"Plan de escape... ¿o no?"
Tomo a Ally de la cintura, tomándola desprevenida cuando pasa frente a mí. Me he escondido estratégicamente, esperando el momento en que ella caminara por ahí para atraparla.
Con Nathan, hemos planeado hacer que Allison y Madison se saltaran la clase que tienen luego de la hora del almuerzo. La pelinegra accedió de inmediato, pero estoy seguro que Ally será más difícil de convencer, así que decidimos no decirle nada.
Nos introduzco en el baño de hombres, encerrándonos en un cubículo.
—Súbete ahí —ordeno, señalando el inodoro.
—¡¿Qué te sucede?! —regaña en voz alta, a lo que cubro su boca con mi mano para que guarde silencio.
—Hazme caso.
Le da una ojeada al inodoro, haciendo una mueca de desagrado. Mueve su cabeza varias veces, reclamando silenciosamente que la suelte.
—¿Tienes idea de cuántos gérmenes hay en esa cosa? —señala la porcelana.
—No es momento para ser quisquillosa, Allison —refunfuño.
Ella deja salir un quejido de asco mientras se apoya en las paredes para colocar los pies a cada lado del asiento de la taza del váter.
—De saber que me secuestrarías para escaparnos, habría tomado otro camino para ir a la cafetería.
—Nunca dije para qué te tengo aquí.
—Es obvio...
Ambos escuchamos cómo la puerta del baño se abre, Ally se sobresalta, trastabillando y haciendo lo posible porque su pie no entre en el orificio del inodoro. Ahoga un grito y es cuando reacciono, atrayéndola hacia mí y tomándola en brazos para evitar que caiga, con sus piernas rodeando mi cintura, de forma que quedamos sumamente juntos.
Sus dedos acarician mi nuca en el proceso en que ella se afirma a mi cuello para no caer, sintiendo un escalofrío que me recorre la espalda, e intento despejar la mente para evitar que algo salga mal.
Afirmo el agarre en la parte posterior de sus muslos cuando siento que se desliza por culpa de la gravedad.
—Cuidado —mueve su boca lentamente sin emitir sonido y entornando los ojos a modo de amenaza.
—No hace falta que se detengan —habla un chico desde el otro lado de la puerta, a lo que Ally y yo nos quedamos estáticos, conteniendo la respiración y mirándonos con los ojos bien abiertos.
Frunce los labios en una mueca que evidencia que no saldré impune de esta.
Su expresión se profundiza y su mirada me entierra a diez kilómetros bajo tierra en el momento en que un bullicio de voces masculinas se acerca hacia donde estamos. Las bisagras de la puerta chirrían… y creo que a Ally está a punto de darle un ataque; respira aceleradamente, y sus ganas de matarme han dado paso a los nervios.
—Gime —le hablo muy por lo bajo.
—¡¿Qué?! —exclama en susurros, mirándome alarmada, como si hubiese perdido la cabeza… literalmente.
—Tenemos que hacer que se lo crean. Así se irán más rápido.
—Nunca he hecho eso.
Aprovecho la cercanía y hago tripas corazón para descender hasta su cuello. Nunca antes hemos estado tan cerca… o nunca se ha sentido tan íntimo como ahora, por lo que los nervios no la afectan solo a ella.
Ally se tensa mientras su perfume invade mis fosas nasales, llegando a mi cerebro para perturbar mi mente y revolver mis pensamientos. Beso la piel en la base de su cuello que el uniforme deja al descubierto, subiendo lentamente, deslizando mis labios a lo largo de su curvatura.
Un suspiro entrecortado sale de su boca, haciéndose notar a pesar del ruido que hay del otro lado de la puerta, y, con movimientos vacilantes, hace a un lado su cabeza, brindándome mejor acceso. Muerdo y succiono suavemente su piel en mi ascenso hacia la parte trasera de su oreja.
—Louis… —gimotea, apoyando las manos en mis hombros y empujando.
Nuestros “acompañantes” guardan silencio de inmediato, Allison imitando a una estatua, casi puedo sentir sus latidos yendo a un millón por segundo.
—Lo sentimos, bro —anuncia otra voz masculina, dirigiéndose a nosotros—. Jason, apresúrate, estamos interrumpiendo.
El tal Jason refunfuña algo antes que el ruido de varios pares de pasos alejándose, seguidos por el sonido de la puerta cerrarse es nuestra primera señal de que estamos solos nuevamente. La segunda es el silencio.
—Bájame —exige Ally, forcejeando con mis manos hasta que sus pies tocan el suelo.
Abre la puerta del cubículo con brusquedad y se dirige al lavabo, enjuagando sus manos como quien no quiere la cosa. A través del espejo, puedo ver que su rostro entero está igual de rojo que un tomate, y no sé si es cólera o bochorno…
—Ally… —me dirijo hacia la puerta, apoyándome en ella para que nadie más entre.
Bajo un poco más la guardia cuando escucho la campana que indica la culminación de la hora del almuerzo.
—No creas que tú ocasionaste que ese sonido saliera de mí —cierra la llave, tomando una servilleta para secarse—. Soy una actriz excelente.