"Nubes"
Estar prácticamente en primera fila para una escenita como la que mi hermano y Maddie están a punto de montar no es nada lindo.
Puedo escuchar todo a pesar de que tienen la puerta cerrada; ella, sin duda, está consintiendo MUY bien a mi hermanito. Me estremezco al imaginarme lo que está pasando ahí dentro.
Bajo las escaleras silenciosamente, es incómodo, pero quiero que mi hermano sea feliz... en cualquier sentido. Ellos creen que están solos. Así que no se restringirá de ningún sonido saliente de ellos.
Me asomo por la ventana para esperar que Louis llegara, le he mandado un mensaje para que se apresure. Ni loca pasaría esta incomodidad sola, así que, como buena amiga, arrastraría a mi mejor amigo conmigo. Además, ya lo había invitado… Maddie lo hizo por mí el día anterior.
Justo cuando él está a punto de tocar el timbre, abro la puerta.
—Gracias a Dios llegaste —sonrío ligeramente, tratando de ocultar mi incomodidad, pero me doy cuenta de que no lo logré cuando él frunce ligeramente el ceño al ver mi comportamiento. Sigo incómoda, pero ahora también estoy aliviada.
—¿Por qué? —me hago a un lado para darle acceso libre a mi casa.
—Será mejor que no subas si vas a decirle algo a Nathan —le advierto cuando tiene la intención de subir.
—¿Por qué no? —sube tres escalones.
—Nathan está... algo ocupado —hago de mis manos puños y luego las abro.
—¿A qué te refieres? —sube tres escalones más.
—Por favor, no subas —tomo su mano y lo halo hacia abajo.
—¿Por qué?
—Está con Maddie y... —ambos escuchamos un gemido masculino seguido de una risita por parte de ella—. Están ocupados.
—Vamos a interrumpirlos —habla maliciosamente.
—¡¿Qué?! —exclamo en susurro, agarrando su mano con mis dos manos, ¿se le han subido las hormonas a la cabeza, o qué?—. ¡No! Déjalos.
—Sería divertido ver sus caras —me muestra una pequeña sonrisa de lado.
—No —halo su mano nuevamente—. Deja que disfruten, nosotros podemos distraernos de alguna forma —me mira de forma pícara—. ¡No de esa forma, cerdo!
Ríe. Tapo su boca cuando se pasa en el volumen de su risa.
—Vamos —bajamos los escalones que habíamos subido, lo guío hasta la sala.
—Oye, conozco tu casa lo suficiente como para dirigirme yo mismo —habla detrás de mí.
—¿Qué? —lo miro sin entender, mueve su mano, indicándome que aún la tengo agarrada—. Oh —suelto su mano lentamente—. Perdón —no lo siento, para nada. Al contrario, quiero tomar su mano todos los días y caminar así todo el tiempo.
—Tranquila.
—¿Quieres comer algo? —entro en la cocina, específicamente hacia un lugar especial para mí—. ¿Algún bocadillo?
—¿Qué hay? —reposa su cadera en el mesón al mismo tiempo que cruza sus brazos en su pecho.
El oxígeno baja a mis pies al verlo parado de esa forma. Louis no es el chico más musculoso del instituto y mucho menos del mundo, a pesar de tener buena condición física, pero para mí es suficiente para babear.
—Mi favorito —me giro a regañadientes, dándole la espalda, para estirarme y sacar una caja azul del estante especial, quiero seguir viendo lo que tenía ahora detrás—. Oreo.
Una hora después, los dos estamos viendo televisión como siempre lo hacemos, en el sofá con una colcha matrimonial sobre nosotros. Sólo que ahora es una simple manta porque ninguno de los dos quiso subir... bueno, no. Louis se había ofrecido, pero le prohibí hacerlo, sabía sus maliciosas intenciones.
Su brazo está por encima de mis hombros mientras que mi cabeza reposa muy cómodamente en su hombro, gracias a la manta individual tenemos que estar más pegados de lo normal.
«Te amo, manta, de ahora en adelante serás mi favorita.»
Amo estar entre sus brazos, así sea uno —como estamos ahora—, o con ambos, pero es mucho mejor con ambos.
—Quiero ir a mi cuarto —me quejo, levanto mi cabeza levemente para luego dejarla caer. Tomo el control para silenciar el aparato frente a nosotros.
—No deberían tardar —me mira.
Mala idea. Hemos quedado sumamente cerca.
Mi respiración se acelera notablemente y las mariposas bailan a lo irlandés en mi estómago. Sé que él quiere besarme, lo ha intentado antes, y la vez que me negué fue porque los nervios pudieron conmigo.
Pero en este momento no me siento así.
Bajo la mirada a sus labios y él a los míos. Son finos y rosados, pero son suyos, y es lo que realmente importa.
—¿Puedo...? —deja la pregunta inconclusa y se acerca un poco más, contengo la respiración. En este momento es un milagro que siga viva casi sin oxígeno en mis pulmones.
Asiento lentamente, volviendo a mirar sus ojos, no estoy segura de si él puede descifrar cómo me siento en este momento con solo una mirada, me siento muy nerviosa y con los latidos de mi corazón a flor de piel, pero sé que quiero esto.