el documento del proyecto.

—Vale —dice, pensativa—, si queremos que sea creíble, nada de corazones flotando ni parejas en barcas.

—Ni tipografía cursiva.

—Exacto. Quiero que la gente sienta algo y luego se pregunte: “¿Por qué me ha gustado esto?”

—O sea, una campaña emocional pero sin romanticismo barato.

—Justo. Un milagro publicitario —responde, con media sonrisa.

Trabajamos bien y en silencio… hasta que aparece Selena.

—Buenos días, equipo de San Valentín —saluda, apoyada en la puerta con una sonrisa ensayada—. Martín, justo te estaba buscando.

—Dime —respondo, girándome en la silla.

—Tengo que revisar unas piezas de la campaña de Navidad. Es sobre el cliente de los bombones… He pensado que podríamos revisarlo juntos después. —Sonríe un poco más—. Luego te invito a comer, y así lo compenso.

Carolina levanta la vista del cuaderno, sin decir nada.

Selena nota la mirada que le regala, pero sigue como si nada.

—Podemos revisarlo esta tarde —digo, amable—. Pero lo de comer lo dejamos para otro día, tengo que quedarme con el proyecto de San Valentín.

—Es una pena —responde con voz suave—. Entonces te veo esta tarde y te debo una. —Deja su mano en mi hombro unos segundos más de lo necesario y se va.

Carolina espera a que la puerta se cierre antes de hablar.

—No me digas que eso te pasa todos los días.

—No —contesto, riendo—. Algunos días me dejan tomar café tranquilo.

—Debe de ser agotador estar tan… solicitado.

—No tanto como parece. —Guardo el documento y me encojo de hombros—. A veces ser amable se malinterpreta.

—Ya, claro. —Sonríe—. Pobrecito…

—No te burles, Serrano. No es gracioso, te lo aseguro. Me siento un trozo de carne en un safari de leones.

—No me burlo, “tocinete”, solo observo. —Vuelve a su libreta y sigue sonriendo.

—¿Tocinete? —repito, sin poder evitar reírme.

—Es cariñoso —responde, encogiéndose de hombros—. En mi pueblo es un halago.

—Voy a tomar nota por si algún día necesito un apodo nuevo.

—Tranquilo, tengo repertorio —dice con una sonrisa divertida.

Trabajamos un rato más en silencio. De vez en cuando nuestras miradas se cruzan, y ninguno finge demasiado bien que no pasa nada.

Ella propone algo sencillo: “El amor se demuestra, no se promete.”

Lo escribo en la pantalla y me gusta.

—Tiene fuerza —le digo.

—Y poco azúcar. Rodrigo va a estar encantado.

—O sorprendido.

Justo entonces pasa Rodrigo por la puerta.

—¿Ya tenéis algo? —pregunta, asomándose.

—Una idea —responde Carolina—: “El amor se demuestra, no se promete.”

Rodrigo sonríe.

—Me gusta. Clara y directa, como tú, hermanita. —Me mira—. Y tú no la fastidies mucho, Salazar.

—No se me ocurriría —respondo.

Cuando se va, Carolina me mira divertida.

—¿Sabes qué? No lo diré muy alto, pero trabajar contigo no está tan mal.

—¿Eso ha sido un cumplido, Serrano?

—Un accidente más bien. —Cierra su libreta—. No te acostumbres.

—Lo anoto en lo mejor del día.

Ella se levanta, se cuelga el bolso y se despide con una sonrisa.

—Hasta mañana, Salazar. Intenta que tu club de fans no te espere en la puerta.

—Prometo intentar pasar desapercibido.

—Suerte con eso. —Se ríe—. Si te vuelven a invitar a comer, di que estás a dieta emocional.

—¿Eso existe?

—Acabo de inventarlo. Funciona de maravilla.

Cuando se va, me quedo mirando el reflejo en la pantalla del ordenador.

No sé qué tiene trabajar con ella, pero el día se me pasa sin notarlo.

Y eso, en esta agencia, ya es un pequeño milagro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.