🌹 Capítulo 14 — Martín.
Nunca pensé que un “¿Quieres bailar?” pudiera dejarme así: bloqueado durante un segundo, intentando parecer calmado mientras por dentro intento recordar cómo se respira.
Carolina me lo ha dicho con esa seguridad que tumba a cualquiera… aunque sé perfectamente que no es seguridad. O al menos, no del todo. Hay algo en su mirada, en el leve color de sus mejillas, que me dice que es la copa… y también que no es solo la copa, a esta mujer no le soy indiferente.
—Sí —respondo, y le tomo la mano.
Siento cómo se tensa un instante, apenas un gesto, pero lo noto. Luego suelta el aire y deja que la guíe entre la gente.
La pista está llena, pero encontramos un hueco. La música no es lenta, tampoco rápida. De esas que te obligan a estar cerca… sin que parezca premeditado.
Carolina me mira como si todavía dudara de qué demonios acaba de hacer.
—Puedes soltarme, ¿eh? —dice, intentando sonar casual.
—No quiero —respondo sin pensarlo.
Ella abre los ojos un segundo, sorprendida, pero para mí suerte no aparta la mano.
Nos movemos con la música. Ella no baila nada mal, aunque finge que no le importa, que solo está aquí por pasar el rato. Pero la conozco lo suficiente como para ver el esfuerzo que hace para no mirarme demasiado.
La luz de la pista le ilumina el rostro y, durante un segundo, tengo que recordarme dónde estamos.
En un bar, en viernes. Estoy en un sitio en el que jamás me imaginé encontrarla y menos así.
—¿Bailas siempre tan… cerca? —pregunta, aunque es ella quien se ha acercado un poquito más sin darse cuenta.
—Solo cuando me lo piden —respondo. Ella gira la cara un poco, como si quisiera esconder la sonrisa.
—No exageres.
—No exagero. Digo, viendo cómo se muerde el labio. Un gesto pequeño, pero que me desarma.
—No te acostumbres —dice.
—No lo haré —miento.
Seguimos bailando. Su mano sube a mi hombro, apenas apoyada, como si probara la distancia. Mi otra mano queda en su cintura, ligera, sin presionar. No quiero que piense que intento nada… pero tampoco quiero alejarme.
Ella por un momento levanta la vista.
—¿Por qué me miras así?
—¿Así cómo?
—Como si supieras algo que yo no.
—No sé nada —respondo—. Solo te estoy mirando.
—Pues no mires tanto —dice, bajando la mirada un segundo.
—No puedo evitarlo, eres preciosa.
Y ahí, sé que he dicho demasiado.
Carolina traga saliva y mira hacia un lado para romper el momento. Y entonces… aparece el huracán.
—¡Martín! —Esa maldita voz.
Selena.
Cierro los ojos un segundo, porque la inoportunidad de esta mujer es perfecta. Pero perfecta para fastidiar.
Carolina mira al frente, respira hondo y suelta mi mano. No del todo, solo lo suficiente para marcar distancia.
—Oh, vaya —dice Selena, con esa sonrisa que usa cuando cree haber ganado algo—. ¿Estás bailando?
—Eso parece —respondo.
—¿Y con Carolina? —pregunta, como si necesitara confirmarlo.
Carolina la mira con una sonrisa tan fina que corta.
—Sí, conmigo —dice ella antes de que yo pueda abrir la boca.
Selena ladea la cabeza.
—Quería ver si querías tomarte una copa, prometo no hablar de nada relacionado con el trabajo… O si surge sí, bueno lo que tú veas.
Carolina sonríe como quien acaba de escuchar un mal chiste.
—Pues ahora mismo no es buen momento —dice—. No ves que está ocupado.
Selena la ignora.
—¿Una copa de quince minutos? —insiste.
Carolina cruza los brazos y respiro hondo.
Y entonces lo decido, no voy a pensarlo. Mi amigo y su hermana tienen razón.
—Selena, nos vemos el lunes —respondo—. Hoy estoy ocupado, fuera de servicio.
Selena tarda demasiado en responder.
—Ya… ya veo. Bueno, pues disfrutad.
Cuando se va, Carolina suelta el aire como si llevara diez minutos reteniéndolo.
—Tiene una puntería… —murmura.
—Increíble —digo.
Ella intenta volver a su distancia prudente, pero la música cambia, la gente nos empuja un poco y termina más cerca que antes.
Mucho más.
Mis manos llegan a su cintura de nuevo, esta vez sin pensarlo.
Ella se queda quieta un segundo, mirando mis manos, y luego levanta la vista.
—No hagas eso.
—¿El qué?
—Mirarme como si… —no termina la frase.
—Como si qué —susurro.
—Nada. —Se aparta apenas tres centímetros—. No te confundas.
—No me confundo —respondo. —Se perfectamente lo que quiero.
Pero ella sí.
Porque cuando la música sube, se acerca sin darse cuenta.
Porque cuando rozo su espalda, respira más rápido.
Porque cuando la giro suavemente, sonríe aunque intenta evitarlo.
Seguimos bailando hasta que alguien nos interrumpe.
—Perdón, perdón, perdón… ¿estoy interrumpiendo una escena de película? —dice Rodrigo.
Carolina se separa de mí como si le hubieran quemado los pies.
—Vine a decir que Lina ha encontrado acompañante para esta noche y ha desaparecido. Y Jenna está en su coche esperando para llevarme a casa. Como hemos venido en tu coche, —se dirige a mí. —Vengo a decirte que te toca llevar la casa. Una bonita casualidad, ¿no creéis?
—Me voy con vosotros. —Rodrigo abre las manos y niega. —¿O es que quieres irte solo con Jenna?
—No confirmo ni desmiento —dice.
—Yo también voy. —Carolina niega y se da la vuelta.
Pero cuando da un paso, se tropieza con alguien que pasa rápido. La agarro del brazo antes de que pierda el equilibrio.
Me quedo quieto con mi mano en su cintura y ella también con la suya en mi pecho.
Nos miramos, porque estamos muy cerca, demasiado.
—Estoy bien —dice, bajito.
—Lo sé —respondo, sin soltarla aún.
Ella respira hondo y se aparta despacio.
—No deberías… —murmura.
—¿Qué?
—Ser así.
—¿Así cómo?
—Así —dice, señalándome sin saber qué explicar—. Así tú.
Rodrigo carraspea.