“Injusticia”
Louis
—¿Louis? —es una voz femenina la que dice mi nombre con cautela cuando atiendo la llamada.
—¿Kate?
—¿Estás en tu casa? —pregunta en el mismo tono, confirmando mis sospechas sobre si era ella, lo que me pone intranquilo. Me siento en la cama para poner más atención en lo que dice, ya que el volumen de su voz es muy bajo.
—Sí, ¿por qué me llamas de un número desconocido?
—Por favor, ven a buscarme —solloza, e inmediatamente después se escucha como si ahogara el sonido—. Tengo miedo.
—¿Dónde estás? —pregunto, temeroso.
—No lo sé exactamente —hace una pausa de unos pocos segundos, que se me hacen eternos, en los que puedo escuchar su respiración entrecortada—, me estaban siguiendo y solo corrí.
—Por favor, trata de recordar algún lugar por el que hayas pasado.
—Salí de mi casa hacia el instituto por los ensayos de la obra escolar, sentía que me estaban siguiendo y corrí, no me fijé hacia donde, solo quería escapar, estoy cerca del instituto, pero me da miedo salir de aquí. Creo que es la única cabina telefónica que hay por esta zona.
—Voy para allá.
Tomo las llaves del auto, subo a él y salgo a toda velocidad en dirección al instituto haciendo un repaso mental de todas las calles que están cerca para ir descartando las que no tienen la única pista que ella me dio.
Disminuyo la velocidad unas calles antes, mirando todo con prisa en busca de algún punto rojo. Muevo los dedos en el volante con desespero, frustrado por no poder conseguir la puta cabina.
Avanzo unas tres calles más, y siento un poco de alivio al ver ese rojo característico. Cruzo y avanzo lo más sigiloso que puedo ir con el auto, rogando que ella se encuentre allí.
Pero no es así.
Mi mente comienza a pensar lo peor y freno de golpe, las ruedas chirriando levemente sobre el asfalto. Rebusco a mi alrededor, afinando la vista lo más posible a la espera de encontrar su silueta. Es de noche y es una calle poco concurrida, los turistas no suelen pasar mucho por la zona del instituto, ya que no hay nada interesante para ellos allí, lo cual resulta mejor para nosotros.
Pero en este preciso instante desearía que la calle estuviese atestada de gente, sólo así habría menos probabilidades de que a ella le suceda algo.
Sigo moviéndome en el auto por las calles aledañas, y el alma me vuelve al cuerpo cuando la veo caminando apresuradamente a lo lejos, seguida por una silueta que no conozco de nada. Tres segundos después ya no veo a ninguno de los dos.
Me acerco lo más rápido posible hacia esa dirección, maldiciendo en voz alta cuando noto que no puedo seguir en auto por esa calle.
Sin pensarlo dos veces, me bajo y me adentro, tratando de mantener mi respiración y mis pasos lo más sigilosos posible para escuchar cualquier cosa que haya a mi alrededor.
Un grito ahogado un poco más adelante de donde estoy llama mi atención, corro hacia allí lo más rápido que puedo y, al cruzar en otra calle igual de estrecha, veo cómo un tipo le tapa la boca con la mano y forcejea con ella, obligándola a caminar.
Kate le muerde la mano, según lo que puedo observar mientras me acerco apresuradamente, logrando zafarse. Ella corre, huyendo de él, y de nuevo los pierdo de vista.
Mi mente comienza a pensar lo peor, y empleo mis años de entrenamiento futbolístico para correr más rápido de lo que alguna vez lo he hecho en mi vida. Un sonido seco y ahogado me paraliza el corazón por unos instantes, casi perdiendo el equilibrio si no fuera porque logro apoyarme en el alféizar de la ventana de una casa y detener las piernas.
«No, no, no, no, por favor, no»
Tomo una respiración profunda como impulso antes de volver a correr. Al cruzar en la esquina donde los vi desaparecer, choco contra alguien e inmediatamente reboto hacia atrás.
Nos observamos rápidamente, mi instinto enciende todas las alarmas y la adrenalina fluye por mi sangre a la velocidad de la luz, aprovecho estos escasos segundos para colar mi mano en el bolsillo y sacar las llaves del auto lo más disimulado posible, es lo primero que se me pasa por la mente.
Todo sucede en cámara lenta.
Miro detrás del tipo lo equivalente a una fracción de segundo, notando algo amarillo tendido en el suelo. El color abandona mi rostro y lo miro de nuevo a él, quien reacciona intentando abalanzarse hacia mí.
Lo esquivo a duras penas, retorciendo varios pasos para evitar que sus manos me golpeen. Va armado, y yo sólo tengo unas llaves para defenderme... sólo espero que todo esto no termine peor de lo que ya está.
Empuño las llaves en mi mano, dejando la parte metálica expuesta como una especie de punzón, y lanzo golpes en su dirección, apuntando hacia el pecho o la garganta, lo primero donde pueda darle, rogando que no saque su arma. Hemos intercambiado posiciones, por lo que ahora él tiene ventaja sobre mí, prácticamente me ha acorralado sin mucho esfuerzo pues, entre esquivo y esquivo, fui moviéndome hacia donde no debía.