Enamorada por casualidad.

|Capítulo 8|

El día de hoy será un día especial, pues saldré con Carlos nuevamente, ¿a dónde, a qué, por qué?, no lo sé pero estoy segura que será un gran día.

Me di una larga y relajante ducha.

Abrí mi closet y saqué unos leggins negros, una blusa negra de manga larga, un suéter amarillo para cubrirme del poco frío que hacía y me coloqué unos tenis blancos, mis favoritos. Empecé a cepillar y secar mi cabello ondulado cuándo vibró mi celular indicando que tenía un mensaje.

Carlos.

A las 10 pasaré por ti, vete lo más cómoda posible, nos espera una gran aventura.

¿Cómoda? ¿Una aventura? ¿De qué se trataría?

Por un momento ignoré el mensaje y empecé a hacerme una coleta alta, coloqué una bandana negra y estaba lista para la "aventura".

Me dirigí a la cocina a hacer crepas, hice para mis papás, para mí y para Carlos. Desayuné con mis papás y era el último desayuno con mi papá, tenía que regresar a su trabajo.

Lavé los trastes y me dispuse a colocar los ingredientes de las crepas de Carlos.

—Pequeña, ¡Carlos llegó! —Anunció mi mamá incluso más emocionada que yo.

— ¡Ya voy!

—Te amo demasiado, pronto nos veremos. —Dijo mi papá abrazándome y brindándome un calor paternal que me encantaba, finalmente depositó unos besos en mi mejilla.

Fui por mi bolsa y Carlos estaba esperándome con su sonrisa habitual.

—¿Lista?

—Lista. —Respondí con alegría.

—Vámonos.

—Carlos, te preparé algo. —Declaré, él orilló el auto en la carretera para recibir mi "regalo".

—¡A veeeer! —Gritó efusivo.

—Ya se enfriaron. —Curve hacía abajo mis labios.

—Katy, quedaron deliciosas. —Dijo casi atragantándose «qué bobo tan lindo».

También le di la malteada que le preparé y siguió degustando su desayuno.

—¡Estuvo de pelos! —No podía contener mi risa por su expresión. —Katy, no te burles. —Se quejó. —Necesitamos ir de compras. —Anunció.

—¿De compras?  ¿Qué tanto tramas? —Me encontraba desesperada.

—Paciencia, bonita, paciencia.

Llegamos a un supermercado y empezó a agarrar frutas con yogurt, sándwiches, chocolates y bueno, todo lo que se le atravesara en el camino.

—¿Tanto? —Mis ojos se hicieron espirales con sorpresa.

—Créeme, lo necesitaremos. —Me guiñó el ojo.

Todo era misterioso, no entendía nada pero no quería desesperarme como la vez de la obra, así que dejé que Carlos y su locura me guiaran. Teníamos todo y era momento de seguir el camino en carretera, duramos aproximadamente 1½ hora en llegar.

—Deja acomodo todo.

—Te ayudo.

Empezamos a poner algunas de las cosas que compró en una mochila gigantesca y lo restante en una canastita.

—Ahora sí, empecemos. —Dijo con alegría.

Cada vez estaba más pérdida, no había señales de algo interesante, sólo piedras de diferentes tamaños y algunos metros rodeados de basura «fue ahí donde comprendí que no debemos dejar llevar por las apariencias».

Carlos empezó a caminar apresurado y lo seguí, caminamos, caminamos y volvimos a caminar hasta que quedé petrificada con lo que mis ojos veían.

—Increíble, ¿no, bonita? —Tomó mi mano para que no fuera a caerme.

—Es más que increíble. —Respondí y sentía que mis ojos se saldrían de la impresión.

Toda la basura y las piedras se habían quedado al principio y ahora solo se admiraba un paisaje verde y hermoso. Carlos empezó a subir unos montes verdes y lo seguí un poco agitada, después de tanto esfuerzo habíamos llegado, todo era más hermoso que hace unos momentos, todos los montes eran increíblemente verdes y había una vista preciosísima.

Mientras yo admiraba la belleza del lugar, él extendió una sábana blanca en la superficie más plana que encontró y ordenó todo lo que había comprado, y ahora entendía todo, estábamos en un "picnic", al aire libre admirando la belleza tan escondida de este misterioso lugar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.