Enamorada siempre de ti

PRÓLOGO

Si la mayoría de personas supieran la historia de cómo nos conocimos Marck y yo, dirían: Aww, que lindo.

Y, para que mentir, eso es muy cierto.

Fue algo… lindo, que digamos.

Conocí a Marck cuando entré, por primera vez, a un kínder. Era un manojo de nervios, llanto y gritos al saber que me quedaría sola con una masa de niños come mocos, gritones, tontos y un poco locos.

¿Quién come crayolas? Nadie. Por dios, no sabía con exactitud si iba a sobrevivir sola, sin mi hermano que me protegiera y me defendiera de un niño que se quisiera pasar de listo conmigo.

Alexis me prometió que el colegio era divertido, asombroso y que podíamos hacer lo que queramos a la hora de recreo, sin excusas, limitaciones o riñas.

Como una tonta, le creí.

Esperanzada y con toda la alegría del mundo, agarré mi mochila de Monsters, Inc.

Al llegar, vi todo tipos de niños; altos, bajitos, delgados, regordetes, castaños, pelinegros, rubios, pelirrojos, morenos y más. Obviamente, me asuste mucho. No sobreviviría con todos ellos a mi alrededor.

Ya no tenía excusa alguna para regresarme, aparte, papá debía de ir a su trabajo lo más rápido posible para comenzar alguna junta y reunirse con varias personas importantes.

Pero claro, siempre debe de haber un bache en todo eso. Yo.

No me baje, comencé a llorar, a gritar y a rogarle a papá que nos fuéramos de allí, que no me gustaba para nada lo que veía.

Te acostumbraras, me dijo él.

Sus palabras fueron el interruptor de muchos más gritos. Odia a Alexis, lo odiaba a él y odiaba a mamá. Si por ella fuera me diera educación en casa y ya.

Después de diez minutos de sufrir esa agonía llamada ‘’No volverán por mí’’ me bajaron del auto. Y cuando digo que me bajaron, en plural, necesitaron de dos profesoras para ceder. Lo que me faltaba era morderlos.

Papá me prometió recompensarme, con alguna chuchería de la tienda, si me portaba bien y dejaba de llorar.

Se fue dejándome sola. Vaya suerte la mía. Ya, maso menos, tranquila, me dejaron ingresar a la que sería mi aula y me situaron al costado en un asiento vacío. Asombroso, primer día y sola.

Seguía odiando a Alexis.

No haría amigos en lo que sería bastante tiempo ¿Quién se quería juntar con una niña llorona? Nadie. Al menos, el niñito que no paraba de hurgar su nariz tendría más amigos que yo.

Hasta que… un niño se sentó a mi costado. Mi boca se abrió con asombro al verlo tan serio, y lindo. Alexis me advirtió que esos eran los más arrogantes y malos que pueden existir en el mundo.

Y con tan solo cinco años. ¿Se lo pueden creer? Porque yo sí.

Cabello y ojos negros como la noche, de tez apiñonada clara, unas bonitas cejas oscuras, una nariz muy bonita y anteojos en círculos. Se parecían a los de Harry Potter.

Quedé muy embobada por ese niño.

Era la primera vez… Bueno, la décima vez que veía a un niño guapo. El grupo de amigos que tenía eran los amigos de Alexis. Y para ser mayores que yo, eran muy majos. Me derretía por uno o dos de sus amigos. Me gustaba estar con ellos ya que me trataban como una más, una niña grande de nueve años.

Acomodé mis coletas castañas y medio sonreí.

Era mi oportunidad de, por lo menos, hacer un amigo por si sola. Si es que no me rechazaba, por su puesto.

Le dije mi nombre y… todo se derrumbó. Ni si quiera me devolvió el saludo o me dirigió una mirada. Se concentraba en sus… figurillas de Goku y ya. Bien, ni si quiera me interesaba saber su nombre.

Puse mis brazos en la mesa y me acosté. Mire a la nada por muchos minutos, pensando que mi mejor opción era llorar. Los ojos se me empañaron y una lágrima resbaló por mi mejilla. Bajaría una segunda hasta que…

El niño me respondió: Marck, me llamo Marck.

La emoción llego a mi cuerpo, envolviéndolo en alegría y chillidos internos.

¿Cómo Mark Zuckerberg?, pregunte, limpiándome las pequeñas lágrimas. No quería verme patética delante de él.

Si, pero con una ‘’C’’, se encogió de hombros.

Eso bastó para que siguiéramos conversando en casi toda la clase y que callera perdidamente enamorada de él.

Pensé que ese pequeño ‘’enamoramiento de niñez’’ se desvanecería a medida que creciéramos. Sorpresa. No lo hizo.

Ese pequeño se fue convirtiendo en grande. Al igual que Marck lo hacía. Creció y creció a tal punto que a los 12 ya le había crecido el bigote. A los 15 se obsesionó con el ejercicio y su apariencia física. El idiota no paraba de hacer ejercicio que hasta me arrastró consigo a su gimnasio improvisado en su casa. Ciertas partes de mi cuerpo se volvían gelatina al verlo sin una camiseta.

Con el tiempo, mi cuerpo, no se quedó atrás. Me crecieron las bubis, las caderas y el trasero, aunque bueno, el trasero no tanto. Di el estirón y Marck dio más de tres estirones seguidos.

A los 16 le regalaron su primer auto y lo celebramos en grande y a mí, me dieron mi primera joya de oro. Un anillo, específicamente. Absurdo, ¿no? ¿Quién quiere una joya de regalo? Nadie, o al menos yo no. Plasmé una sonrisa muy falsa que ni Marck se la creyó. Estuvo presente cuando me dieron el regalo.

Marck se convirtió en todo un galán para las vacaciones. Dejó de lado los anteojos redondos, los frenillos, la ropa ancha, las figurillas de Goku, cambió su peinado, y toda su apariencia.

Ni lo reconocí cuando me recogió en el aeropuerto. Tuvo su propio GLOW UP.

La preparatoria fue la fase más difícil que pasé ¿Por qué? Vi como Marck salía, se acostaba y mantenía una relación no más de un par de meses con todo tipo de chicas: Rubias, morenas, acaneladas, altas, bajas, porristas y, para mi suerte, ninguna era castaña.

Ya hace varios años me dejó en claro, indirectamente, que nunca saldría con una castaña o que nunca saldría conmigo porque se volvería raro y distorsionado. Para él, era su pequeña hermana.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.