“Bromas a oscuras”
Para la tarde del día siguiente, Ally y yo nos encontramos solos en mi casa, sentados en el sofá viendo una película, ambos acurrucados debajo de una cobija matrimonial. Nuestro plan original para hoy era ir al parque a pasar un poco de tiempo al aire libre con Jedd y Nathan —nos encontraríamos con ellos estando allá—, ya que es viernes y Allison había decidido dejar sus deberes para el sábado.
Sin embargo, el clima tenía otros planes para este día, cubriendo el sol con unas nubes gris oscuro que intimidaban a cualquiera que se atreviera a salir de su casa. Poco tiempo después, comenzó a llover, así que no tuvimos más opción que quedarnos.
Mamá, John y todos mis hermanos estaban en casa de nuestros abuelos, se habían ido temprano y nosotros nos negamos a ir precisamente por la salida que tendríamos más tarde. Hace diez minutos dejó de llover, pero aún se podían ver y escuchar los relámpagos y los truenos.
El teléfono de mi amiga suena, sobresaltándonos ligeramente. Noto que ella estira el brazo, tanteando en el lugar de donde proviene el sonido para tomarlo y atender la llamada, todo sin dejar de mirar al televisor.
—¿Bueno...? ¿Qué? ¿Quién es? —pauso la película y la miro, ella tiene el ceño fruncido y una expresión de que algo no tiene sentido—. No le haré caso a alguien que ni siquiera quiere decir su nombre —espeta antes de cortar la llamada y prácticamente deja caer el teléfono en entre sus piernas.
—¿Qué te dijo? —le pregunto mientras ella vuelve a acomodarse debajo de la cobija.
—«Aléjate de tu amigo» —imita una voz gruesa y un tanto extraña—. «No querrás seguir siendo parte de su vida.»
—Seguramente es una llamada de broma —le resto importancia, volviendo a reanudar la película.
Pero el ambiente entre nosotros ha cambiado desde esa llamada, Ally luce más allá que acá, concentrada en alguna parte de su mente, ni siquiera se ríe cuando sucede una escena cómica, por lo que vuelvo a pausar la película.
—¿Ally? —la miro—. ¿Está todo bien?
—No creo que se trate sólo de una broma —dice en voz baja, removiéndose en el sofá hasta quedar sentada apuntando hacia mí—. Esa llamada me recordó a lo que te conté que vi cuando venía para acá.
Entorno los ojos, un poco escéptico.
—No estoy loca, Louis —se levanta del sofá, luciendo algo molesta, me arroja en la cara su parte de la cobija, dirigiéndose hacia las escaleras.
—No me refería a eso —me coloco de pie para ir tras ella.
—Nunca te he mentido. ¿Por qué no me crees? —su tono de voz ahora suena frustrado.
—Sí te creo...
—No lo haces —asegura sin mirarme—. Te conozco, Louis, estás vacilando.
Ambos no detenemos de golpe cuando las bombillas comienzan a parpadear unas cuantas veces. Miro a mi alrededor, dándome cuenta que todas están en ese mismo estado y, finalmente, se apagan por completo, dejándonos en una oscuridad total.
Un trueno cercano se hace notar, añadiéndole más drama a todo.
—¿Louis? —ella dice mi nombre con temor.
—Estoy aquí —me dirijo lentamente hacia donde provino el sonido de su voz.
Tanteo el aire con mis manos hasta tocar algo que me parece cabello, por lo que avanzo unos centímetros más, apoyando mis manos en sus hombros.
—Las demás casas están iluminadas —me hace notar, moviendo su brazo para apuntar a una de las ventanas.
—Quizás solo sea un problema de aquí. ¿Me acompañas al patio trasero?
—Solo si está un poco más iluminado que aquí dentro.
Ella le tiene un gran temor a la oscuridad. Si el lugar está levemente iluminado, como un cine o una única lámpara encendida, está bien; pero si todo está negro y no puede ver ni sus manos, es cuando comienzan los nervios.
Su habitación suele estar iluminada por las luces del exterior y por ese motivo puede dormir tranquila. Pero aquí, en la sala de estar de mi casa, usualmente no entra nada de luz de afuera, todas las demás casas están lo suficientemente lejos como para que eso pase.
—No me sueltes —susurra.
—No lo haré —prometo—, pero necesito que me guíes hacia donde está tu teléfono, el mío lo dejé cargando arriba.
Ally comienza a caminar lentamente, ambos tanteando el aire frente a nosotros con brazos y piernas para no tropezar con nada. De repente, escucho un sonido seco cerca de nosotros y Allison suelta una maldición un segundo después.
—Creo que ya encontré el sofá —dice con voz ahogada, y no trato de contener la risa—. Mi dedito... —se lamenta, inclinándose, y supongo que va a acariciar la zona afectada.
Me entrega su teléfono e intento encender la pantalla, pero no hace nada. Le doy al botón e intento poner mi huella varias veces, obteniendo el mismo y fracasado resultado.
—¿Está descargado?
—Tenía la mitad de la batería —sus manos toman el brazo con el que sostengo su teléfono, y recorre toda mi extremidad hasta dar con el aparato.