Enamorado de un fantasma

Capítulo 28

"Visitas inesperadas"

 

—No —hablo rotundamente.

Su expresión impasible se transforma, dando paso a una mueca un tanto maliciosa.

Viro la cabeza con movimientos rápidos, mirando detrás de mí, hacia donde está ella, y mi alivio es más grande que mi desconcierto al ver que no hay nada.

Cierro los ojos y suspiro, volviendo la cara al frente. Apoyo las manos en la encimera de los lavabos, respirando pausadamente para calmar los fuertes latidos de mi corazón debido al susto.

Ya capturó mi cuerpo una vez, se me pone la piel de gallina de solo recordar la extraña sensación de sentir que me lo arrebataba, adueñándose de él a tal punto que estuve semiconsciente de lo que pasó... como queriendo echarme en cara que es capaz de eso y más.

Varias emociones negativas se asientan en mí en el instante en que mi mente divaga por aquellas pesadillas tan reales que tuve con ella... esas en las que me despertaba temiendo lo peor, y que luego me privaban del sueño solo para poder tener paz mental.

«Esos días acabaron», me repito una y otra vez en voz baja.

No es la primera vez que ella se aparece de esa forma. Esa noche en casa de Louis, cuando caminó hacia al balcón como si no le importara su vida, fue la primera y ambos la vimos, pero solo yo la escuché cuando habló.

Aquella noche fue una imagen sutil, mi sólido reflejo combinado con la sombra del suyo, los dos tan unidos y compenetrados como si de un solo ser se tratase.

«Puedo con eso»

Suelto un último suspiro antes de volver a abrir los ojos. Kate sigue allí, solo que unos pasos más cerca y un poco más translúcida.

Parpadeo varias veces, diciéndome que no estoy loca, que no es un producto de mi imaginación. No está precisamente detrás de mí, pero tampoco estoy del todo sola aquí.

Ella ladea la cabeza ligeramente, con esa mirada pícara que muchos creían que se le veía atractiva... incluido él. Unos cabellos se mueven en una parte específica de mi cabeza, como si tiraran de ellos de una forma casi imperceptible.

Luego, el débil zumbido de una de las flores desprendiéndose de mi peinado se hace sentir al pasar por mi oreja, cayendo hacia el suelo.

Esa rabia que estuve conteniendo, e intenté disipar de camino al baño, se transforma en una ira que me recorre de pies a cabeza.

—¡No! —exclamo—. ¡No te daré el gusto! —en un arrebato, paso mis manos con brusquedad por el espejo, restregando la condensación en el cristal para borrar el escrito—. No otra vez.

Su reflejo desaparece tan rápido como llegó cuando otra chica entra al baño, dejándome como una ridícula que habla sola. Recupero la compostura de forma disimulada, alisando mi ropa y recogiendo la flor caída para volver a colocarla en su lugar.

Me doy un último vistazo en el espejo, que esta vez me devuelve solo mi imagen antes de salir de allí hacia la oficina del director.

No estoy dispuesta a volver a lo de antes. Voy muy en serio con el proceso de renovación, y, en el poco tiempo que va, me he dado cuenta de muchas cosas.

¡¿Cómo pude ser tan idiota?!

Claramente mi aparente intelecto no es lo suficiente para saber discernir y darme cuenta de lo que sí es bueno para mí.

 

***

 

—Los Hobbes se extinguirán gracias a mí —comenta Maddie con cierta molestia y con los brazos cruzados, mirándome mientras guardo mis cosas—. Tu hermano ha hecho que falte a clases sin necesidad, y tú me colocas como organizadora del baile de Navidad porque no quieres hacerlo.

La clase de Química acaba de terminar, una de las materias que Madison y yo compartimos. Cada uno de nosotros, a excepción de la pelinegra, guarda sus pertenencias a la espera de que el profesor autorice la hora de salir a almorzar.

—Eres más experta que yo en eso —me excuso—. Además, si queda mal no me culparán a mí —me encojo de hombros.

Entrecierra sus ojos, mirándome de una manera no muy linda, casi puedo jurar que su párpado temblaba por un tic nervioso o algo así... o quizás solo sea mi imaginación.

Madison es perfecta según mi punto de vista, incluso con un tic nervioso se ve bien. Y siempre encuentra la manera de que su cabello se vea lindo, con o sin flequillo.

No me malinterpreten, no le tengo envidia ni nada en contra de ella. Todo lo contrario, me agrada muchísimo y puedo decir que, gracias a Nathan, ambas nos hemos unido como amigas, cuando antes éramos únicamente rivales que hablaban de cosas académicas.

Estúpido nivel de autoestima que me hace ver todo lo positivo de ella y lo negativo en mí. Me he autodestruido sin querer por un largo tiempo, y ella se dio cuenta de eso, por lo que de allí surgió el «proceso de renovación».

Ella suspira, dejando caer sus brazos en un símbolo de rendición. Coloco mi bolso en mi regazo, dejándolo listo.

—Prométeme, al menos, que me ayudarás en algunas cosas —apoya el codo en la mesa sin dejar de mirarme—. Es lo mínimo que puedes hacer por darme esa responsabilidad sin mi permiso.



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En el texto hay: juvenil, romance, paranormal

Editado: 24.08.2024

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