Enamorada? Pero... Si no es primavera.

CAPÍTULO 10

🌸 Capítulo 10 — Carolina

Otro día más que entro a la oficina con mi café y la sensación de haber dormido poco.

Al fin es Viernes, el día en el que todos queremos salir corriendo, pero fingimos que no es así.

Dejo el bolso en mi mesa, enciendo el ordenador y, antes de que la pantalla termine de cargar, alguien deja otra taza a mi lado.

—Hoy la máquina está de mal humor —dice Martín—. Toma… Por si tu café decide traicionarte.

Lo veo extender su brazo, ofrecerme otro café recién hecho y miro un segundo.

—¿Y eso cómo lo sabes?

—Te he visto la cara al primer sorbo —responde, con una media sonrisa—. No era cara de “esto está buenísimo”. —No quiero sonreír, pero lo hago.

—Gracias —digo.

—De nada. —Se queda un momento apoyado en el respaldo de mi silla—. Tienes sueño.

—Es viernes —respondo—. Estoy cumpliendo con mi jornada, no esperes mucho más.

Él deja escapar una sonrisa breve, de esas que aparecen y desaparecen rápido.

—Vamos a la sala, tenemos que avanzar, Rodrigo quiere ver cómo va todo el lunes a primera hora.

—Como siempre —murmuro.

Caminamos hacia la sala de reuniones. Martín va a mi lado, con su café en la mano, no habla mucho, pero no hace falta. Su presencia ya ocupa suficiente para acaparar miradas.

Nos sentamos uno junto al otro. Él abre la carpeta con las propuestas y me las acerca.

—He preparado algunas opciones más —dice—. A ver qué te parecen.

Empieza a pasar hojas. Me enseña imágenes, frases sueltas, pequeños cambios. No hay nada exagerado, todo está ordenado, limpio. Martín es así también: ordenado, claro, tranquilo.

—Esta está bien —digo, señalando una—, pero esa frase se puede decir con menos palabras.

—Entonces recórtala —responde—. Prefiero que sobre espacio a que sobre texto.

—Eso me gusta —murmuro.

—Lo sé.

No sé si lo dice por la frase o por otra cosa, así que decido no preguntar.

Seguimos revisando. A veces me acerco un poco al cuaderno para leer mejor, a veces él acerca la carpeta hacia mí. No hay roces evidentes, ni gestos raros, solo esa sensación tonta de que, aunque estemos a una distancia normal, lo tengo demasiado cerca y no entiendo el porqué pero eso me pone nerviosa.

La puerta se abre.

—Carolina —dice Rodrigo—, ¿puedes salir un momento?

—¿Es urgente? —pregunto.

—Soy tu jefe —responde—. Siempre es urgente. —Resoplo y me levanto.

En el pasillo, Rodrigo se cruza de brazos, como si estuviera a punto de interrogarme.

—A ver, no me ha llegado tu horario de hoy —dice—. ¿Te quedas hasta tarde o no?

—No —respondo—. Hoy he quedado con Jenna y Lina. Quiero salir antes, a ver si puedes hacer un milagro como el gran jefe que eres, y que Lina y yo salgamos antes.

—¿Dónde vais? —pregunta, curioso con una ceja alzada.

—A un nuevo local que han abierto en el centro. Las chicas me lo han recomendado. —Rodrigo asiente despacio.

—Un nuevo local —repite, memorizándolo—. Interesante.

—Rodrigo. —Lo miro.

—¿Sí? —sonríe como si hubiera pescado el pez más gordo.

—No me gusta tu sonrisa, no quiero que hagas nada raro.

—Yo jamás hago cosas raras —dice muy serio.

Eso, en nuestro idioma, significa: estoy pensando algo, pero no te lo voy a decir.

—Puedes irte antes —añade—. Has trabajado bastante estos días. Prefiero que salgas a que te me caigas encima del teclado.

—Muy amable por tu parte —respondo—. Te traeré un recuerdo.

—Con que vuelvas el lunes es suficiente —dice.

Me doy la vuelta para volver a la sala, pero antes de irme, añade:

—Y si ves a Jenna… dile que espero que hoy no se líe demasiado, mañana iré a verla.

—Se lo diré —respondo, intentando que no se me escape una sonrisa y regreso a la sala.

Martín levanta la vista en cuanto entro.

—¿Todo bien?

—Sí. Hoy tengo algo que hacer con las chicas y Rodrigo me deja salir antes.

—Te lo has ganado —dice él—. Esta semana ha sido intensa.

—Y eso que todavía no hemos llegado a enero —respondo, sentándome de nuevo para seguir trabajando.

Él ajusta detalles de color y composición, yo juego con palabras hasta que dejan de sonar falsas. No hablamos de nada personal, pero el rato se pasa rápido trabajando a su lado, y eso es raro en un viernes.

Lina entra un momento, apoyando la cabeza en el marco de la puerta.

—¿Interrumpo la cita de trabajo? —pregunta.

—Es una reunión —corrijo—. Y sí, interrumpes.

—Perfecto —dice—. Solo vengo a recordarte que hoy a las ocho estaré en la puerta de tu apartamento, y no pienso esperarte más de diez minutos, Carol.

—Estaré puntual —respondo—. Y no me gruñas delante de la gente.

Lina mira a Martín.

—Tú no me has escuchado gruñir. ¿Cierto?

—No. —Martín sonríe con educación.

—¿Tu también sales temprano hoy? —le pregunta coqueta.

—No lo sé. Creo que Rodrigo me va a secuestrar para hablar de cosas de la agencia.

—Nosotros hablaremos de cosas mucho más importantes. —Le sonríe.

—No lo dudo —responde él.

—No llegues tarde, o atente a las consecuencias, que Jenna se molesta si llegamos tarde. —Me guiña un ojo antes de irse.

—No pienso hacerlo —digo.

Cuando se va, Martín baja la vista a sus notas.

—Te tienen bien organizada —comenta.

—La verdad es que sí. Ese par si llego tarde, pueden molestarme y recordármelo durante un mes. Y luego dicen ser mis amigas —bromeo.

—Lo son. Solo que supongo que te conocen bien.

—¡Un mes entero martirizandome!

—Parece muy injusto.

—¡Lo es!

Trabajamos un rato más. En algún momento, él se queda mirando la pantalla.

—Lo haces bien.

—¿El qué? —pregunto.

—Esto. Traducir todos los sentimientos a algo que la gente pueda sentir sin tanta floritura.

—Es mi trabajo —respondo.

—Y se te da bien —insiste, sin mirarme.

No sé qué hacer con eso, así que no contesto. Me limito a revisar otra frase.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.