Enamorada? Pero... Si no es primavera.

CAPÍTULO 9

🖥️ Capítulo 9 — Martín

La agencia está extrañamente tranquila a estas horas. La mayoría ha salido disparada en cuanto el reloj ha marcado las seis y media, y los pasillos se han quedado solo llenos del eco de las conversaciones que se van apagando a medida que los demás se marchan.

Carolina ha salido hace un rato; la escuche decir que tenía que pasar por la cafetería antes de irse a casa. Desde entonces, la oficina parece más grande.

Guardo unos papeles, cierro el correo, apago la pantalla. Estoy recogiendo ya para irme cuando escucho un golpe suave en la puerta. No hace falta mirar para saber quién es.

Selena lleva varios días acercándose con cualquier excusa: un archivo que “no encuentra”, una duda que podría resolver sola, o un comentario sobre la campaña que no necesita mi opinión… así que cuando aparece en el umbral con esa sonrisa estudiada, ya sé perfectamente a dónde quiere llegar.

—¿Tienes un momento? —pregunta, entrando sin esperar respuesta.

—Claro, dime —respondo, manteniéndome educado, aunque por dentro ya estoy revisando mentalmente todas las posibles excusas que puedo dar.

—Nada importante —dice, dando un par de pasos hacia mi mesa—. Solo he pensado que, ya que hoy has estado ayudándome otra vez, podríamos cenar o tomar una copa juntos. Algo tranquilo y rápido, para desconectar un poco.

Ahí está.

El mismo proceder de los últimos días, pero esta vez mucho más directo.

Ya no se que decir...

La cuestión es que Selena es buena profesional y no me ha hecho nada malo; simplemente no estoy interesado y, aunque trato de ser amable, últimamente tengo la sensación de estar esquivando más invitaciones que correos.

—No creo que pueda —empiezo, buscando una respuesta que no suene borde ni demasiado abierta a posibilidades.

Pero justo en ese momento, como si el universo hubiera decidido echarme una mano por una vez esta semana, veo a Rodrigo cruzando el pasillo, dispuesto a irse.

Y se me enciende la bombilla.

—He quedado con Rodrigo —digo, sin de pensarlo.

Rodrigo se detiene, nos mira, y necesito exactamente medio segundo para ver cómo le cambia la expresión a un “vale, entendido”.

—Sí, a quedado conmigo —dice, saliéndole natural, como si esto realmente hubiera estado planeado desde esta mañana.

Pero claro, Selena no se rinde tan fácil. Nunca lo hace.

—Oh —dice, acercándose un poco más—. Si queréis, puedo unirme a vosotros, prometo no molestar.

Perfecto. Ahora sí estoy oficialmente acorralado.

—Es solo un asunto rápido —añado, intentando mantener un tono tranquilo—. Un tema de trabajo que Rodrigo quiere revisar conmigo antes de cerrar el día.

Rodrigo, que entiende mis silencios mejor que nadie, asiente con una seriedad que roza la comedia.

—Es un tema de la agencia que debo tratar con Martín —confirma, sin sonreír, aunque sé que por dentro se está partiendo de risa.

—Bueno… otro día entonces —Selena suspira suavemente.—. Me avisas.

—Claro —respondo, porque decir “no” directamente sigue pareciendo más agresivo de lo que me gustaría.

Cuando por fin sale del despacho, Rodrigo tarda solo dos segundos en entrar, apoyarse en la mesa y mirarme con esa mezcla pícara de burla y paciencia.

—De verdad, Martín, eres un digno caso de estudio —dice—. Esa mujer te tiene acorralado desde hace meses y tú sigues esquivando sus invitaciones como todo un torero español.

—¿Y qué quieres que haga? —respondo—. No puedo pasarme el día gruñendo a la gente, no es mi estilo. Y tampoco quiero ser borde con ella sin motivo. Selena insiste demasiado, sí, pero nunca ha sobrepasado los límites.

—No te digo que gruñas ni que seas borde, Martín —responde él—. Solo te digo que existe una palabra maravillosa llamada “no”, que puedes usar sin destruir el equilibrio emocional del mundo.

—Estoy acostumbrado a este tipo de situaciones —admito—. Pero no quiero meterme en dramas innecesarios.

—Sí —dice Rodrigo riéndose—. Y por eso usas mi nombre para huir... Otra vez.

Me río porque sé que tiene razón.

—Era la salida más rápida, admítelo.

—Sí —dice él—. Y la más descarada también.

Rodrigo se incorpora, recoge su abrigo y hace un gesto con la cabeza hacia la puerta.

—Anda, vamos a tomar una copa, te veo tenso. Y además tengo que contarte algo sobre la cena de Navidad.

—¿Algo bueno?

—Para mí, sí —sonríe—. Para ti… no sé si tanto, este año he cambiado de restaurante. Pero en este también lo pasaremos bien, será divertido.

Eso no suena nada tranquilizador.

Cerramos mi despacho y bajamos juntos. En el ascensor, Rodrigo sigue con esa sonrisa que anuncia problemas o planes, y con él nunca se sabe cuál de los dos es peor.

—Por cierto —dice mientras caminamos hacia la calle—, Carolina hoy parecía de buen humor.

Lo dice en tono inocente, demasiado inocente.

—¿Y por qué me lo dices a mí? —pregunto, como si no supiera el porqué.

—Por nada —responde, encogiéndose de hombros—. Observación casual. Yo observo cosas.

Traducción: ha notado más de lo que quiere decir.

Salimos a la calle, y hace frío. Ese frío seco que te obliga a meter las manos en los bolsillos. Rodrigo señala la esquina alzando la barbilla.

—Venga, vamos al bar de siempre. Te cuento el plan que tengo para Navidad… y tú me explicas por qué cada vez que Carolina te discute, te quedas con la misma cara que cuando te comes un chocolate.

—No tengo ninguna cara especial —respondo.

—Claro —dice él—. Y yo no soy tu jefe. —Camino a su lado, negando con la cabeza pero sin poder evitar sonreír.

Entre que Selena insiste, Rodrigo me provoca, y Carolina me mira como si pudiera leerme… ya veremos cómo sobrevivo a esta campaña. Pero por extraño que parezca, no me quejo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.