“Nuevas amistades”
—Están dándole confianza —escucho su voz susurrante.
—¿De dónde salió la otra chica? —pregunta otra voz, ésta sonando más siniestra.
«¿Quién?»
Intento saber dónde estoy, pero no puedo abrir los ojos. Hago el esfuerzo por mover mi cuerpo… es en vano. Solo mi sentido de la audición es lo único que me acompaña en este momento.
—Puede vernos…
—La han entrenado bien —admite esa voz oscura, no muy gustosa de pronunciar esas palabras—. Aprendió rápido.
—No me agrada… —espeta—… ninguna de las dos me agrada. Ella siempre fue una amenaza.
«¡¿Quién?!»
Hago otro intento por moverme, mover cualquier parte de mi cuerpo, pero obtengo el mismo resultado.
Hasta que el sonido de la alarma me lleva de vuelta a la realidad.
***
—¡Louis! —Exclama Avery al abrirme la puerta—. Cuánto tiempo.
Frunzo el ceño. Sólo habían pasado cinco días desde lo sucedido con Noah.
—Adivina qué hice de nuevo. Es algo que te encanta.
—¿Galletas? —me sonríe ampliamente, dándome la razón.
Me hace pasar a la cocina y llena cuatro tazas pequeñas con galletas.
—Ally y Maddie están con Nathan en su habitación. ¿Necesitas una bandeja o algo para llevar todo?
—No, gracias —le sonrío ligeramente, tratando de agarrar las cuatro tazas con ambas manos y brazos.
—Mejor te ayudo —toma dos tazas.
—¿Por qué no confía en mí? —dramatizo.
—Eres torpe cuando tienes muchas cosas en las manos. Aún no olvido la vez que se te cayó el soporte de tubos de Ally, tuvimos que comprarle otro —me fulmina con la mirada.
—En mi defensa… pagué por eso.
Ambos subimos las escaleras, con dos tazas cada uno. Al entrar en el cuarto de Nathan, él está sentado en la silla del escritorio, mirando a ambas chicas que están en su cama con su portátil en frente. Los tres nos miran. Avery les entrega las tazas a ellas, yo, en cambio, me dirijo hacia él para entregarle la suya. Me siento en su escritorio.
—¿Quién es ella? —pregunta una voz femenina que no reconozco, proveniente de los parlantes de la computadora.
—Es mi suegrita —responde Maddie tomando la taza—. Gracias —le dice a Avery.
—Y mi linda mamá —habla Ally, dejando la taza en la cama para abrazar a su madre mientras ambas miran la pantalla. Besa su mejilla.
—Sólo me halagas porque hice galletas de nuevo —comenta Avery besando la frente de su hija para luego dirigirse a la puerta.
Ally abre la boca, indignada y sorprendida por las palabras de su madre.
—¡Claro que no! Yo siempre te halago.
—¿Para mí no hay beso? —cuestiona Nathan, mirando a su madre.
—No. Eres un interesado roba comidas. Además, Ally es mi bebé —la castaña le saca la lengua.
—¡Pero nacimos el mismo día!
—Tú mismo dices que eres mayor que ella, por eso es mi bebé, tú no —le tira un beso para finalmente salir de ahí. Pero abre la puerta de nuevo—. Y Gregory es mi bebé grande así que eres el marginado hijo del medio.
Él fulmina con la mirada a su madre, al mismo tiempo fingiendo una mueca de decepción.
—Yo también te quiero.
Avery sale de la habitación.
—¿Qué hacías tan solo por aquí? —le pregunto a Nathan, mordiendo mi primera galleta. Él ya va por la tercera.
—Ellas me expulsaron de mi propia cama para hablar con la amiga de Maddie, la que ella dijo que irá al viaje con nosotros. Se la presentó a Ally. Y para colmo también usa MI portátil —habla un poco más fuerte en las últimas dos palabras—. Quiere lucirme ese día, decirles que tiene un hermoso novio y ellas no.
—¡Deja de inventar cosas que no son! —exclama Maddie juguetonamente, tirándole una almohada. Luego, me mira—. Ella se está probando los trajes de baño para ese día y no quiere que la vean.
—Puedo hacer una excepción con él —habla la chica a través de la pantalla, la pelinegra mira de nuevo la pantalla.
—No —responde inmediatamente.
Noto como Nathan la mira de forma pícara con una leve sonrisa en su rostro.
—Me llamo Daphne… para que al menos me conozcas la voz, ya que no puedo verlos.
Las tres continúan con lo suyo mientras que Nathan y yo nos distraemos comiendo.
—Ally… ¿puedes venir un momento? —le pido al cabo de unos segundos.
Ella asiente y ambos salimos de la habitación de Nathan.
—Hay algo que quiero mostrarte… —dejo la frase al aire, sacando de mi bolsillo una hoja de papel doblada y se la tiendo.